Como parte del Tratado Roca-Runciman entre Argentina y Gran Bretaña, firmado en 1933 se crea según Ley Nacional Nº 12311 sancionada en 1936 la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires (CTCBA) era un ente mixto constituido entre el Estado Argentino y empresas de transporte de pasajeros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, salvo los ferrocarriles. Se atribuye su creación al intento de evitar la quiebra de las empresas privadas británicas de tranvías por la obsolescencia de sus instalaciones y la competencia que les hacía el transporte automotor.
En el mensaje presidencial del 17 de agosto de 1932 se decía que el problema del transporte "debe ser disciplinado, por así decir, de acuerdo con el principio de la coordinación, que significa colaboración y armonía de los diversos medios que conducen al tráfico normal", y el mensaje fue acompañado de un proyecto de ley de coordinación nacional del transporte.
La coordinación del monopolio de los transportes de pasajeros en la ciudad de Buenos Aires y luego en otros grandes centros urbanos del país, fue una consecuencia de los compromisos adquiridos por el convenio Roca-Runciman.
En 1928, en una época de crisis grave, aparecieron los "colectivos", movilización de los taxímetros semiparalizados en recorridos fijos y con capacidad para seis o siete pasajeros; después se construyeron microómnibus que mantuvieron el nombre de "colectivos", taxis colectivos en lugar de particulares; los tranvías de la capital sufrieron fuertes pérdidas; los colectiveros se convirtieron pronto en un movimiento de gran envergadura que daba vida a decenas de millares de obreros y que servían con esmero a las exigencias públicas; la competencia para los tranvías de capital inglés fue insalvable.
Comenzaron a formularse proyectos de ley; el presidente Justo y sus ministros estaban conformes con ellos, pero hacía falta la aprobación por el Congreso, y los obstáculos eran todavía importantes. El intendente de Buenos Aires, Mariano de Vedia y Mitre, se opuso a la investigación de los libros de contabilidad de las empresas tranviarias inglesas, que había resuelto el Consejo deliberante. Los mismos ferrocarriles urbanos vieron reducir considerablemente el tráfico de pasajeros, que se volcaba a los colectivos. En julio de 1933 se dijo en Londres por el presidente del ferrocarril Sud que el 83 por ciento de la disminución en el tráfico suburbano se debía a la competencia sin precedentes de los ómnibus y colectivos.
El gobierno se sintió obligado a defender los ferrocarriles y los tranvías ingleses. En su mensaje a las Cámaras reconocía el presidente que "en el tráfico de los pasajeros la competencia se hace sentir en la zona suburbana por la mayor elasticidad y modicidad de tarifas y formas de servicio de ómnibus y similares". A pedido de Justo se formó una comisión honoraria para el estudio de la situación económica y financiera de los ferrocarriles de capital inglés, que integraron Roberto M. Ortiz, Ramón Videla, Luis Colombo, Juan Mignaqui y Adolfo Bioy, vinculados con los ferrocarriles y con otras empresas británicas.
La ley de la coordinación de los transportes fue finalmente aprobada y los colectiveros de la capital fueron incorporados forzosamente a ese monopolio, en tiempos del presidente Castillo, en 1942.
Se dilató la incorporación de los colectivos a la Corporación del transporte de la ciudad de Buenos Aires hasta 1942 por la acción de una comisión de control de las operaciones administrativas con poderes para autorizar o rechazar aumentos de las tarifas; fue integrada por Justiniano Allende Posse, Miguel A. Rojas y Atilio Dell' Oro Maini y retardó la incorporación o confiscación de los colectivos, que había creado un fuerte movimiento popular de censura al gobierno
En pocos años los colectivos se imponen como una seria competencia para los servicios de tranvías monopolizados por la CTAA. Foto de Horacio Coppola.