Después de haber asumido interinamente la cancillería Tomás Le Bretón, se hizo cargo de la misma el titular Angel Gallardo, sucesor de Florentino Ameghino en la dirección del Museo de historia natural y presidente durante los cinco primeros arios del gobierno de Yrigoyen del Consejo nacional de educación y luego ministro plenipotenciario en Italia.
Uno de los puntos a encarar fue el entredicho producido con motivo de la quinta conferencia panamericana reunida en Santiago de Chile para uniformar criterios relativos a la limitación de armamentos, a tratar también en una conferencia previa en Valparaíso. La Argentina había decidido la no concurrencia al encuentro previo a fin de evitar recelos de los países no invitados a la misma.
Fueron designados delegados a la quinta conferencia panamericana Manuel Augusto Montes de Oca, Fernando Saguier y Manuel Malbrán. La Argentina mantuvo allí la política de limitación de armamentos, a la que no se comprometieron Brasil ni Chile, sospechándose que los Estados Unidos o intereses de aquel país habían alentado esa actitud. La modernización de la escuadra y la construcción de bases militares y de ferrocarriles fronterizos pusieron a la Argentina en términos de igualdad con sus vecinos.
Mayor trascendencia y mayor discusión tuvo la provisión del arzobispado de Buenos Aires al morir el 8 de abril de 1923 el titular Antonio Espinosa.
Siguiendo la tradición desde la declaración de la independencia nacional, el Senado aprobó una terna compuesta por Miguel de Andrea, Francisco Alberti, obispo de La Plata, y Abel Bazán, obispo de Paraná.
Ángel Gallardo fue ingeniero civil, doctor en Ciencias Naturales y político argentino. Estuvo a cargo de la Presidencia del Consejo Nacional de Educación, del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires. Fue objeto de distinción por parte de entidades científicas de su país y extranjeras
Remitida dicha terna al Vaticano, éste se rehusó al nombramiento del primero sin dar ninguna explicación. Como la decisión se postergara y el presidente Alvear hubiese sido informado por el nuncio apostólico de que habían surgido dificultades para la designación propuesta, se resolvió mantener la terna, a pesar de que el candidato de Andrea había renunciado en noviembre de 1923. El gobierno insistió: monseñor de Andrea sería el único arzobispo de Buenos Aires y no se presentaría otro nombre para sustituirlo. Se sucedieron los incidentes; el presidente insistió en mantener la candidatura de monseñor de Andrea, no obstante haber hecho saber éste su decisión irrevocable de no aceptar el arzobispado. La oposición del Vaticano se atribuye a la actitud político-social de monseñor de Andrea, similar a la de Don Sturzo en Italia.
Los sucesos trascendieron a la prensa y fueron comentados en el Congreso. Se llegó a proponer el retiro del ministro Mansilla del Vaticano y la declaración del nuncio apostólico como persona no grata. El Vaticano nombró sin previo acuerdo con el gobierno argentino a monseñor Juan Agustín Boneo, obispo de Santa Fe, administrador apostólico de Bnenos Aires. Una acordada de la Corte Suprema de Justicia aconsejó que se negase el paso al documento pontificio correspondiente. La discusión se mantuvo en tonos apasionados, pero el 15 de enero de 1925 se aceptó la renuncia reiterada de monseñor de Andrea.
El gobierno argentino pidió al Vaticano que el nuncio papal, Beda de Cardinale, y el secretario, Silvani, fueran relevados dc sus cargos, considerando que su mediación no había facilitado la solución de la crisis producida. El retiro de esos funcionarios eclesiásticos facilitó una salida honrosa. Mientras tanto el gobierno no mantuvo relaciones oficiales con monseñor Boneo, aunque sin testimoniar ninguna hostilidad hacia su persona. A fines de septiembre el Senado formó una nueva terna para el arzobispado, integrada por Alberti, Piedrabuena y fray José María Bottaro.
A fines de 1926 llegó a Buenos Aires un nuevo nuncio apostólico, Felipe Cortesi, cuya habilidad diplomática puso fin al entredicho después de tres años y medio de discrepancias en las que el gobierno mantuvo el derecho al patronato.
A mediados de 1927 el Senado formó las ternas para los obispados de Catamarca, Córdoba, Santiago del Estero y Paraná, siendo confirmados los propuestos sin inconveniente alguno. Poco después el poder ejecutivo envió al Congreso un mensaje proponiendo la creación de cinco arquidiócesis y varias diócesis nuevas.
Miguel de Andrea figuraba primero en la terna preparada por el Senado de la Nación para el arzobispado de Buenos Aires. No obstante ello, fue designado como Ministro Plenipotenciario del Gobierno Argentino ante la Santa Sede.Durante la década del 20 participará de la formación del grupo parapolicial de derecha Liga Patriótica Argentina junto con Joaquín Samuel de Anchorena, Dardo Rocha, el general Luis Dellepiane, Estanislao Zeballos, Luis Agote, Francisco P. Moreno, Ángel Gallardo, Jorge Mitre, Carlos Tornquist, Monseñor Napal, Miguel Martínez de Hoz, Julio A. Roca (hijo). Cuando en noviembre de 1920 se desató la huelga general de peones rurales en la provincia de Santa Cruz, hecho popularmente conocido como la Patagonia Rebelde, la Liga se alistó para frenar el paro, la patronal comienza una serie de represalias contra los participantes de las huelgas con refuerzos parapoliciales integrados por miembros de la Liga. La Liga Patriótica tuvo una actuación destacada en el conflicto que finalizó en enero de 1922, con un saldo de 1.500 trabajadores muertos.
La cancillería tuvo que atender diversas tareas circunstanciales propias de su radio de acción, como la delegación cultural y artística italiana en mayo de 1924, presidida por el embajador Guriatti; en agosto del mismo año llegó el príncipe heredero de Italia, Humberto de Savoia, lo que dio lugar a una serie de festejos y recepciones; en marzo de 1925 llegó al país el príncipe de Gales, que fue homenajeado solemnemente.
Durante el viaje a Buenos Aires de la escuela militar de Chile, que debía reunirse con las del Brasil, Uruguay y Paraguay, se produjo un accidente ferroviario en la estación Alpatacal, que causó numerosas víctimas entre los cadetes chilenos; el presidente Alessandri vino a Buenos Aires y fue objeto de grandes agasajos.
En ocasión del centenario del primer tratado comercial, el firmado con Inglaterra en 1825, se inició por la cancillería la publicación de la compilación titulada Tratados y convenios vigentes.
Fue por aquellos arios Buenos Aires un centro de atracción internacional; llegaron en visita y en misión cultural hombres de ciencia como Albert Einstein, personalidades políticas como Orlando, Lord Curzon, Francisco Gambó, Albert Thomas; escritores como Luigi Pirandello y Keyserling, etcétera.
En 1927 el canciller viajó a Europa para inaugurar en Génova el monumento a Manuel Belgrano. Desde allí acudió a París en representación de la universidad de Buenos Aires para rendir homenaje al químico Berthelot en ocasión del centenario de su nacimiento y fue el único de los delegados extranjeros que hizo uso de la palabra en el acto, después del presidente del consejo de ministros Raymond Poincaré.
Alvear con el príncipe del Piamonte, Humberto de Savoia, agosto de 1924. (Archivo General de la Nación.)
El Congreso no se distinguió tampoco por su colaboración con el poder ejecutivo en su política exterior. Desde junio de 1923 pidió la sanción de la adhesión argentina a la Liga de las naciones; reiteró el pedido eri Junio de 1924, y en julio de 1928. Ya en mayo de este último ario había asistido una delegación presidida por Carlos Saavedra Lamas a la Conferencia internacional del trabajo y presidió la asamblea internacional.
Tampoco colaboró en la consideración de los acuerdos internacionales de la presidencia de Alvear, que no fueron tratados hasta 1930, entre ellos el convenio con Noruega sobre internación de alienados; el tratado con el Uruguay sobre delimitación de las islas en el río Uruguay; la convención con Bélgica sobre reciprocidad de asistencia médica y hospitalaria; el tratado general de arbitraje con Suiza; el convenio con Bélgica sobre reciprocidad en el pago de indemnizaciones por accidentes de trabajo; el convenio con Francia reconociendo la validez recíproca del servicio militar cumplido, sin pronunciarse con respecto a la nacionalidad de los interesados; la convención con Dinamarca sobre reciprocidad en el pago de indemnizaciones por accidentes de trabajo, sobre extradición de criminales y sobre asistencia médica y hospitalaria gratuita; la convención con Yugoeslavia sobre reciprocidad en el pago de indemnizaciones por accidentes de trabajo.
En 1925 se entablaron negociaciones con el gobierno del Uruguay acerca de la jurisdicción en las aguas del río de la Plata, sin llegar a un acuerdo preciso.
Albert Einstein, José Arce y Ángel Gallardo, durante una conferencia en el Colegio Nacional de Buenos Aires en el año 1925.
Un hecho dejó en situación poco favorable el prestigio exterior argentino. Se trataba de Nicaragua, que había sido invadida por tropas norteamericanas y donde un grupo de hombres, encabezados por César Augusto Sandino, luchaba contra los invasores. En un reportaje periodístico al ministro de relaciones exteriores, éste dijo que Nicaragua estaba muy lejos y que ningún argentino se interesaba especialmente por ella. Iba a reunirse el sexto congreso panamericano en La Habana y acudió a él el En 1925 se entablaron negociaciones con el gobierno del Uruguay acerca de la jurisdicción en las aguas del río de la Plata, sin llegar a un acuerdo preciso.
Un hecho dejó en situación poco favorable el prestigio exterior argentino. Se trataba de Nicaragua, que había sido invadida por tropas norteamericanas y donde un grupo de hombres, encabezados por César Augusto Sandino, luchaba contra los invasores. En un reportaje periodístico al ministro de relaciones exteriores, éste dijo que Nicaragua estaba muy lejos y que ningún argentino se interesaba especialmente por ella. Iba a reunirse el sexto congreso panamericano en La Habana y acudió a él el embajador argentino en Washington, que sostuvo la tesis de la igualdad de las naciones, y expresó un criterio de censura contra la Unión por la invasión a Nicaragua. Su discurso fue censurado y el embajador H. Pueyrredón hubo de renunciar al cargo.
Eduardo de Windsor, príncipe de Gales, con Alvear, Francis Beilby Alston, Agustín P. Justo y José F. Uriburu, durante una visita al Colegio Militar, agosto de 1925. (Archivo General de la Nación.)