Eduardo Ernesto Lonardi fue un militar argentino, que ejerció, como cuarto presidente de facto, el Hijo de Eduardo Policarpo Lonardi y Blanca Delia Doucet, Eduardo Ernesto pasó gran parte de su carrera en la ciudad de Córdoba donde estableció fuertes vínculos con sectores altos de la sociedad local al contraer nupcias el 12 de diciembre de 1924 con Mercedes Villada Achával (1903-1988), hija de Clemente Segundo Villada Carranza y Mercedes Achával Ávila. Allí se desempeña como Director de la Escuela de Artillería que años más tarde utilizaría como foco de la sublevación de la Revolución Libertadora.
Sucedió al coronel Juan Domingo Perón como Agregado Militar en Chile en 1942 donde se vio envuelto en un caso de espionaje que había sido planeado por su antecesor, que lo llevó inclusive a estar detenido en aquel país.
Se negó a participar del golpe de 1943 y se sumó en 1951 al intento de deponer a Perón, tras lo cual fue pasado a retiro ostentando el rango de General de División.
Eduardo Lonardi encabezó el levantamiento contra el gobierno constitucional el 16 de septiembre de 1955, que terminaría en la implantación de la dictadura autotitulada Revolución Libertadora. La consigna de Lonardi con sus cómplices en el interior del comando era "Dios es justo". La V División (leal al Gobierno), cercó a Lonardi, viendo que la situación le era desfavorable pidió que acelerara su levantamiento, entonces la flota bombardeó los depósitos de Mar del Plata, tras lo cual los golpistas llegaron a amenazar con bombardear Buenos Aires si Perón no renunciaba. El golpe se autodenominó Revolución Libertadora.
Ocupó de facto la presidencia de Argentina luego del golpe de Estado cívico militar que en 1955 derrocó a Perón, dada la necesidad de la dictadura autodenominada Revolución Libertadora de presentar un nombre de prestigio que unificara a las Fuerzas Armadas.
Lonardi inició medidas tendentes a lograr la "reconciliación nacional", pero fue obligado a renunciar por los sectores más duros del Ejército y la Armada.
A él se le atribuye la famosa frase:
"Ni vencedores ni vencidos,"
Estas palabras pueden haber sido inspiradas en la misma frase pronunciada por el general Justo José de Urquiza después de la batalla de Caseros, en 1852.
Durante su corto gobierno intentó pacificar el país infructuosamente, manteniendo ciertos cambios políticos y sociales que se habían gestado durante el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón. Designó en los cargos principales a amigos y compañeros de conspiración antiperonistas, independientemente de sus opiniones políticas.
A nivel ministerial, primaban los civiles por sobre los ministros de origen militar. Sin embargo, sus posiciones ideológicas oscilaban en dos extremos: había ministros que adherían a las tradiciones liberal de Argentina, y que se habían opuesto al peronismo desde el primer día y que ahora en el poder, pretendían desmantelar todo el aparato político del peronismo, disminuir el poder de la CGT y reconstruir la vida política sobre la base de partidos políticos sin influencia alguna del peronismo. Sus principales referentes eran el ministro del Interior y Justicia Eduardo Busso, el titular del Ministerio de Marina Teodoro Hartung y hasta el mismo vicepresidente Isaac Rojas.
En el otro extremo había ministros nacionalistas católicos que consideraban a los partidos liberales argentinos tradicionales argentinos como traidores a los valores nacionales. Que en sus orígenes habían simpatizado con las políticas de Juan D. Perón adoptadas en su primer mandato, pero que luego se volvieron adversos al peronismo debido a que consideraban que el segundo mandato del presidente Perón había sido hostil hacia la Iglesia Católica, que realizó un viraje en la política petrolífera y porque se cometieron excesos y actos de corrupción. Los principales referentes de este extremo eran cuatro ministros: el General de Brigada Juan José Uranga -ministro de Transportes-; el General de Brigada Justo León Bengoa -ministro de Ejército-; Luis B. Cerruti Costa -ministro de Trabajo y Bienestar Social- y el Canciller Mario Amadeo.
Teniendo a los militares y ministros, tanto los liberales como a los nacionalistas católicos, maniobrando para agrandar cada vez más su esfera de influencia dentro del gobierno y acusándose mutuamente de conspiración, una explosión y quiebre dentro del gobierno de facto de Lonardi era sólo cuestión de semanas.
Conformó una "Junta Consultiva" con la Unión Cívica Radical y otros partidos de la oposición al peronismo, que tuvo continuidad con el presidente Pedro Eugenio Aramburu.
Pasadas las primeras semanas se delinearon en las filas del gobierno dos líneas políticas, una de los autodenominados “demócratas” o liberales, que eran entre moderados y conservadores en sus concepciones socioeconómicas, y tenían al ministro de Interior y Justicia Eduardo Busso como su expresión más fuerte en el gabinete. La otra, católica y nacionalista, era opuesta tanto al liberalismo argentino como a los partidos políticos tradicionales, de la que participaban el ministro de relaciones exteriores y culto Mario Amadeo, el Ministro de Trabajo Luis B. Cerruti Costa, Juan Carlos Goyeneche, que ocupaba el cargo que otrora tenía el odiado Raúl Alejandro Apold en la Secretaría de Prensa y Actividades Culturales, el general Justo León Bengoa, Ministro de Ejército, el general Juan José Uranga, Ministro de Transporte y, fundamentalmente, Clemente Villada Achával, cuñado de Lonardi al que se le atribuía influencia sobre el mismo desde su cargo de Secretario general de la Presidencia. Los partidos políticos apoyaban la línea de Busso con la sola excepción de la Unión Federal Demócrata Cristiana, un partido que había sido creado apresuradamente para reunir a simpatizantes nacionalistas, que respaldaba a Villada Achával. La frágil salud de Lonardi era un factor que tornaba inestable el equilibrio entre las dos tendencias.
Otro tema de desacuerdo era la resistencia de Villada a que se interviniera la CGT y se disolviera el Partido Peronista, dos medidas reclamadas por el sector liberal que Villada consideraba incompatibles con el propósito de recrear una convivencia armónica.
Villada preparó un decreto creando una nueva Secretaría de Asesoramiento, que Lonardi desechó luego de escuchar las objeciones de Busso; sin embargo, esto originó una ola de rumores conforme los cuales Villada planeaba promoverse a Primer ministro para sustituir al Presidente en caso de ausencia y, en síntesis, asumir facultades para controlar el curso de la revolución. Lo cierto es que tanto Busso como Muñiz tenían relaciones fluidas con los dirigentes de los partidos políticos en tanto Villada se alejaba de ellos desconfiando de la “política tradicional”.
El 10 de noviembre Lonardi aprobó un decreto preparado por Villada que desdoblaba las carteras de Interior y Justicia, dejando a Busso a cargo de la última y designando en Interior a de Pablo Pardo. Lonardi pensaba que éste –un reconocido antiperonista que incluso había participado del complot para derrocar a Perón– era una figura aceptable para la Marina pero cuando le llevaron el decreto a firmar a Teodoro Hartung, el Ministerio de Marina lo hizo a regañadientes y advirtió a Lonardi que se produciría un conflicto. Los antecedentes nacionalistas de De Pablo Pardo así como publicaciones de ideología fascista que había hecho en la década de 1940, sumado a la circunstancia de que estaba reemplazando a un ministro con prestigio consolidado y amplio apoyo civil lo hacían inaceptable para la Marina y el sector liberal del gobierno. Busso no aceptó la modificación, presentó su renuncia y Lonardi designó a en su lugar a Bernardo Velar de Irigoyen, a quien tomó juramento el 12 de noviembre.
En la noche entre el 12 y el 13 de noviembre hubo sucesivas reuniones del Presidente en la Residencia presidencial de Olivos de los tres ministros militares y de grupos de oficiales superiores de las tres armas, quienes solicitaron que se disolviera el Partido Peronista, se interviniera a la CGT, se creara una Junta Militar Revolucionaria que controlara los nombramientos y los pronunciamientos, y se removiera algunos funcionarios, punto éste que era, en realidad, secundario. Los jefes militares no deseaban el alejamiento de Lonardi y consideraban posible llegar a un acuerdo con éste.11
Lonardi solo aceptó el alejamiento de Luis María de Pablo Pardo y de Villada Achaval pero rechazó desprenderse del mayor Juan Guevara, su edecán, otro de los objetados, y tampoco aceptó compartir su poder con una Junta ni tomar las demás medidas de gobierno solicitadas.
Apenas amaneció el 13 de noviembre, se presentaron en la residencia oficial los tres ministros militares: de Guerra, general Arturo Ossorio Arana, de Marina, almirante Hartung, y de Aeronaútica, brigadier Ramón Abrahim, quienes le manifestaron que había perdido la confianza de las Fuerzas Armadas por lo que le requerían su renuncia. Luego de algunas consultas, Lonardi anunció que no presentaría su renuncia por escrito porque consideraba que lo estaban echando. No obstante ello aceptó finalmente no hacer declaraciones públicas sobre su alejamiento, que en la prensa fue explicado como consecuencia de sus problemas de salud. El 13 de noviembre asumió como nuevo presidente Pedro Eugenio Aramburu, cuya elección había sido consensuada en las conversaciones que los mandos habían sostenido desde 4 o 5 días antes.
Falleció poco después de dejar la presidencia, tras un breve período de trabajo como agregado militar en la embajada argentina en Washington DC. Sus restos descansan en el Cementerio de La Recoleta.