Ángel Amadeo Labruna nació el 28 de septiembre de 1918 en el barrio de Palermo y fue allí donde mamó las dos grandes pasiones de su vida: River y los caballos de carrera. Como hincha de la banda roja, caminaba varias veces por día desde la relojería de su padre (en Las Heras entre Bustamente y Pereyra Lucena) hasta la cancha de River en Alvear y Tagle para practicar básquetbol en el club de sus amores. Hasta que finalmente se decidió por el fútbol y pasó a formar parte de las divisiones inferiores millonarias.
En 1939, aún juvenil, fue convocado a jugar en la Primera a raíz de una huelga de los profesionales del club por una sanción aplicada al crack de la institución, José Manuel Moreno. Y justamente le tocó vestir la casa número 10, la que usaba el “Charro”. Sus goles y excelente rendimiento determinaron que, una vez superado el conflicto, Moreno tuviera que jugar de entreala derecho porque a Labruna era imposible sacarlo.
Así se inició una carrera fantástica, que se prolongó por dos décadas en la primera de River y que terminó con 41 años, en la Navidad de 1959, porque no formaba parte del nuevo proyecto de “fútbol-espectáculo” que decidió la dirigencia millonaria con la incorporación de varios futbolistas extranjeros. En esos 20 años, el gran Angelito se dio el gusto de integrar junto a Juan Carlos Muñoz, Moreno, Adolfo Pedernera y Félix Loustau la delantera de la llamada “La Máquina” y, compartiendo cartel con Amadeo Carrizo para muchos mejor arquero del siglo, Santiago Vernazza, Eliseo Prado, Walter Gómez y nuevamente Loustau, “La Maquinita” del triplete de campeonatos de 1955, 56 y 57.
Esos fueron los picos de una carrera futbolística que lo destacaron por su gran capacidad goleadora, afianzada en una técnica depurada y en una guapeza sin límites.
Era famoso aquello de que cuando Angelito “agachaba la joroba” (forma muy particular en que arqueaba su cuerpo) al ingresar al área, al arquero rival no le quedaba otra que ir a buscarla al fondo de la red. Sus 293 anotaciones en 515 partidos son una categórica demostración de este olfato y sentido del gol.
En ese amplio período de 20 años, fue asiduo integrante de la Selección Nacional, en épocas en que nuestro representativo solo competía a nivel sudamericano, donde obtuvo los títulos en Sudamericanos de Guayaquil 1946 y Lima 1955, aunque en este caso como suplente de Enrique Omar Sívori. Cuando la Argentina volvió al ruedo mundial en Suecia 1958, también estuvo Angelito, con 39 años, para soportar un fracaso que hizo historia.