Se mantenía en el gobierno de la provincia Federico Martínez de Hoz, nombrado por Uriburu, un conservador tradicional, que fue objeto de un alzamiento contra su gestión, obra de Rodolfo Moreno y su grupo, en el que figuraban Antonio Santamarina, Carlos Güiraldes y Daniel Videla Dorna. Abandonado por la policía y los comités del propio partido, renunció al cargo.
La sola presencia del interventor nombrado por el poder ejecutivo nacional, general Pistarini, sirvió para que se alejaran los sediciosos y Martínez de Hoz fue repuesto en su cargo.
Los grupos nacionalistas del 6 de septiembre se movieron en favor del gobernador de la provincia. J. B. Molina, poco adicto al gobierno de Justo, director de la Escuela de suboficiales, se habría comprometido a colocar en la policía bonaerense a suboficiales de su confianza para contener el auge de los radicales.
De ese modo podrían quedar marginados los adeptos de Alberto Barceló y el mismo partido demócrata nacional. En la última semana de enero se acordó proclamar la fórmula Manuel A. Fresco-Amoedo para suceder a Martínez de Hoz y pocos días después renunció el gabinete en pleno de la provincia y la crisis, fue superada con un gabinete nuevo, en el que Raimundo Meabe se hizo cargo del ministerio de gobierno, Marcelo Lobos del de hacienda y Carlos Ribero, presidente de la Legión cívica argentina, en obras públicas.
Federico Martínez de Hoz tuvo la intención de convocar a elecciones limpias, dejando de lado el fraude que lo había llevado al poder, pero el partido conservador no estaba dispuesto a arriesgarse a una derrota. En un confuso episodio, el 7 de febrero de 1935, su despacho fue ocupado por manifestantes de su propio partido, mientras en la Legislatura provincial le aceptaban una renuncia a su cargo que no había presentado; repuesto en el mando, se encontró carente de todo apoyo político, de resultas de lo cual se vio obligado a presentar la renuncia a la gobernación; fue sucedido por el vicegobernador Raúl Díaz en marzo de 1935, que poco después fue confirmado en su cargo por una intervención federal.
Martínez de Hoz lanzó un manifiesto al pueblo para explicar el cambio, en el que decía: "Por haber aceptado las renuncias de ministros cuya salida del ministerio desbarataba por completo una combinación político-electoral, a la que me sentí ajeno, y por haber nombrado por mí mismo los reemplazantes sin consultar conveniencias de círculo, usando por primera vez una facultad constitucional que acababa de otorgar la convención a los gobernadores de Buenos Aires, la mayoría del partido rompe sus relaciones con el gobierno. Veinticuatro horas después, un movimiento sedicioso lanza a mi despacho a varios de sus caracterizados representantes en el parlamento y en la junta de gobierno, para arrancar bajo presión de la fuerza, mi renuncia de gobernador. Una parte de la legislatura, reunida momentos después, la acepta sobre el tambor, con elogios para mi persona y para mi nombre, a pesar de saber que el P. E. de la Nación, en cumplimiento de lo preceptuado en el art. 69 de la Constitución, había a mi requerimiento intervenido a la provincia para reponer a las autoridades depuestas por la sedición. Días más tarde, la junta de gobierno del partido, ratifica la actitud de los revoltosos, creándose esta curiosa situación: la de un partido colaborador de los gobiernos de la Nación y de la provincia, que oficializa su sedición, así calificada por el propio gobierno nacional, en los fundamentos del decreto de intervención. Y como si no fuese posible detenerse en este camino de contradicciones, el 21 de febrero se reúne la más alta autoridad del partido, y en asamblea de convencionales declara restablecidas sus relaciones con el gobierno, pasa la esponja sobre los acontecimientos de violencia y de pasión, expresando, con franqueza desconcertante, que el pronunciamiento anterior.de su junta de gobierno sólo había obedecido a 'motivos políticos'. Frente a estos hechos, cuyas finalidades percibo con claridad, acepto la situación que se me crea, porque no he venido al poder para consentir lesiones a mi cargo y a mi decoro. Los gobernadores de Buenos Aires cuando han tenido que caer, han caído como Carlos Tejedor:
Manuel Fresco asumió como gobernador de la Provincia de Buenos Aires el 18 de febrero de 1936, acompañado por el vicegobernador Aurelio Amoedo, dirigente de la localidad de Marcos Paz. En su discurso de asunción del mando denunció el voto secreto, incitando a una reforma electoral para hacer el "voto a la vista". Con el apoyo del Partido Demócrata Nacional concentró su actividad gubernamental en las obras públicas que sirvieron para brindar empleo y enfrentar la crisis económica mundial que afectaba a la Argentina. Aplicó la política del estado de bienestar edificando decenas de hospitales, municipalidades, cementerios, iglesias católicas, escuelas y gran cantidad de caminos y rutas pavimentadasFresco fue un admirador enfático del presidente de Estados Unidos de América, el demócrata Franklin Roosevelt, de quien siguió sus políticas públicas. Pero al mismo tiempo, en distintos discursos, elogiaba los regímenes totalitarios del nacionalsocialista alemán Adolf Hitler y del fascista italiano Benito Mussolini, cuyos bustos adornaban su despacho. Declaró ilegal al Partido Comunista. Poco después proclamó que su gobierno se guiaba por las enseñanzas de la Iglesia a través de la encíclica Rerum Novarum. En consonancia con esa idea, promovió la construcción de viviendas económicas para los obreros, que solo quedaron en anteproyectos, y pretendió forzar a los empresarios a pagar mejores salarios y un salario familiar.