Americanismo

La máxima distancia a que había estado Hipólito Yrigoyen de su país fue Montevideo, en refugio forzoso por muy pocos meses. No tenía la visión europea que alentaba en muchos de sus propios correligionarios, como Marcelo T. de Alvear, hombre de París tanto como hombre de Buenos Aires. 


Hipólito Yrigoyen tuvo un sentido americano definido, de fraternidad con las naciones de habla española del continente. Es probable que haya concebido una especie de liderazgo continental de la Argentina cuando convocó en Buenos Aires a las Repúblicas americanas, en mayo de 1917, para deliberar acerca de una orientación conjunta ante las contingencias de los nuevos tiempos. Quería que las naciones americanas se entendiesen acerca de la guerra que cada día abarcaba mayor extensión en el mundo, y que estableciesen vínculos cuya naturaleza robusteciese la situación y la figura de los Estados americanos en el concierto de las naciones,

En un mensaje al Congreso nacional, el 30 de junio de 1917, hacía estas consideraciones: 

"El gobierno ha considerado que los pueblos de América, vinculados por identidad de origen y de ideales, no deben permanecer aislados unos de otros, ante la actual convulsión universal, sino congregarse a efecto de uniformar opiniones y coordinar en lo posible el pensamiento común en la situación porque atraviesa el mundo. La idea emitida ha encontrado acogida favorable. Las quince naciones que han aceptado hasta ahora, han demostrado que la totalidad, por decirlo así, de los gobiernos americanos, coincide en ese propósito, y en sus alcances futuros, para crear vinculaciones de América para bien de la paz y de los intereses comunes. Este último resultado satisfaría por sí solo las aspiraciones de este gobierno, para quien la armonía de los Estados americanos constituye un ideal político y un propósito al que prestará su preferente atención". ..

 El proyectado congreso no tuvo el resultado positivo que esperaba su promotor; algunas naciones americanas habían declarado la guerra a los imperios centrales y otras sufrían la fuerte presión de las naciones aliadas y de los Estados Unidos.

Todos los países americanos fueron considerados por Yrigoyen como naciones hermanas, y tratados en términos de leal fraternidad. Los incidentes de la guerra llevaron a la ruptura del Uruguay con Alemania y se vio como posible una intervención de las colonias de origen alemán en el sur brasileño, donde constituían una fuerza, y de las cuales se decía que estaban bien pertrechadas en armamentos. Uruguay, sin recursos militares para esa emergencia, planteó por intermedio de su representante al presidente argentino una demanda de armamentos para la eventualidad de un ataque. 

Yrigoyen respondió: "Si por desgracia el Uruguay viera invadido su territorio, tenga la más absoluta seguridad el pueblo hermano de que mi gobierno no le vendería armas, sino que el ejército argentino cruzaría el río de la Plata ,para defender la tierra uruguaya".

En noviembre de 1917 se dirige al gobierno de Colombia y le explica que "el eje de la convocatoria es afirmar la emancipación de nuestros gobiernos en cuanto a su política exterior"

La armonía resultará de la independencia de criterio. Se desea que esta parte del mundo pueda hacer sentir que si se torna una decisión es por su propia voluntad libre, o que si no la toma, o se divide en opiniones, tiene razones suyas, propias, que le dan respetabilidad. 

"Es indispensable salvar la personalidad propia de nuestras repúblicas, pues si no se logra, cuando en el próximo congreso de la paz se modulen por medio siglo los destinos del mundo, se dispondrá de nosotros como de los mercados africanos".

En muchas otras ocasiones afirmó sus sentimientos americanos, como en un mensaje de marzo de 1918 a la Cámara de representantes del Uruguay: 

"Afirmo mi credo americano por la sustentación fundamental de la soberanía de las naciones, en su consagración inmanente e inmutable, tal como la Divina Providencia las discerniera y el espíritu de cada una de ellas las culminara, constituyendo unidas una de las más poderosas entidades del mundo en el concierto de los bienes universales".

Su americanismo no le impedía defender el territorio nacional, como en el caso de la reclamación de 1921 hecha por el Paraguay respecto a la demarcación de la frontera por el brazo sur del río Pilcomayo, alterando la situación jurídica planteada por el tratado de paz de 1876.

Rumores de cenáculos políticos llevaron al Senado, en sesión secreta, a pedir la concurrencia del ministro de relaciones exteriores a fin de dar datos respecto a las relaciones internacionales con los países vecinos. 

Fue rechazado el pedido por no Legar en los términos de estilo ni por el conducto que correspondía, pero Yrigoyen respondió al Senado: 

En septiembre de 1922 propuso al Congreso en un mensaje la extinción de la deuda de guerra de la República del Paraguay:

"Con el profundo convencimiento de que ha desaparecido para siempre toda posibilidad de vicisitudes entre nuestra Nación y cualquiera otra de América, creo imperativo borrar cuando menos la materialidad de cualquier recuerdo doloroso, para vivir tan solo identificados en los ideales de nuestro engrandecimiento y solidaridad hacia nuestros comunes destinos".

Hubo numerosos gestos y actitudes sellaron su posición de principio, y Carlos Sánchez Viamonte, que describió la figura del "último caudillo" desde un ángulo de agresividad política, tuvo que reconocer que "Yrigoyen salvó, junto con la neutralidad, el nuevo sentido americano de la vida".

 En 1919 murió en Montevideo el poeta mexicano Amado Nervo, acreditado en el Uruguay con la representación diplomática de su país; sus restos fueron trasladados al país natal por el crucero "Uruguay", de la nación vecina, y el gobierno de Yrigoyen dispuso que lo escoltara hasta su destino el crucero "Nueve de Julio".

Fue ese crucero el que a su regreso ancló en el puerto de Santo Domingo, cuya República se hallaba intervenida por un gobierno militar norteamericano, y la nave de guerra argentina disparó 21 salvas en homenaje a la soberanía de aquel país, y se rehusó a saludar el pabellón de los interventores. El gesto produjo emoción en los dominicanos y en todo el continente.

En todo lo atingente a los países americanos, mostraba una especial sensibilidad, como cuando en mayo de 1920 intervino ante el gobierno de Guatemala, transmitiéndole los testimonios de ciudadanos argentinos que pedían la liberación del poeta peruano José Santos Chocano, condenado a muerte por las autoridades judiciales de aquel país. 

Yrigoyen se prestó gustoso a servir de intermediario del sentir de los periodistas y escritores argentinos en favor del que calificaban como "el más inspirado y efusivo de los poetas latinoamericanos".

Su americanismo no excluía el interés por el resto del mundo, por la solidaridad internacional sobre la base de las soberanías de los Estados, la justicia internacional respaldada en la estructura democrática de las instituciones políticas y en la justicia social.

De ahí su oposición al tratado del A.B.C., Argentina, Brasil y Chile; quería la unión y la confraternización de todas las repúblicas hermanas, no combinaciones de fuerzas. Su pensamiento fue expuesto por La Epoca, el órgano del partido radical, el 17 de marzo de 1921:

"Fue ésta una concepción precaria (la del pacto A.B.C) que felizmente los acontecimientos mundiales y las nuevas orientaciones de los pueblos de América, ha relegado al osario de las cosas muertas.. . , Pensamiento raquítico, de gobierno de limitada visión, tenía que esfumarse ante el magnífico ideal de solidaridad humana, mayormente impuesto a las naciones latinoamericanas, en cuyo espíritu, por tradición, por sacrificio y glorias comunes, vibra un sentimiento de santa y noble hermandad. .. La Argentina, bajo el gobierno del presidente Yrigoyen, ha hecho honor a esa tradición y ha levantado el emblema de la solidaridad americana, como anhelo que palpita en el alma de su pueblo, que no puede aceptar sin desmedro para su propia dignidad, la injustificable actitud que significa el A.B.C., desde que ello importaría la unión de naciones fuertes, para imponerse a los demás pueblos de América y disponer de sus destinos".

El propio Yrigoyen había dicho a Gonzalo Bulnes, el representante chileno: "Yo no puedo aceptar eso que coloca a tres naciones en un plano superior respecto a las demás. Eso no es justicia, ni garantía de paz. Las nacionalidades que se quedan en la puerta, han de sentir el escozor de la exclusión. Ninguna se considera menos que otra, y establecer diferencias es ofender. No me extrañaría que esa fórmula fuese expresión de alguien que nos quiere dividir".