Julieta Lanteri nació en Briga Marittima, Italia el 22 de marzo de 1873. A los dos años, emigroe mudó junto con su familia a Buenos Aires.
En 1891 fue la primera mujer en inscribirse en el Colegio Nacional de La Plata y sl egresar se inscribió en la Universidad de Buenos Aires en la carrera de Farmacia.
Al recibirse en como farmacéutica en 1898, obtuvo un permiso especial de Leopoldo Montes de Oca para estudiar medicina, una disciplina entonces vedada para las mujeres.
Se recibió como médica en 1906 y fue así la quinta mujer en hacerlo en Argentina.
Tras graduarse trabajó suministrando la vacuna contra la viruela en el servicio de Asistencia Pública de Buenos Aires y en el Hospital de Emergencias y Dispensario.
También atendió en su propio consultorio. Intento ser docente en la Universidad de Buenos Aires, pero fue rechazada con la justificación de que era extranjera.
En 1910 contrajo matrimonio con Alberto Renshaw, de quien se separó al año siguiente. Durante su matrimonio, obtuvo la ciudadanía argentina tras tener que presentar un escrito de su esposo que lo consintiera.
En 1906, Lanteri asistió al Congreso Internacional del Libre Pensamiento que se hizo en Buenos Aires y contó con la presencia de otras feministas como Raquel Camaña, Elvira Rawson de Dellepiane, Petrona Eyle, Sara Justo, Cecilia Grierson y Adelia Di Carlo. El Congreso la expuso a ideas ligadas a obtener la igualdad de sexos, la igualdad política y el divorcio.
En mayo de 1910 organizó, junto a otras mujeres, el Congreso Femenino Internacional que tuvo como sede a Buenos Aires.
Se presentaron trabajos de mujeres de todo el mundo referidas a temáticas de género como derechos civiles y políticos, divorcio, educación, cultura, economía, etc. Fue el primer evento de este tipo que mostró al mundo, de manera concreta, la organización feminista y las propuestas para modificar las situaciones de inferioridad que vivían las mujeres.
En 1911 la Municipalidad de Buenos Aires convocó a los vecinos para que actualizaran sus datos en los padrones, en vistas a las elecciones municipales de concejales. Llamó a que lo hicieran «los ciudadanos mayores, residentes en la ciudad, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos».
Lanteri advirtió que nada se decía sobre el sexo y prosiguió a solicitar su inscripción en la justicia. El juez resolvió a favor de ella y expresó: «Como juez tengo el deber de declarar que su derecho a la ciudadanía está consagrado por la Constitución y, en consecuencia, que la mujer goza en principio de los mismos derechos políticos que las leyes, que reglamentan su ejercicio, acuerdan a los ciudadanos varones, con las únicas restricciones que, expresamente, determinen dichas leyes, porque ningún habitante está privado de lo que ellas no prohíben». El 26 de noviembre, votó en el atrio de la Parroquia San Juan Evangelista de La Boca. El historiador y político Adolfo Saldías se desempeñaba como presidente de mesa y cuándo Lanteri votó la saludó y se congratuló «por ser el firmante del documento del primer sufragio de una mujer en el país y en Sudamérica».
La Dra. Lanteri se dirigió a La Nación y a La Prensa, por entonces los medios más leídos y contó el hecho. Al día siguiente, la novedad apareció en los diarios.
Poco después, el Concejo Deliberante porteño sancionó una ordenanza donde especificaba que el empadronamiento se basaba en el registro del servicio militar, y por consiguiente excluía a las mujeres. Julieta Lanteri se presentó ante registros militares de la Capital Federal para solicitar ser enrolada y hasta acudió al Ministro de Guerra y Marina, pero su petición fue rechazada.
En 1919 se postuló para ocupar una banca en la Cámara de Diputados de la Nación y alegó ante la junta electoral: «la Constitución Nacional emplea la designación genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo, no exigiendo nada más que condiciones de residencia, edad y honorabilidad, dentro de las cuales me encuentro, concordando con ello la ley electoral, que no cita a la mujer en ninguna de sus excepciones». La junta accedió a su reclamo y Lanteri compitió por una banca en el Congreso como diputada, convirtiéndose así en la primera mujer candidata en la Argentina. En su plataforma prometió luchar por sancionar una licencia por maternidad, prohibir la venta de alcohol, otorgar un subsidio por hijo, abolir la pena de muerte y establecer la igualdad entre hijos legítimos e hijos ilegítimos. Obtuvo 1730 votos de los 154302.
Al no ser legalizada para ingresar al parlamento organizó y encabezó en Plaza Flores el primer simulacro de votación callejera. Este meeting congregó más de dos mil personas, y llamó la atención de las feministas en el mundo. A principios de 1920, el Senador Dr. Juan B. Justo la incluyó en su lista del Partido Socialista Argentino junto a Alicia Moreau de Justo.
Mis actos son una afirmación de mi conciencia que me dice que cumplo con mi deber: una afirmación de mi independencia que satisface mi espíritu y no se somete a falsas cadenas de esclavitud moral e intelectual, y una afirmación de mi sexo, del cual estoy orgullosa y para el cual quiero luchar.
Julieta Lanteri.
Lanteri siguió adelante, fundó el Partido Feminista Nacional por el que se postuló a legisladora en varias oportunidades. En 1924, año en que triunfó el Dr. Alfredo Palacios, Julieta lo siguió en cantidad de votos obtenidos. No fue poca cosa, y a partir de allí comenzó a ganarse aún más enemigos.
Los principios de su partido se incorporaron a partidos nacionales en San Juan y Mendoza. Previó golpes totalitarios en Sudamérica, disertando en la Universidad Nacional de La Plata y se entrevistó con el Dr. Marcelo T. de Alvear para comentarle alternativas antiautoritarias. Bregó por derechos y mejoras laborales femeninas e infantiles.
Vivió en Buenos Aires, La Plata, Olivos y Quilmes, lugares donde cultivó la amistad con Alfonsina Storni, Alfredo Palacios, José Ingenieros, entre muchas personalidades. La que fue su última vivienda se conserva en Berazategui, donde funciona una panadería. El Museo Histórico y Natural de esa ciudad conserva algunos pocos objetos de ella.
El 23 de febrero de 1932, la Dra. Lanteri caminaba por la Diagonal Norte, en pleno microcentro de Buenos Aires, cuando un automovilista la golpeó y huyó. Después de dos días en el hospital, murió a los 58 años; donde 1.000 personas acompañaron su funeral.
El incidente mortal, rotulado como accidente por la policía, fue cuestionada por la cronista y escritora Adelia Di Carlo, en El Mundo. La noticia se publicó varios días con los detalles del siniestro, incluso el hecho de que el informe policial había tachado el nombre y vehículo del conductor; y que el hombre, David Klapenbach, era miembro del grupo paramilitar de extrema derecha Liga Patriótica Argentina y había cometido numerosos asesinatos.
La casa de Di Carlo fue saqueada por personal de civil de la Policía de la Capital Federal tras la publicación de estos datos.
Ese asesinato, "accidente de un vehículo marcha atrás" que terminó con su lucha pero no con su memoria, ocurrió en años de abolición de derechos sociales y políticos, durante la presidencia "de facto" del general golpista José Félix Uriburu.