Ante las dificultades fiscales, los primeros que habían venido sufriendo las consecuencias fueron los maestros, especialmente en las provincias; por ejemplo en diciembre de 1919 la Dirección de escuelas de Catamarca hizo público que se debían a los maestros los sueldos de noviembre y diciembre de 1916, de noviembre y diciembre de 1917, de agosto a diciembre de 1918; en total 217.244 pesos.
El 29 de diciembre de 1919 informó La Prensa de numerosos maestros de la campaña santafecina que ofrecían diez meses de sus sueldos atrasados con un 30 por ciento de descuento y que no encontraban compradores, porque éstos desconfiaban de que el gobierno pagase a esos servidores.
La anomalía se mantuvo como sistema y al fin los maestros de Santa Fe resolvieron constituir su entidad gremial, la Asociación del magisterio, y luego la Federación provincial del magisterio. Como toda reclamación tenía la misma respuesta, y se llegó en los primeros meses de 1921, durante la gobernación de Enrique M. Mosca, a adeudárseles 14 meses de sus sueldos, se resolvió echar mano al recurso extremo de la huelga, que contó con la adhesión popular y de los organismos obreros, en muchos de cuyos locales continuaron las clases. La lucha de los huelguistas fue prolongada, y las medidas de represión no intimidaron al magisterio; los más activos en el movimiento fueron dejados cesantes o trasladados como castigo y rebajados en su jerarquía. Al final lograron un poco de respeto y la normalización de sus sueldos
La huelga de 1921 se ramificó prácticamente en todo el territorio provincial, no obstante su área más firme fue la próspera zona sur de la provincia, cuyo centro comercial y portuario, era la expansiva ciudad de Rosario, y en segundo término la zona de influencia de la ciudad de Santa Fe, ciudad más tradicionalista y capital política de la provincia. Por entonces, esta provincia era la segunda del país en cuanto a riqueza económica, y quizás la más homogénea en cuanto a modernidad de la sociedad civil. La declaración de la huelga de maestros, en 1921, fue consecuencia de la crisis financiera del Estado provincial, desencadenada en 1918, en la que se acumuló una deuda con los maestros de 787.000 pesos –un equivalente a 7.870 salarios–. Semejante atraso en el pago revelaba que el magisterio provincial tenía formas de supervivencia alternativas, siendo dos las más significativas: por un lado, el trabajo femenino parece no haber sido imprescindible para el sostenimiento de la economía familiar, en la medida que probablemente la mayor parte de las maestras pertenecían a un estrato social acomodado; por otro lado, el propio Estado había puesto en marcha un sistema perverso consistente en que cuando se atrasaba en el pago de los salarios, el Banco de la Provincia de Santa Fe –entidad oficial– realizaba préstamos a los docentes que los solicitaran, llamados de “descuento bancario”, que eran devueltos al hacerse efectivo el pago de los sueldos, aunque descontando los intereses devengados por dicho crédito. Es decir que el Estado, mal pagador, endeudaba a los maestros con su banco.