Al estallar la guerra mundial, se sumaron a los problemas del atraso industrial, los efectos inmediatos de la paralización del tráfico comercial. No sólo escaseaban los técnicos de formación superior, teórica, sino los obreros formados en escuelas de artes y oficios, un aprendizaje elemental para su incorporación a las exigencias de una nueva economía.
Al iniciar su presidencia, dijo Yrigoyen en un mensaje de apertura de las sesiones del Congreso:
"El momento internacional ha sido propicio para advertir en el país las deficiencias de nuestras industrias y la falta de un criterio directivo en la materia"
Se refirió a la situación de algunas industrias por la falta de mercados en el exterior y por el desconocimiento u olvido del mercado interior; a la concentración de las actividades en determinados centros, a la conveniencia de orientar a las provincias que dependen de una sola rama industrial hacia una diversificación de sus tareas, y habló especialmente de las dificultades por las que atravesaban los ingenios azucareros, la industria textil y la del papel.
En 1918 anunció que tenía a estudio "un proyecto de ley de fomento industrial que tiende a alentar al comerciante en sus esfuerzos y a facilitar el desenvolvimiento de sus actividades; pero entretanto la gestión del poder ejecutivo se ha encaminado a evitar al industrial los inconvenientes surgidos de las medidas prohibitivas de los países en guerra, mediando con todos los elementos a su alcance para obtener concesiones favorables".