En los primeros días de agosto de 1914, a raíz de la tragedia de Sarajevo, en Servia, se inicia una guerra europea que no tardó en convertirse en mundial. Alemania invadió Bélgica y el 7 de agosto cayó Lieja en poder de sus tropas; Turquia e Italia se sumaron a la causa de Alemania, y Rusia, Japón, Bulgaria, Rumania; Estados Unidos y China le declararon la guerra. La guerra fue de un vigor destructivo que no se había conocido hasta allí.
El mundo se dividió en sus simpatías y en sus antipatías, en sus intereses materiales y en sus inclinaciones espirituales. No tenían un mismo pasado democrático los que se solidarizaban con Francia, Inglaterra y luego con los Estados Unidos; ni los adversarios de esas potencias podían catalogarse en la misma actitud política y en la misma línea económica. Pero no se esperaba que Italia se uniese a los imperios centrales de Alemania y Austria contra Francia e Inglaterra.
Lucio M. Moreno Quintana recordó la crisis de la hora a causa de la guerra mundial:
"Crítica fue la hora en que asumió el mando el doctor Hipólito Yrigoyen: porque los inconvenientes de toda naturaleza que gravitaban en ese momento sobre la vida político-internacional de la República Argentina, se oponían lógicamente a toda acción gubernativa fructífera. El gobierno anterior dejaba una triste herencia: la soberanía argentina conculcada en sus atributos más ostensibles, como en los casos de Dinant y del 'Presidente Mitre'; una situación económica deplorable; y, lo que es peor, un estado de espíritu enervante, saturado de escepticismo en cuanto a la realización de los postulados democráticos y claudicante ante el poderío internacional de las demás naciones. ¡Imagínese, en consecuencia, cuán ingrata, cuán crítica era la hora para el advenimiento de un nuevo gobierno!"
La opinión dominante en el país, por larga tradición liberal y democrática, a través de los gobiernos que llegaron al poder, con una práctica electoral más o menos viciada, no podía menos de inclinarse a la causa de los aliados.
De todos modos no se habían conocido hasta allí apologías ni partidos propulsores de regímenes de fuerza, de absolutismos, de aristocracias de la sangre. Con más o menos defectos, el sistema republicano no se discutía en los hechos y en las ideas del pueblo entero desde muchas generaciones atrás. La línea de desarrollo que se inicia en 1810, que se reanuda en 1852, es liberal, tanto si los hombres de gobierno se califican de liberales como si se denominan conservadores
La mayoría del pueblo argentino estuvo de parte de los aliados contra los imperios centrales; para explicar esa actitud no bastan las relaciones comerciales y financieras tradicionales con Gran Bretaña y Francia y también con los Estados Unidos, aunque ellas hayan gravitado también; pero fundamentalmente se trataba de una mayor integración cultural, social e histórica con ellos.
Cuando Yrigoyen asume el poder, llevaba la guerra mundial dos años en un equilibrio de fuerzas y era prematuro predecir en favor de cuál de los dos bandos se rompería. El gobierno había proclamado la neutralidad.
Las repercusiones de la gran contienda fueron agudas por sus consecuencias económicas; paralizaron sus actividades muchas fábricas que recibían materias primas del exterior; las exportaciones de granos y carnes se redujeron al mínimo. Masas de desocupados ambulaban sobre todo por Buenos Aires en un estado de honda depresión y miseria. "Sobreviene una aguda crisis. Hombres desastrados piden limosna por las calles, en caravanas dolorosas", recuerda Manuel Gálvez. "La propiedad baja de valor vertiginosamente".
Se habían producido algunos hechos en el curso de la conflagración que causaron hondo disgusto: el vicecónsul argentino en Dinant, Bélgica, fue fusilado por los alemanes y el consulado fue saqueado. Victorino de la Plaza, de conformidad con el fallo del procurador general de la Nación, no vio agravio alguno en ello para el honor del país y juzgó que los alemanes no habían tenido intención ofensiva al obrar así. Un barco argentino, el "Presidente Mitre", fue apresado por naves de la escuadra británica en aguas territoriales argentinas y Victorino de la Plaza se contentó con reclamar la devolución de la nave.
Alemania decretó luego la guerra submarina sin restricciones para paralizar el abastecimiento por mar de sus adversarios; los Estados Unidos no habían entrado aún en la contienda. Los submarinos alemanes se adueñaron de los mares y océanos.
Un buque de bandera argentina, el "Monte Protegido", fue hundido en abril dc 1917, ese hundimiento fue analizado en todos los aspectos y se planteó una reclamación ante la cancillería alemana. En las Cámaras y en las calles se pidió la ruptura de relaciones con los imperios centrales en señal de protesta por el agravio inferido al país.
Hasta hombres alineados en la política yrigoyenista clamaron por la ruptura de relaciones. En el Senado votaron en ese sentido los radicales Leopoldo Melo y Martín Torino, el representante socialista del Valle Iberlucea, los conservadores. En la Cámara de diputados votaron también por la ruptura de relaciones Ricardo Caballero, Tomás Le Bretón, Emilio Mihura, Pedro Solanet, Valentin Vergara; Rogelio Araya fue más lejos, pidió la declaración de guerra, y Araya era entonces presidente del comité nacional de la Unión cívica radical.
El hundimiento del Monte Protegido se produjo el 4 de abril de 1917 frente a las islas Sorlingas, pertenecientes a Gran Bretaña, ubicadas en el océano Atlántico a unos 45 kilómetros de la isla de Inglaterra, por el ataque de un submarino alemán. El buque llevaba un cargamento de lino con destino a Rotterdam, era de propiedad argentina y llevaba bandera argentina izada en el mástil y en la proa. Su capitán y tripulación eran de Noruega, un país que también era neutral. El hecho se produjo en el área del bloqueo decretado por Alemania y ejecutado por sus submarinos, reiniciado dos meses antes con el objetivo de neutralizar los efectos de la política declarada por Gran Bretaña de listas negras y embargos contra empresas alemanas.
Yrigoyen resistió a esas manifestaciones del Congreso, a los griteríos de la calle, a la prédicá de los grandes diarios.
Las relaciones exteriores son de absoluta incumbencia del poder ejecutivo; no decretó la ruptura de relaciones con los imperios centrales, pero reclamó con energía y exigió reparaciones por el hundimiento del "Monte Protegido". Alemania dio explicaciones e indemnizó a los propietarios del barco hundido y prometió rendir homenaje a la bandera argentina al terminar la guerra.
Cuando el gobierno alemán comunicó a las naciones neutrales su resolución de proceder a la guerra submarina sin restricciones en todos los mares que circundan la Gran Bretaña, Francia e Italia, y en la parte occidental del Mediterráneo, al recibir la nota correspondiente el 2 de febrero de 1917, respondió el ministro de relaciones exteriores, Honorio Pueyrredón, deplorando que se hubiesen tomado medidas tan extremas, y declaró que la Argentina ajustaría su conducta, como siempre, a los principios y normas fundamentales del derecho internacional (7 febrero).
Yrigoyen no era aliadófilo ni germanófilo, y si por un lado llamó al orden al embajador británico cuando se permitió insinuar que en materia comercial su país daría preferencia a las naciones que hubiesen demostrado su adhesión en el conflicto, también hizo comprender al embajador norteamericano Stimson, normas de respeto a la soberanía nacional en ocasión de la llegada de una escuadra estadounidense al Río de la Plata.
A principios de septiembre de 1917 se dieron a la publicidad en el exterior telegramas del ministro alemán en Buenos Aires, Karl von Luxburg, que tergiversaban la expresión del presidente Yrigoyen y relativamente a los buques argentinos "Guazú" y "Orán", aconsejaba dejarlos pasar o hundirlos sin dejar rastros. Se llamaba al ministro de relaciones exteriores, "notorio asno y anglófilo". Luxburg, que se hallaba en Córdoba, fue detenido luego en la provincia de Buenos Aires e internado en la isla Martín García, desde donde fue vuelto a la capital para ser tratado en el hospital Alemán. El 12 de septiembre le fueron entregados los pasaportes. El gobierno alemán, con la firma del secretario de Estado, Kuhlman, manifestó al ministro de relaciones exteriores de la Argentina, que lamentaba vivamente lo ocurrido y desaprobaba en absoluto las ideas expresadas por el conde Luxburg.
"Estas ideas son puramente personales. Ellas no han tenido ni tendrán ninguna influencia sobre la decisión y las promesas del gobierno imperial".
El 22 de junio de 1917, el vapor argentino Toro, que navegaba con destino a Génova, cargado con carne congelada, cueros, lana, grasas, tanino, etc., fue hundido por un submarino alemán, a ochenta y cuatro millas al sudoeste del cabo Espartel, antes de llegar a Gibraltar. En este caso, el gobierno de Yrigoyen se vio obligado a asumir una posición enérgica, debido a las fuertes presiones tanto internas como externas favorables a la ruptura de relaciones con las autoridades germanas. Apoyándose en la interpretación de que la resolución del caso Monte Protegido implicaba un compromiso del gobierno alemán de no hundir más naves argentinas, el canciller Honorio Pueyrredón se dirigió el 4 de julio de 1917 al ministro argentino ante el gobierno de Alemania, Luis B. Molina, con el objeto de hacer un enérgico reclamo a las autoridades alemanas en estos términos:
Cuando se hicieron públicas las notas del embajador alemán, conde Luxburg, a la cancillería imperial, hubo protestas populares airadas, asaltos al Club Alemán, al periódico Skandinavien, a casas de comercio alemanas en Buenos Aires. En aquellos momentos se formó un Comité nacional de la juventud, con la presidencia de Mariano Villar Sáenz Peña, que pidió la ruptura de relaciones con Alemania y la expulsión inmediata del embajador alemán. Un mitin en la plaza Congreso, en el que debían hacer uso de la palabra Alfredo L. Palacios, Francisco Barroetaveña y Santiago Nocetti, fue prohibido por la policía.
En la Cámara de diputados se levantaron nuevamente voces de protesta, y en el Senado interpeló Joaquín V. González al gobierno, haciendo entre otras, estas reflexiones: "No es posible a un pueblo como la Argentina permanecer impasible; está ligado a los Estados Unidos, a la América entera por vínculos indestructibles, marcados por los precedentes diplomáticos que representan la historia viva del derecho internacional democrático y liberal. En presencia de una lucha a muerte entre la autocracia y la democracia, uno se pregunta si la República Argentina ----uno de los mejores exponentes de la democracia americana--, cuando se lucha en nombre del ideal democrático, ha de permanecer con los brazos cruzados, en actitud indiferente, viendo matarse a los hombres de su mismo credo, sin tomar participación ninguna, sin interesarse en su suerte y viendo que la raza a que pertenece libra una batalla decisiva por los ideales de la civilización en que se incubara la propia historia y en cuya contienda se está luchando por su vida o por su muerte". Senadores como del Valle Iberlucea, Terin, Olaechea y Alcorta, Castañeda Vega, Benito Villanueva, Albarracín, Patrón Costas, Guiñazú, Melo, Torino, Posse y otros apoyaron la minuta de González.
El 22 de septiembre de 1917 un grupo de diputados, José Arce, Mariano de Vedia, Francisco Correa, Adrián C. Escobar, Luis Agote, Ricardo Caballero, Eduardo Paz, pidió la suspensión de las relaciones diplomáticas entre el gobierno argentino y el alemán.
El grupo parlamentario socialista suscribió una declaración, inspirada por Juan B. Justo, para instigar al gobierno a que "adopte todas las medidas necesarias de orden portuario y de empleo de la marina de guerra para hacer efectivo tan ampliamente como sea posible el comercio argentino en buques de cualquier bandera, inclusive en buques alemanes y austríacos refugiados en los puertos, que serán utilizados por el gobierno para servicio de su intercambio o fines de carácter militar".
A medida que transcurría la guerra, se ve con claridad que son dos los dirigentes que defienden con mayor vehemencia la postura yrigoyenista: el ministro de Relaciones Exteriores Honorio Pueyrredón, y el diputado Horacio B. Oyhanarte. El primero dirá, en septiembre de 1917, que “el gobierno procede con la energía que ha demostrado. No es la energía de sus palabras. Es la energía de sus actos; pero procede en todo y sobre todo como argentino y nada más que como argentino”
El 6 de abril de 1917 Estados Unidos entra en guerra luego de que submarinos alemanes atacaron sus embarcaciones en aguas declaradas neutrales y, como era de esperarse, la diplomacia norteamericana instigó con suma inmediatez a los países de América del Sur a que le declaren la guerra a Alemania. Un día después, el 7 de abril, Cuba será la primera nación en romper relaciones con los germanos; el día 11 y 14 del mismo mes, lo hacen Brasil y Bolivia, respectivamente. Y unos meses más tarde, Uruguay, Perú y Costa Rica harán lo propio. Nuestro país, a través del canciller Honorio Pueyrredón, manifestará que Argentina fue la única nación que mantuvo la neutralidad “activa y efectiva”, sin tener que renunciar a la defensa de principios ni a soslayar la defensa de su soberanía nacional. El mantenimiento de la postura neutral no impidió, desde luego, las arteras amenazas inglesas de que era objeto el gobierno de Yrigoyen, que estaban destinadas a destruir, de ser posible, la capacidad económica-financiera del país.
El Comité nacional de la juventud realizó el 23 de septiembre un mitin en el Frontón de Buenos Aires, en el que hablaron Alvaro Melián Lafinur, Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones. Según este último la lucha estaba planteada en el mundo entre la libertad y la opresión, y en el conflicto de la hora no había neutrales, toda vez que la neutralidad ha sido rota por el pueblo y el alto cuerpo legislativo del Congreso nacional se ha pronunciado al respecto, como era del dominio público. En otras tribunas callejeras se oyeron voces autorizadas pidiendo la ruptura de relaciones con Alemania.
En el teatro Victoria se reunió una convención de notables a iniciativa del Comité nacional de la juventud, a la que asistieron Lugones, Ricardo Rojas, Osvaldo Magnasco, Joaquín V. González, Alfredo L. Palacios, Felipe Jofré y muchas otras figuras de las ciencias, las letras, la política, los días 19 y 24 de septiembre. La petición de la ruptura de relaciones fue unánime. Ninguna presión fue suficiente para apartar al presidente Yrigoyen de su línea neutralista.
Hubo otros hundimientos de naves argentinas; en algunos casos se comprobó que se trataba de contrabandos de guerra; pero en el caso del "Toro" exigió el gobierno argentino y obtuvo de Alemania indemnizaciones y reparaciones, reclamando el derecho a la libre navegación y el respeto al derecho internacional. Ese respeto por el derecho internacional hizo decir a Yrigoyen, por ejemplo, que "la causa de Bélgica en los momentos actuales (invadida por los alemanes) es la causa de la independencia y del derecho de las naciones; y la humanidad quedaría herida en sus sentimientos más profundos si los principios de justicia en que descansan no fueran perennes y sagrados" (texto redactado por Roberto Levillier)
El 4 de agosto de 1917, el ministro argentino en Berlín recibió las siguientes instrucciones:
"Obra en mi poder la nota de V. E. En ella V. E. circunscribe la cuestión a los términos de la Convención de Londres .No es ése el plano en que el gobierno argentino ha colocado su reclamación, ni es el que acepta para sostener sus derechos de nación neutral y soberana. Las divergencias existentes entre el gobierno de S. M. imperial alemana y el gobierno argentino, deben resolverse por principios y conceptos inalterables. La plenitud de la soberanía nacional al comprender la inmensidad del derecho, ampara las actividades que debe desplegar para realizar su cometido en el mundo. . . La República soporta como estado natural las consecuencias mediatas de la guerra, pero no puede consentir como legítimo el daño directo, a base de convenciones que le son extrañas o por imposiciones de una lucha en la que no participa.
No es posible que sus productos neutrales se califiquen en momento alguno como contrabando de guerra . . Son el fruto del esfuerzo de la nación en su labor vital El gobierno argentino no puede así reconocer que el intercambio de la producción nacional del país, sea motivo de una calificación bélica restrictiva en su legítima libertad de acción y de evidente menoscabo a su soberanía."
El 28 de agosto la cancillería alemana aceptó indemnizar por los daños causados al país.
Juan B. Justo, en su intervención en el congreso del partido socialista, abril de 1917, reincidía en su actitud ante la guerra: "Contamos con toda una escuadrilla de torpederas de mar hechas en Alemania en 1912, que deben ser famosas para perseguir y destruir los submarinos alemanes, y me gustaría verlas en ese empeño, aunque algunas de ellas se hundieran gloriosamente. Esto no sería una declaración de guerra a Alemania. Sería solamente una cuestión de hecho, y si esa actitud tuviera como consecuencia la de envolvernos en la guerra más de lo que estamos, porque estamos pasivamente en la guerra, si esa actitud tuviera la consecuencia de envolvernos en ella un poco más, sería una eventualidad dolorosa pero inevitable que nos pondría al lado de la mayor parte de los pueblos de la tierra". y auspició ante el congreso partidario una resolución con estos conceptos:
"El partido socialista no quiere la ruptura de relaciones con ningún pueblo. El partido socialista no quiere ninguna declaración de guerra. El partido socialista no quiere ninguna iniciativa parlamentaria socialista referente a la guerra".
En política internacional, el gobierno de Yrigoyen abogaba por la paz, la democracia, la cooperación entre las naciones. En un banquete al ministro de relaciones exteriores de Bélgica, August Mélot, el 10 de diciembre de 1918, Honorio Pueyrredón expresó los anhelos del gobierno argentino: "La política internacional del egoísmo, que es aislamiento, ha de ser sustituida por la política del altruismo que acerca a los pueblos más distantes, porque la cooperación entre las naciones es indispensable y sin ella es simple ficción el internacionalismo. La civilización, al vincular a los pueblos, hace a todos concurrir a la obra humana: no hay así ni grandes ni pequeños; unos y otros son factores eficientes e indispensables".
Terminada la guerra, el secretario de Estado norteamericano, Mr. Colby, recorrió en visita oficial varias naciones el cono sur americano, entre ellas la Argentina. Al ser recibido en Buenos Aires explicó que tenía instrucciones expresas del presidente Wilson de realizar esa visita, porque la Argentina, aunque había asumido en la contienda pasada una posición distinta a la de los Estados Unidos, lo había hecho por motivos éticos que el presidente norte americano hacía suyos. Invitó oficialmente al presidente Yrigoyen a trasladarse a los Estados Unidos, donde el propio Wilson lo acompañaría en una gira por el territorio de la Unión.
En una palabra, el saldo de la política internacional del presidente Yrigoyen fue positivo en todo concepto, por el respeto que logró imponer a la soberanía argentina y por el reconocimiento de los altos principios morales que le habían servido de fundamento e inspiración.
Por decreto de Victorino de la Plaza-José Luis Murature, del 31 de agosto de 1916, se concedía a los diplomáticos jubilados y retirados del servicio el goce de perrogativas, títulos y uso de uniformes, como si estuviesen en actividad. El decreto implicaba un privilegio impropio de una democracia auténtica. El gobierno radical por decreto del 22 de enero de 1917 anuló el anterior sobre las perrogativas de los diplomáticos retirados del servicio, declarando en los considerandos que "los referidos privilegios envuelven inmunidades reconocidas excepcionalmente a los diplomáticos en servicio activo en atención a las facilidades que les son necesarias para el mejor desempeño de la función pública que les está encomendada; excepciones que, por eso mismo, se acuerdan en forma restringida desde que su ejercicio limita, en cierto modo, la jurisdicción y aplicación de las leyes generales de los países donde se llenan las funciones diplomáticas".