Al inaugurar sus sesiones el Congreso en 1917, expuso el presidente Yrigoyen en un mensaje su plan relativo al agro con el propósito de reorganizar el ministerio de agricultura y ponerlo al servicio del colono agricultor.
Yrigoyen fue poco amigo de los latifundios y su visión arraigaba en un mejor reparto de la tierra entre los agricultores. Su programa, aunque en sus alcances no era suficientemente amplio para configurar una verdadera y fecunda reforma agraria, no halló eco en el Congreso, pero sí impidió que se entregasen nuevas tierras fiscales a compañías especuladoras y logró anular muchas de las que habían sido entregadas en tiempos anteriores.
Partía de un hecho: "La escasez del colono propietario se hace sentir cada vez más, comprobándose que en una superficie de 83 millones de hectáreas que forma la región especialmente agrícola, no alcanza al 30 por ciento el número de explotaciones en manos de propietarios, confirmándose la ley económica: que cuando crece la gran propiedad en proporción aritmética, crece la emigración rural en proporción geométrica. La situación del colono no ha mejorado sustancialmente, a pesar de nuestro progreso agrícola, siendo múltiples las causas que determinan este estancamiento. La falta de crédito agrícola cómodo, ampliamente difundido por intercambio directo entre el banquero y el colono, contribuye igualmente a dificultar su acción. Este fracaso conduce fatalmente a la despoblación rural y a la formación de grandes propiedades aplicadas a otras industrias, que no llenan las necesidades esencialmente agrícolas. El gobierno ha de propender a modificar esta situación introduciendo reformas que ensanchen el medio, mejoren la situación del colono, acrecienten y fijen la población y combatan la actual tendencia al urbanismo".
Foto de Caras y Caretas del transporte ferroviario de cereales hacia la primera guerra mundial.