Fue el ministro Justo se sintió obligado a salir al cruce de esos rumores en una carta al doctor Zavalía:
La carta tomó estado público a través de la prensa.
Los antipersonalistas procuraron atraer a su causa a los conservadores, que no tenían ninguna perspectiva en la contienda electoral de 1928, sobre todo por no haberse logrado la intervención a la provincia de Buenos Aires. El 9 de febrero de 1927 lanzaron un manifiesto en el que condenaban la presidencia de Yrigoyen y el personalismo como un peligro nacional a causa del incondicionalismo de sus integrantes, que se sometían sumisos a la voluntad o al capricho de un hombre. "El personalismo es una fuerza excluyente con la que había que chocar definitivamente en los comicios, porque el radicalismo había nacido para purificar las costumbres políticas del país, moralizar la administración pública y cumplir la Constitución". El enfrentamiento de las dos alas del radicalismo era inevitable y los puentes de conciliación habían sido rotos. Pero los antipersonalistas contaban con la simpatía personal del presidente.
En el mensaje al abrir las sesiones del Congreso expuso ideas y normas de conducta que no dejaban lugar a dudas: "Toda mi energía estará al cuidado de asegurar la libre elección de nuestros futuros gobernantes", y alude al personalismo en estos términos: "Hay agrupaciones enfermas de sectarismo, propensas al sometimiento a que las condenan, por gravitación natural de las cosas, las voluntades fuertes que alcanzan a ganar su confianza y concluyen por despojarlas de sus facultades de análisis, de contralor y de selección". Deseó una superación de esos vicios y decía: "Así habremos concluido con la paradoja de que un país como el nuestro, sano, inteligente, laborioso, que nada teme a las peores crisis de nuestra economía o de sus finanzas, y viva poseído de la obsesión de considerar irreemplazables a los hombres públicos". Vio con satisfacción la agitación del ambiente en busca de nuevos derroteros y concluía: "He aquí porque contemplo con honda satisfaccion cómo se agita el ambiente y como se mueven las fuerzas atraídas por la lucha comicial que se acerca y por que considero mi deber, como presidente estimular la obra que han de realizar mis conciudadanos, sin perjuicio de colaborar en ella, como ciudadano también, poniendo mi anhelo en favor de las soluciones que más garantías ofrezcan al bienestar de la República y a la evolución que deseo ver realizarse en las costumbres políticas".
Los conservadores, a iniciativa de Julio A. Roca, gobernador de Córdoba, procedieron a reunirse en asamblea en abril del mismo ario; acudieron Rodolfo Moreno, por el partido conservador de la provincia de Buenos Aires; Félix Gómez, por el partido autonomista de Corrientes; Evaristo Pérez Virasoro, por el partido liberal de la misma provincia; Laureano Landaburu, por el partido liberal de San Luis; Gilberto Suárez Lago, por el partido liberal de Mendoza; Abraham de la Vega, por el partido liberal de Tucumán; Manuel Alvarado, por la Unión provincial de la misma provincia; Carlos Ciro Gutiérrez y Dalmiro Yanzón, por los conservadores de San Juan. Se procuró allí echar las bases de una acción política concorde en vista de las próximas elecciones presidenciales.
El antipersonalismo convocó a una convención partidaria para el 20 de abril a fin de proclamar la fórmula presidencial que sostendría en los comicios de 1928. Leopoldo Melo había anunciado las bases de un programa de gobierno: afianzamiento del federalismo, respeto por las autonomías provinciales, delimitación legal de las intervenciones, un presupuesto sin déficit, supresión de la superposición fiscal de los impuestos internos, estatuto del empleado público y búsqueda de la fórmula de un seguro social, educación popular.
La convención antipersonalista tropezó con las posiciones tomadas de antemano en favor de las candidaturas, unos en favor de Leopoldo Melo y otros en favor de Vicente C. Gallo. Los partidarios del primero representaban a los antipersonalistas de Entre Ríos, Santa Fe, Mendoza, San Juan, Catamarca, Santiago del Estero y San Luis; los del segundo eran las minorías de Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba, La Rioja, Jujuy, provincia. de Buenos Aires y capital federal. Los melistas y gallistas se mantuvieron firmes en sus acuerdos previos y la mediación de José Apellaniz para una conciliación no tuvo resultados. La reunión de los convencionales el 21 de abril no pudo realizarse por falta de quórum.
En la sesión preparatoria del 25 de abril fue elegido presidente Ignacio Bas, pero la manifestación de hostilidad contra Federico Cantoni degeneró en desorden y la asamblea hubo de darse por disuelta.
Ignacio Bas tomó a su cargo la tarea de llegar a un acuerdo entre las dos fracciones y, con el apoyo de Al-year, logró que fuese encabezada la fórmula por Leopoldo Melo, con Gallo en segundo término. Melo había sido amigo y condiscípulo del presidente Alvear. Al fin la fórmula Melo-Gallo fue proclamada por 168 votos en favor del primero contra 163 en favor del segundo.
El yrigoyenismo centró sus ataques más furiosos contra Melo, sin límites en las injurias y calumnias. Pero se volvió a agitar el asunto de la intervención a la provincia de Buenos Aires, cuya presencia podía deshacer todos los cálculos en la futura lid electoral. El grupo parlamentario socialista, a iniciativa del senador Juan B. Justo, presento en mayo de 1927, por intermedio del diputado Enrique Dickmann, un proyecto de intervención a la provincia, basándose en la proliferación de los juegos de azar.
Silvano Santander menciona, según relato de Luis Rodríguez Yrigoyen, una entrevista de Yrigoyen con Juan B. Justo. Si los socialistas votaban en favor de la intervención a la provincia de Buenos Aires, la bancada radical sería vencida en su oposición. Justo reconoció que el único motivo por el que votarían los legisladores socialistas por la intervención era el auge del juego, de las carreras casi todos los días. Yrigoyen respondió que el asunto tenía remedio. Cuándo? Mañana mismo. El gobierno provincial tomó medidas en el sentido de restringir el juego y las carreras.
Los propios yrigoyenistas de la legislatura bonaerense acordaron abolir las leyes de juego, suprimir la lotería y clausurar los hipódromos. De esa forma quitaban a los socialistas la razón de ser de su proyecto, el cual fue entonces retirado.
Para los socialistas el hecho tuvo graves consecuencias; Dickmann fue acusado de haber procedido en connivencia con Melo y los conservadores; se produjo una escisión en el viejo partido y los disidentes formaron el partido socialista independiente (1927), que integraron los que habían sido expulsados del partido tradicional: los diputados Juan Remedi, Pedro Revol, Antonio di Tomaso, Augusto Bunge, Agustín Muzio, Edmundo Tolosa, Alfredo L. Spinetto, Fernando de Andréis, Héctor González Iramain, Eduardo Belisle y los concejales Manuel González Maseda y Carlos Manacorda. Este núcleo dio vida a un diario, La Libertad y fueron apellidados por los antiguos correligionarios por ello los libertinos. En las elecciones del año siguiente derrotaron a los antiguos compañeros en la capital federal. Juan B. Justo falleció el 8 de enero de 1928.
Alejandro Korn escribió en un diario platense una nota necrológica, emotiva, en la que se lee: "Al incorporar a nuestro acervo la idea de la justicia social se ha superado por primera vez la ideología alberdiana, y se ha renovado el contenido del pensamiento argentino. Ya este concepto no puede eliminarse de la evolución nacional. La obra de Justo desborda los límites de su partido. Sus mismos adversarios han debido plagiarlo. Por eso también la obra de Justo no termina con su muerte. En eso se distingue de la obra de los efímeros. Es el privilegio de los grandes extender su acción más allá de la tumba. La vida les ha sido demasiado breve para agotarse".
Los conservadores reunieron su convención nacional partidaria en Córdoba el 7 de agosto, con asistencia de 29 delegados; resolvieron apoyar la fórmula antipersonalista, "porque sus nombres son una garantía de respeto a nuestras instituciones y la más fuerte oposición al personalismo".
Declaraciones de apoyo como las de los conservadores no podían menos de perjudicar a los antipersonalistas y pronto se difundió lo del contubernio. Además Leopoldo Melo, para obtener los votos de San Juan, defendió en el Senado los diplomas de Federico Cantoni y Aurelio Porto, que fueron rechazados por 14 votos contra 6 el 24 de agosto. Fue uno de sus mayores errores políticos y tácticos.
Los candidatos del antipersonalismo respondieron a la Confederación de derechas constituida en Córdoba, expresando que "felizmente han coincidido en las respectivas declaraciones de principios de esa convención y de la Unión cívica radical (antipersonalista)".
Personalidades de la banca, el comercio y la industria se adhirieron en un manifiesto público a la candidatura Melo-Gallo; hizo lo mismo una comisión de hacendados presidida por Joaquín S. de Anchorena. La fórmula an-tipersonalista ganó el apoyo de los sectores conservadores, y ese apoyo significó su descrédito definitivo ante las masas populares, que no vieron su salvación y su defensa más que con el triunfo de Yrigoyen.
Sin embargo, la corriente antlyngoyenista tenía nueve gobiernos provinciales a su favor y eso hacía augurar que su victoria estaba asegurada. Escribió Carlos Ibar-guren en sus memorias: "Fue tan entusiasta la exteriorización del 'frente único' radical antipersonalista y conservador, en el que se reunían el régimen y una fracción importante de la causa, que se creyó seguro el triunfo de esa conjunción política, que el doctor Alvear prohijaba con decidida simpatía". Ante esas perspectivas no vacilaron los gobernadores de la mayoría de las provincias en declararse a favor de la fórmula Melo-Gallo; así hicieron los gobiernos de Santa Fe, Corrientes, Mendoza, San Juan, Córdoba, Entre Ríos, Salta y La Rioja. Ibarguren tiene sin embargo razón cuando explica lo siguiente: "El presidente se limitó a declaraciones en favor del antipersonalismo; pero no produjo acto alguno que, en el hecho, significara una intervención o una traba positiva para evitar que fuese reelegido quien, seis años antes, le había obsequiado con la primera magistratura de la República. Se creyó obligado, no sólo por respeto a las instituciones democráticas, que le imponían imparcialidad, sino también por deber caballeresco, a no combatir con las armas que le daba el poder público, a quien se lo debía".
En las elecciones de renovación de poderes en Salta, con un gobierno conservador, triunfaron los yrigoyenistas por 200 votos de mayoría y fue consagrado gobernador Julio Cornejo. En Tucumán triunfó la fórmula gubernativa encabezada por José Shortheix, por 38.000 votos contra 20.000. En Santa Fe, a comienzos de febrero de 1928, los yrigoyenistas se impusieron con 83.000 votos contra 73.000 de los antipersonalistas y 9.000 de los demócratas progresistas, quedando consagrado gobernador Pedro Gómez Cello. En Córdoba se impuso la fórmula radical Enrique Martínez-José A. Zeballos en las elecciones de mediados de marzo por 93.000 sufragios centra 75.000 de los adversarios.
En vista del giro que iban tomando las cosas en las provincias gobernadas por conservadores y antipersonalistas, volvió a plantearse el 7 de marzo por los represen-tantes del Frente único la intervención de la provincia de Buenos Aires; Alvear permaneció en su posición. Convocado el gabinete, Angel Gallardo, Tamborini, Molina se mostraron contrarios a la intervención en acuerdo con el presidente; tampoco la apoyaron Sagarna, Mihura y Ortiz; los ministros militares, Justo y Domecq García, no manifestaron opinión al respecto. Ese supremo recurso para la próxima contienda electoral debía, pues, ser descartado.
Agrupaciones del más variado origen se volcaron con entusiasmo en la propaganda a favor de la candidatura de Yrigoyen; un comité israelita argentino; un diario sirio-libanés; la Asociación del comercio, la industria y el trabajo que presidía Carlos Merlini; un comité nacional de artistas y escritores, en el que figuraban Jorge Luis Borges, Enrique Muiño, Enrique González Tuñón, Horacio Rega Molina; numerosos comités ferroviarios, etc., se lanzaron a la propagación y a la defensa de la candidatura del jefe radical. Se mencionó el caso de la revista Martín Fierro, del grupo de la calle Florida; los miembros más significados de la misma propusieron que la revista declarase su apoyo a Yrigoyen; habrá habido alguna discrepancia, pues la revista dejó de aparecer.
Alfredo Galletti, en su trabajo sobre la política y los partidos, sostiene que "Alvear significaba en el gobierno el establecimiento de una mentalidad conservadora, con retoques a la concepción del liberalismo ilustrado y de la oligarquía liberal. Descartada ya una vuelta in toto hacia las formas precedentes a 1916, era lógico suponer que Alvear tenía una significación bien diferente de Yrigoyen. El costado liberal de su gestión (desde el punto de vista económico primordialmente) era visto como la posible solución satisfactoria que daría continuidad al status político (y también jurídico-social en algunos respectos) predominante con anterioridad a esa fecha"... "La conciencia liberal, con Alvear, podría adecuarse a las líneas de un conservadurismo progresista (en alguna forma a la manera inglesa y un tanto al parlametarismo francés, en ciertos respectos). El conservadurismo aceptaba, a veces de viva fuerza, en ocasiones con inteligencia realista, algunos nuevos conceptos que iban cambiando añejas estructuras. Encastillado en el riguroso planteo finisecular, esto es, en la creencia de la libertad económica indefinida, habríase estacionado y perdido total vigencia. Con retoques, con una concepción inteligente a fin de hacer sobrevivir un estilo de vida en trance de superación, era posible que la oligarquía viera reverdecer algunos de sus ahora marchitos laureles. Quizás encontrara en Alvear una expresión adecuada de sus anhelos, en una visión un tanto limitada de lo que el mismo término puede significar, de un ideal humano, concreto y apegado a su circundante realidad. Era, así, aceptado aun por las élites como una solución no del todo ineficaz y la mejor entre dos posibles soluciones a elegir. Alvear, por lo demás, había gobernado en un período de bonanza, en el cual no se sentía agudamente la crisis. Conformaba discretamente a sectores diferentes en apariencia, pero adunados en torno a un estilo de vida política determinado".