Baltasar Hidalgo de Cisneros nació en el año 1755, en la casa en que residían sus padres y hermanas, ubicada en la cartagenera calle de la Caridad, siendo bautizado días después en la parroquia de Santa María de Gracia. Sus padres eran Francisco Hidalgo de Cisneros y Seijas, teniente general de la Real Armada, y Manuela de la Torre y Gofre. A pesar de que los Hidalgo de Cisneros tenían una larga tradición de servicio militar en la caballería, Baltasar siguió desde muy joven la carrera naval, ingresando el 3 de marzo de 1770 en la Academia de Guardiamarinas de Cádiz.
Se casó en Cartagena el 23 de 1788 con Inés de Gastambide, con la que tuvo a José María, Baltasar, Esteban y Francisco, todos militares. Un tataranieto suyo fue el también militar Ignacio Hidalgo de Cisneros, jefe de la Fuerza Aérea Republicana durante la Guerra Civil Española.
En 1780, al mando de la balandra Flecha, Baltasar Hidalgo de Cisneros capturó dos buques corsarios británicos, el Rodney y el Nimbre. Al año siguiente y al mando de la fragata Santa Bárbara capturó otros cuatro corsarios de la misma nacionalidad. Durante los años siguientes participó de la expedición militar española a Argel y fue ascendido al grado de brigadier, participando en la defensa de Cádiz contra el bloqueo inglés. Fue destinado al Estado Mayor de la Real Armada, pero en los últimos días de 1804 decidió incorporarse a la escuadra que se uniría en Cádiz a la flota francesa para la batalla decisiva contra Gran Bretaña.
En 1805 combatió contra los ingleses en la batalla de Trafalgar, resultando ser uno de los marinos españoles más destacados que participaron en ella. Ostentaba además el rango de general y Jefe de escuadra y enarboló su insignia en el navío Santísima Trinidad, que era el barco mayor de todos los que tomaron parte en la batalla y que protagonizó uno de los episodios más intensos. En dicha batalla desarrolló cierto grado de sordera por el golpe recibido al caerle encima el palo mayor de su buque.
La de Trafalgar fue su última acción naval. Asumió el mando del puerto de Cartagena y participó en la resistencia contra la invasión napoleónica de su país. Fue vicepresidente de la Junta de Cartagena, presidente de la Junta de Guerra y capitán general del Departamento Naval de Cartagena, uno de los más importantes puertos militares de España.
La Junta Suprema de Sevilla nombró a Baltasar Hidalgo de Cisneros virrey del Río de la Plata en 1809, en reemplazo de Santiago de Liniers. Su misión principal era recomponer la autoridad virreinal, erosionada por las desavenencias entre su antecesor, Santiago de Liniers (sospechoso de deslealtad a España por su origen francés) y el gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío, quien había creado una Junta de Gobierno local.
Al llegar Cisneros a Montevideo, a mediados de julio de 1809, Elío aceptó la autoridad del nuevo virrey y disolvió la Junta, siendo nombrado inspector de armas del Virreinato. En Buenos Aires había dos partidos opositores: los juntistas locales, dirigidos por Martín de Álzaga, estaban en decadencia tras la derrota de la asonada del pasado 1 de enero. No obstante, eran mejor vistos en España, por lo que Cisneros se congració con estos al no desautorizar a Elío e indultar a los responsables de la asonada. El otro partido, el carlotismo, intentaba establecer la regencia de Carlota Joaquina de Borbón en el Río de la Plata y cuestionaba la autoridad de la Junta Suprema y —por consiguiente— la de Cisneros. Este evitó los ataques carlotistas exigiendo y logrando el traspaso del mando fuera de la capital, en Colonia.
Ocupó finalmente su cargo en Buenos Aires, donde intentó aplacar las conspiraciones y fortalecer su poder: aunque se vio obligado a enviar a Elío a España, logró rearmar las milicias españolas disueltas tras la asonada de Álzaga, con lo que la crisis política estaba momentáneamente resuelta.
Pero Cisneros asumió su cargo en un momento que era también de crisis económica: con la derrota de la flota española por la Marina Real británica, el comercio con las colonias se paralizó al no poder enviar barcos a estas. Aunque España posteriormente estableció una alianza con Gran Bretaña, no podía comerciar con ella debido al secular monopolio español del comercio con sus colonias.
Cisneros autorizó entonces el libre comercio con Gran Bretaña, pero esto generó quejas de los comerciantes más poderosos que obtenían grandes ganancias con el contrabando. Para no perder su apoyo, anuló el decreto de libre comercio que había dictado. Esto causó, a su vez, quejas de los comerciantes ingleses, quienes reclamaban que —en tanto que aliados de España contra Napoleón— no deberían ser perjudicados. Para quedar en buenos términos con ambos, dio una prórroga de cuatro meses al libre comercio para que los ingleses pudieran finalizar sus asuntos.
Durante 1809 ocurrieron dos revoluciones en el Alto Perú, la actual Bolivia, que dependía del Virreinato del Río de la Plata: el 25 de mayo estalló la Revolución de Chuquisaca y el 16 de julio otra en La Paz. En ambas ciudades se formaron juntas de gobierno por la ausencia del rey español. Cisneros envió en su contra un ejército al mando del general Vicente Nieto, que logró un éxito incruento en Chuquisaca. El alzamiento de La Paz, en cambio, fue aplastado por tropas enviadas desde el Virreinato del Perú, siendo sus dirigentes condenados a muerte. En Buenos Aires, la represión aumentó el resentimiento de los revolucionarios porteños: Domingo French y Antonio Luis Beruti criticaban que los alzamientos altoperuanos —dirigidos por criollos españoles— fueran reprimidos con la pena capital, mientras los alzamientos contra Liniers— dirigidos por españoles peninsulares — acabaran en indultos.
Al llegar el 13 de mayo de 1810, un barco con noticias de España, que incluían el sometimiento de la corona española y la Junta de Sevilla a las fuerzas de Napoleón Bonaparte, Cisneros intentó incautar los periódicos traídos para que la noticia no se supiera. No obstante, uno de esos periódicos llegó a manos de Manuel Belgrano y Juan José Castelli, quienes difundieron la noticia. Cisneros se vio obligado a proclamarla oficialmente el 18 de mayo.
La Revolución de Mayo, que se produjo temporalmente entre el
18 y el 25 de mayo de 1810, se inició con la confirmación de la caída de la
Junta de Sevilla y desembocó en la destitución de Baltasar Hidalgo de Cisneros
como virrey del Río de la Plata y la asunción de la Primera Junta.
Durante la mañana del 25 de mayo una gran multitud comenzó a
reunirse en la Plaza Mayor, actual Plaza de Mayo, liderados por los milicianos
de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución
del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de una
Junta de gobierno. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente
comenzó a agitarse, reclamando al grito de "¡El pueblo quiere saber de qué
se trata!".
Cisneros seguía resistiéndose a dimitir y tras mucho
esfuerzo, los capitulares lograron que ratificara y formalizara los términos de
su renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto, sin
embargo, resultó insuficiente, ya que los representantes de la multitud reunida
en la plaza reclamaron que el pueblo había resuelto reasumir la autoridad
delegada en el Cabildo Abierto del día 22, exigiendo la formación de una Junta.
Además, se disponía el envío de una expedición de 500 hombres para auxiliar a
las provincias interiores.
Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros,
tras lo cual se procedió a designar a la Primera Junta. El mismo 25 de mayo
Cisneros despachó a José Melchor Lavín rumbo a Córdoba para advertir a Santiago
de Liniers y pedirle que emprendiera acciones militares contra la Junta.
El 15 de junio los miembros de la Real Audiencia juraron
fidelidad en secreto al Consejo de Regencia y enviaron circulares a las
ciudades del interior, llamando a desoír al nuevo gobierno. Para detener sus
maniobras, la Primera Junta convocó a todos los miembros de la audiencia, al
obispo Lué y Riega y al antiguo virrey Cisneros, y con el argumento de que sus
vidas corrían peligro fueron embarcados en el buque británico HMS Dart. Su
capitán, Marcos Bayfield, recibió instrucciones de Larrea de no detenerse en
ningún puerto americano y de trasladar a todos los embarcados a las Islas
Canarias.
Al llegar a las Canarias, el destituido virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros informó al Consejo de la Regencia sobre los hechos
ocurridos en Buenos Aires, y solicitó unos meses de licencia por enfermedad.
Tras reunirse allí con su familia venida de Buenos Aires partió para Cádiz en
julio de 1811.
En enero de 1813 fue nombrado comandante general del
departamento de Cádiz y poco después recibió el ascenso al grado de capitán general.1
El 14 de septiembre de 1818 fue nombrado ministro de Marina y en diciembre del
mismo año director general de la Armada, con orden que desempeñase en comisión
la capitanía general de Cádiz y se encargase de los preparativos de la
expedición hacia América que preparaba el conde de La Bisbal.
Sin embargo, en 1820 triunfó la revuelta de los
constitucionales y Cisneros fue apresado y llevado al arsenal de la Carraca,
permaneciendo en esa situación hasta que el rey juró la Constitución de 1812.
Prescindiendo de opiniones políticas, el gobierno reconoció sus méritos y le
concedió los honores del consejo de Estado y su cuartel en el departamento de
Cartagena, de donde fue nombrado capitán general el 6 de noviembre de 1823.
Con la llegada del Trienio Liberal Baltasar Hidalgo de
Cisneros fue cesado de todos sus cargos y volvió a Cartagena. En 1823, al
restablecerse el gobierno absolutista de Fernando VII, se le nombró capitán
general de Cartagena y falleció en el cargo seis años después, el 9 de junio de
1829.