Alberto Prebisch nació en la ciudad de Tucumán (Argentina) el 1° de febrero de 1899. Realizó sus estudios en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires en un ámbito donde el sistema de enseñanza de la arquitectura se desarrollaba aún bajo los cánones del academicismo, fuertemente influenciado por la École des Beaux Arts de París. Sin embargo se había iniciado en esos tiempos un fuerte impulso por parte de los estudiantes en la búsqueda de lenguajes y pensamientos nuevos e forma. Sin ninguna duda tuvieron lugar una serie de acontecimientos trascendentales para la vida de la Nación, tal como fue el Centenario de la Independencia (1916), donde un fuerte acercamiento y reconciliación con España había abierto las puertas a un nuevo pensamiento americanista. En este movimiento, la lectura obligada pasaba por hombres de la talla de José Enrique Rodó, Rubén Darío, José Martí y Ricardo Rojas. Este último había publicado hacia 1909 un libro muy emblemático en esta dirección: Restauración Nacionalista.
Hacia 1915, estudiantes afectos a estos pensamientos iniciaron un movimiento que quedó plasmado en la Revista de Arquitectura en la que posteriormente se conjugaría la Sociedad Central de Arquitectos. El estudiante Alberto Prebisch se graduó como arquitecto contando con 22 años de edad, ya terminada la Gran Guerra, a pocos años de la fundamental Reforma Universitaria en Argentina y con la muy fuerte corriente "americanista" en boga . En ese ámbito es muy probable que Prebisch y quien fuera su compañero de estudios y eventual socio, Ernesto Vautier, participaran en los trabajos de campo donde se hicieron los relevamientos de edificios del período colonial en el interior del país. El propio Prebisch publicó un artículo llamado "Cúpulas", con referencias a sus estudios realizados sobre la Catedral de Córdoba.
Este pensamiento encontró rápidamente una fuerte reacción por parte de las posturas academicistas en boga por aquel entonces. Fue Cándido Villalobos quien proclamó que a los argentinos "el Cuzco, Lima, México o Toledo no son tan exóticos como La Meca" y anunciaba proféticamente que "solo las obras clásicas han podido tener renacimientos verdaderos". A su vez, el arquitecto academicista Christophersen, que años mas adelante tendría un fuerte debate con Prebisch, encontraba un soporte intelectual a su postura en las palabras de René Karman al decir que "no se puede enseñar un arte nacional, lo que supondría una forma de arquitectura conocida y casi su imposición en el país; eso sería contraproducente puesto que los estudiantes latinos necesitan un criterio mas liberal en sus enseñanzas..."
En ese ambiente, Prebisch sale al mundo profesional, en medio de este fuerte debate en el cual su espíritu inquieto no estaría ajeno. A tal punto es así que en el año 1919 obtuvo su Primer premio en el curso de "Composición Decorativa" con su proyecto de una "Tumba de un Gran General", donde se observa su insólito dominio y fuerte formación academicista.
En 1922 inició junto a Vautier un viaje por Europa que sería determinante en su postura intelectual en los años siguientes. No ha sido posible determinar con exactitud el camino realizado por ambos pero no cabe duda de su estadía en países como Alemania, Francia, Bélgica y España. También sabemos de su prolongada permanencia en París y su fuerte proximidad al pensamiento de Unamuno, Flaubert, Valéry y Hegel, así como su acercamiento a los textos de Le Corbusier. A tal punto es determinante esta etapa que, con sorpresa, descubrió que nada nuevo aprendería en la École de Beaux Arts de París que ya no lo haya aprendido en Buenos Aires.
Fue muy fuerte su vinculación al pensamiento católico en su estadía en Ávila (España) donde recorrió con suma devoción los caminos y lugares visitados por Santa Teresa. La correspondencia mantenida con su madre así lo demuestra, realizando peregrinaciones que le infundieron un fuerte aire místico y religioso. También lo devela su carta a Miguel de Unamuno donde muestra su estado de efervescencia y ansias por el saber. Su inicial espíritu individualista quedó evidenciado en su correspondencia con el autor del "Sentimiento trágico de la vida", al declararle que "yo quiero realizarme, quiero vivir. Quiero vivir por mí y para mí. He de prescindir para ello de toda preocupación de trascendencia social, de utilidad hacia mis semejantes. Patria, humanidad, cosas demasiados abstractas y que al fin y al cabo no dicen nada a mi corazón". Sin embargo, años mas tarde, declararía con incuestionable honestidad intelectual que dicha postura la había abandonado muy pronto dado "su conocimiento cada vez mas afirmando que la vida de cada cual sólo se justifica en tanto es útil a la de los otros". Y finalmente diría en 1924 que "después de una época de individualismo desenfrenado, época ya indescriptiblemente caduca, sienten los hombres una necesidad apremiante de ideales y orientaciones comunes".
Conocemos de este viaje sus penurias económicas, solventando su estadía por envíos de dinero de su padre y las ayudas de su compañero Vautier, de mejor posición económica. Todas estas experiencias, sumadas a su entrevista con Paul Valéry, determinaría una permanente evolución de Prebisch que tomó un fuerte distanciamiento con el academicismo y el neocolonialismo. Del primero afirmaría que "no se podía seguir dignamente en el papel de simples repetidores del pasado" y que había reducido a la arquitectura a "un mezquino problema de orden estético". Del segundo, tomaría rápidamente distancia pues no veía en ella mas que variaciones de los signos utilizados por los académicos pero con la constante repetición formal que traía aparejado.
Muy significativa fue la tarea que desarrolló Alberto Prebisch a su vuelta a Buenos Aires. En el año 1924, junto a su compañero Vautier, obtuvo un Premio en el Salón de Bellas Artes de Buenos Aires por su proyecto de "La Ciudad Azucarera en la provincia de Tucumán". En esta obra se percibe una muy evidente influencia de la ciudad industrial de Tony Garnier, tanto en su diseño como la resolución formal de las viviendas y los edificios emblemáticos que la conforman. Sin embargo, ante una muestra clara de adopción del modernismo como solución urbanística del proyecto, mostró una concepción de no realizar una transculturación de un formalismo interpretado hasta ese momento como "marxista". La presencia clara de una capilla así como elementos que son característicos del norte argentino, nos evidencian por un lado el conocimiento de las soluciones arquitectónicas del modernismo pero una fuerte presencia de los valores tradicionales de su país negándose a la mera repetición historicista que, en palabras de Prebisch, "era un empeño irracional de perseguir una tradición inexistente".
Es en esta época que el arquitecto se incorporó al cuerpo directivo de la revista Martín Fierro, donde su postura crítica lo pone en violento enfrentamiento con las corrientes academicistas. Su visión de la realidad determinaría una permanente defensa de los valores de la modernidad. Muy fuertes discusiones vía epistolar y publicadas en la Revista de Arquitectura mantuvo con quien representó uno de los máximos exponentes del academicismo en tierras argentinas. Nos referimos a Alejandro Christophersen.
Este había publicado en la edición número 77 de mayo de 1927 una carta que tituló "Un rato de charla con un futurista", nota a la que Prebisch contestó inmediatamente con "Carta abierta a don Alejandro Christophersen" y que mostraba en forma tajante las posturas totalmente divergentes de ambos arquitectos.
Continuaría su polémica desde las páginas de la revista católica "Criterio" y mas tarde desde "Número". Su tarea de divulgación seguiría mas adelante a través de su vinculación con la revista "Sur" y su trato personal con Victoria Ocampo, su eterna mecenas y hacedora. A propósito de su acercamiento con este grupo de intelectuales, "Sur" fue una revista considerada por muchos como elitista y reaccionaria. Respecto de este punto, afirmó Ernesto Sábato en una nota publicada en La Nación el 31 de diciembre de 1989 que "cómo podía ser reaccionaria si en su Comité de Colaboración había intelectuales de izquierda como María Rosa Oliver, Waldo Frank y Enríquez Ureña y entre sus colaboradores anarquistas como Hebert Read y Albert Camus". En este entorno, la posición de Prebisch fue la reafirmación de su postura modernista dentro de su concepción católica, compartiendo con Wladimiro Acosta o Fermín Bereterbide su posición en el plano estético pero no así en lo social y político dada las claras posiciones de izquierda de sus colegas.
Fue muy llamativa la postura tomada en su momento por Victoria Ocampo, al solicitar el encargo de su vivienda al arquitecto Alejandro Bustillo, con quien no simpatizaba ni poseía afinidad estética y formal. La vivienda, una obra desprovista de todo ornamento, representó un hito en la historia de la arquitectura moderna argentina ya que su autor resultó ser un académico militante, en abierta confrontación a estas posturas. El propio Bustillo tomaría una postura fuertemente crítica de su obra, fuera de todo marco formal académico. A pesar de ello, el encargo a Bustillo fue, quizás, por sus antecedentes y la confianza en su experiencia, lo que relegó a Prebisch en el proyecto. Justamente Victoria Ocampo fue quien, en palabras del propio Le Corbusier llegado a la Argentina en 1929, "ha hecho hasta este momento un gesto decisivo en arquitectura construyendo una casa que ocasione escándalo".
También sorprendió su no inclusión en el grupo de arquitectos que conformaron el inicial y pasajero grupo del CIAM que convocara el arquitecto Wladimiro Acosta. Es muy extraño que, quien fuera hasta esos momentos el interlocutor mas característico de Le Corbusier en Argentina quedara relegado de dicho grupo.
Prebisch desarrolló obras significativas en el plano estético y formal, siempre en dirección abiertamente enfrentada a las posturas clasicistas, tal como lo demostró en la desaparecida casa de Raúl Prebisch en el barrio de Belgrano. Varias viviendas, edificios de propiedad horizontal y edificios de envergadura, muchos de ellos construidos y muchos mas resignados a proyectos, muestran a Prebisch en una constante: librar una dura lucha intelectual en un medio absolutamente hostil.
Por esos años participó en los proyectos de los Mercados de Abasto de Tucumán, recientemente desactivado, y un Mercado Municipal de Barrio, este no construido. En estas obras se pueden vislumbrar claramente un postura de adoptar el estilo neocolonial, no como una concesión sino como un compromiso con el lugar, su gente y su cultura. Mas emblemático representó el pabellón de tuberculosos del Hospital Josefa Arenales de Uriburu, en la ciudad de Salta, donde podemos ver la realización de una obra de "vanguardia con tradición". Una crónica periodística de entonces recuerda con beneplácito la concreción de dicho proyecto con términos mas que laudatorios. Entre otros conceptos se afirmaba que "el conjunto arquitectónico del edificio es sobrio y armónico..." y que "la misma sobriedad se observa en el interior del edificio y en su equipo, sin molduras, ni firuletes que recojan el polvo y alberguen telarañas. Ardua ha sido la lucha -y todavía lo es- para que las ideas estéticas que interpretan la sensibilidad contemporánea logren expresarse e imponerse".
Son en los años 1933 y 1934 cuando Prebisch realiza un viaje a los Estados Unidos donde su pensamiento se vincula a nuevas posturas del modernismo a través del organicismo wrightiano, liberándose de las ataduras que representaban para él sus fuertes vínculos con su formación europea. Su visita a museos y exposiciones lo pusieron en contacto con las obras de artistas de la talla de Duffy y Siqueiros, de quienes se llevó un fuerte impacto y a quienes difundiría luego en Buenos Aires. También fue muy significativo su acercamiento a las nuevas realidades urbanísticas, experiencias que recogió él mismo en el libro "Urbanismo en los Estados Unidos de Norteamérica".
A su regreso, tomó contacto con un viejo conocido de los tiempos de la revista Criterio y que ocupaba a la sazón un cargo municipal importante. Nos referimos a Atilio Dell´Oro Maini. Fue él quien justamente dio el fuerte impulso en el proyecto y construcción de uno de los emblemas mas característicos de Buenos Aires, el Obelisco en la intersección de las avenidas Corrientes y 9 de Julio, ensanchadas poco antes. Fue este proyecto uno de los mas discutidos en su momento, en donde toda la intelectualidad argentina tomó apasionadas posturas a favor y en contra de su construcción. Por supuesto, no faltó a la fuerte crítica hombres como el ingeniero Benito Carrasco que afirmaba que "todo obelisco tiene una significación determinada, dentro de su lugar y punto de significación. Todos los obeliscos del mundo tienen un sentido histórico, artístico, recordatorio, monumental, etc. El obelisco es la conmemoración de un hecho, de una victoria, de una civilización, de un ideal, de algo, en fin. ¿Qué simboliza? Pues bien, el problema del futuro y desgraciadamente próximo obelisco es: ¿qué representa? Si algo tiene que simbolizar, ¿qué simboliza? Nada. Absolutamente nada...". Por supuesto, no faltó una ácida crítica de Christophersen. Para él, la obra no tenía relaciones históricas ni simbólicas con otros magníficos obeliscos como el de Luxor en la Plaza de la Concordia o la aguja de Cleopatra en Londres. Afirmaba que era "una obra de cemento armado indigna de ocupar el lugar prominente que se le quiere adjudicar en la monumental Plaza de la República". También Alejandro Bustillo dejó oír sus comentarios al sentenciar que no era "partidario del camouflage para esta categoría de monumentos. Hubiera preferido un monolito de hormigón, simplemente, a ese cajón de cemento enchapado en piedra. Así resultará además un símbolo de la idea vacía de sentimiento. Muy actual, en materia de arte, especialmente".
Prebisch recoge el guante y con absoluta confianza y determinación contraatacó, afirmando que resultaba extraño las críticas de sus colegas. Respecto de la objeciones por la no construcción monolítica del obelisco, dijo que "esto revela un celo ortodoxo extraño en Buenos Aires, que es la ciudad de piedra falsificada. Y este celo es mucho mas extraño aún cuando proviene de personas que en toda su vida no hicieron otra cosa que practicar en arquitectura las mas escandalosas falsificaciones".
La realidad fue que, ante ese inicial rechazo a este hito de Buenos Aires, la ciudadanía aceptó de buen grado su edificación. Unos cuantos años han pasado de aquellas discusiones entre clasicistas y modernistas, entre defensores y detractores del obelisco. La realidad es que, prácticamente ningún edificio de Buenos Aires ha adquirido el valor emblemático del obelisco de Prebisch, siendo reconocido su perfil tanto entre los ciudadanos porteños como los visitantes del exterior.
Otra obra significativa de Alberto Prebisch fue, sin lugar a dudas, el magnífico cine Gran Rex, emplazado también en la avenida Corrientes. Indudable producto de su visita a los Estados Unidos de Norteamérica, representa, tal vez, uno de los puntos culminantes en su carrera profesional y creativa. Fue el inicio de una serie de encargos de obras análogas como el proyecto de un auditorio al aire libre en Palermo (1937), el segundo premio de un Concurso para la Sociedad de Autores, Intérpretes y Compositores (SADAIC), junto a Eduardo Sacriste (1937), un proyecto de cine en la avenida de Mayo (1942), el Cine Teatro Güemes de Salta (1943), el Cine Moderno en Tucumán (1943), el Cine Cóndor en Rosario (1945), el Cine Teatro Victoria y la Confitería en Salta (1945), entre otros. Es de destacar, sin embargo que fueron numerosos los proyectos que lamentablemente no pudo concretar en su construcción. De todos ellos, el Gran Rex representó un hito dentro de la historia de la arquitectura moderna argentina. Destaca en su construcción el efecto de continuidad entre el exterior e interior, con su foyer o vestíbulo separados "del afuera" por una superficie vidriada, solo cortada por una marquesina lineal. Este magnífico espacio se destaca en forma ambivalente, con una grandiosa estructura resuelta con una simpleza formal y estética admirable. Su interior, de idénticas características espaciales y constructivas, destaca por su absoluta falta de decoración, alejándose definitivamente de todos aquellas típicas salas cargadas de metáforas a las antiguos palacios de música clásicos europeos.
La labor de Alberto Prebisch continuó a lo largo de los años, plasmando su obra y pensamiento en varias viviendas individuales, colectivas, edificios de propiedad horizontal y comercios. Cabe destacar el edificio para locales comerciales en Viamonte 605, el edificio de departamentos de la avenida Libertador 846/48, el edificio para oficinas y sede de los Laboratorios de la Sociedad Química Rhodia Argentina S.A., entre otros. En todos ellos se observa a un Prebisch maduro, desarrollando en sus proyectos todas las experiencias acumuladas en largos años de búsqueda de un lenguaje moderno acorde a la problemática de la ciudad de su tiempo.
Es a partir del golpe militar de 1955, que derroca al gobierno constitucional de Juan D. Perón, que toma participación activa en la función pública, como Decano Interventor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, luego de 14 días de gobierno estudiantil donde se turnaron en su dirección varios alumnos. Era lógico que así sucediera ya que la Universidad de Buenos Aires había sido un medio permanentemente hostil al régimen peronista de 1945 a 1955. La actitud de Prebisch fue de permanente vinculación y diálogo con los grupos de estudiantes a la hora de tomar las decisiones mas trascendentes pero, claramente, no aceptar la revancha con profesores que tenían mucho que dar a la casa de estudios, tanto por su trayectoria como por su experiencia. La situación fue mantenida por Prebisch de la mejor manera que pudo hasta que, antes de pasar un año en actividad, presentó su renuncia. Fue evidente que su moderación, sobriedad y su cautela eran incompatibles con el momento político que pasaba por la Facultad a su cargo.
Años mas tarde ocupó el cargo de Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, en los últimos años del gobierno de Guido, renunciando a la asunción del Dr. Illia el 12 de octubre de 1963. En poco mas de un año, poco pudo hacer. Años mas tarde afirmaría "que había tantas trenzas que era muy difícil enderezar las cosas, que lamentablemente, esta había sido su más grande frustración". Como cierre de su actividad pública, llegó nuevamente al Decanato de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo el 26 de marzo de 1968, poco después de haber finalizado dramáticamente una brillante época para la educación superior, con los bastonazos de las turbas uniformadas del Coronel Camps en su tristemente recordada "Noche de los Bastones". Quedó atrás una época única para la Universidad argentina y de cuya caída aún hoy no ha podido recuperarse del todo. Poco pudo hacer Prebisch en esa circunstancia ya que al poco tiempo renunció. El 13 de octubre de 1970, a poco de asumir la dirección de la Academia Nacional de Bellas Artes, muere en la ciudad de Buenos Aires.