Lisandro de la Torre se mostró opositor del pacto Roca-Runciman y presento el 1 de septiembre de 1934 un proyecto que proponía crear una comisión investigadora para establecer la medida en que el comercio de carnes argentinas favorecía a los frigoríficos exportadores, sospechando que los precios pagados a los productores no guardaban relación con el precio de venta en el exterior. La comisión investigadora de Lisandro de la Torre llevó al descubrimiento de fuertes estafas al fisco por parte de algunas empresas; en un hecho espectacular, de la Torre logró el arresto del gerente del frigorífico Anglo, quien se había negado a facilitar a la justicia datos fundamentales para la investigación y llevaba una doble contabilidad.
A comienzos de septiembre de 1934 y a propuesta de Lisandro de la Torre, el Senado aprobó la formación de una comisión para estudiar la situación del comercio de exportación de carnes argentinas y verificar si los precios que pagaban los frigoríficos en la Argentina guardaban relación con los que obtenían en sus ventas al exterior.
Fue integrada por Lisandro de la Torre, Laureano Landaburu y Carlos Serrey, estos dos últimos por la mayoría. El debate sobre las carnes fue uno de los más ruidosos del parlamento argentino, seguido con interés apasionado por vastos sectores políticos e intelectuales. Era ministro de agricultura Luis Duhau y el senador santafesino luchó valerosamente solo contra la mayoría hostil del Senado. Su tesis se resumía así: "La teoría asume más o menos esta forma: tenemos una cuota limitada de exportación; guardémosla para las carnes valiosas; es decir guardemos la cuota y los relativamente altos precios que puede representar, para los grandes productores de chilled, y que corran su suerte los pequeños productores que venden en Liniers, la ganadería de Entre Ríos, la de Corrientes, la del norte de Santa Fe y la del Chaco".
En el debate, que significó un examen magistral de la economía ganadera, que sacó a relucir irregularidades, de la Torre acumuló informaciones, pruebas, cifras. Tuvo la oposición sistemática de la mayoría del Senado, fue combatido despiadadamente por los ganaderos bonaerenses, por los invernadores, que eran los beneficiados de los frigoríficos y de las cuotas de exportación repartidas por los ingleses; defendió a los pequeños ganaderos del litoral. Mantuvo la atención del país largamente. En el curso de los debates, después de enumerar una serie de abusos e irregularidades fiscales, exclamó de la Tórre: "Si la investigación del Senado no hubiera removido estos hechos permanecerían ignorados. Todo eso lo miran impasiblemente el ministro de hacienda, y el ministro de agricultura, el asesor de ambos (Prebisch), el presidente de la República que parece vivir como el consejo directivo del impuesto a los réditos, en la luna..." El ministro de hacienda, Federico Pinedo, replicó: "¡Ya pagará todo esto el señor senador, punto por punto... Ya pagará bien caro todas las afirmaciones que ha hecho!" Se había empeñado en una batalla homérica en un puesto perdido. El frigorífico Anglo Harto de tanta impunidad, De la Torre pidió y logró el arresto del empresario inglés como extrema forma de presión, para que éste presentara la documentación solicitada. Estuvo preso varios días hasta que se comprometió a pedir a la casa central de Londres las planillas. El frigorífico Anglo, a través del doctor Beccar Varela, hizo saber que la comisión investigadora no era bienvenida. Cuando se lo citó a declarar a Mr. Richard Tootell, el jefe máximo del Anglo, fue bastante escueto, sólo dijo: “No tenemos oficinas de costos ni llevamos planillas mensuales de costo”. Y concluyó con absoluta sinceridad: “Yo digo francamente que nosotros no queremos mostrar los costos privados”. Su abogado defensor fue más preciso, como consta en el informe de la comisión: “…manifestó el letrado (Beccar Varela) que la compañía se allanaba a satisfacer el pedido de la comisión por la presión de la fuerza pública; que no facilitaría en modo alguno el desempeño de la misión y se limitaría a hacer entrega de los elementos que se le solicitaran, a cuyo efecto los contadores serían atendidos por un empleado especial, a fin de evitar que se dirigieran al personal de la compañía; que no podían ser considerados bienvenidos y no se ofrecería ninguna colaboración que excediera los límites expresados; que si tenían algo que buscar lo hicieran por su cuenta y para ser más expresivo, agregó: ‘que podían buscar lo que les faltara por el suelo o por los rincones’”. Desde la capital del imperio contestó uno de los mandamases: Lord Edmundo Veste, dio “su palabra de caballero inglés” de que la documentación sería enviada de inmediato a Buenos Aires. Las autoridades locales liberaron a Tootell pero las planillas del caballero inglés nunca llegaron.
Luis Duhau fue nombrado Ministro de Agricultura por el presidente Agustín Pedro Justo en agosto de 1933, durante su gestión tuvo lugar el Pacto Roca-Runciman, que recomponía las relaciones con el Reino Unido de forma tal que limitaba la autonomía económica de la Argentina a cambio de cuotas de carne vacuna enfriada, que era comprada por frigoríficos británicos, que no solo pagaban precios bajos a los productores sino que evadían impuestos a gran escala. La situación llegó a tal extremo de corrupción, que el senador Lisandro de la Torre interpeló a los ministros Luis Duhau, de Agricultura, y Federico Pinedo, de Hacienda, en relación con los frigoríficos. Duhau ordenó a la Dirección de Rentas no colaborar en lo más mínimo con la comisión del Senado, y concurrió durante trece días consecutivos al Senado, para contestar las imputaciones de De la Torre. La gravedad de las acusaciones de De la Torre exasperó a Duhau, que prometió a De la Torre que "pagaría" las imputaciones que se le hacían. El día 23 de julio, De la Torre se acercó al escritorio de Duhau, quien agredió físicamente al senador; en medio del tumulto resultante, un pistolero asesinó de tres tiros al senador Enzo Bordabehere; diversas fuentes acusaron al propio Duhau de haber ordenado al asesino concurrir armado al Senado. Semanas más tarde, Duhau presentó su renuncia al ministerio, y retó a duelo De la Torre, pero este rechazó el lance, negándole el carácter de "caballero".
El debate de las carnes exaltó los ánimos del senador Lisandro de la Torre (interpelador) y de los ministros interpelados: Luis Duhau, de Agricultura y Ganadería, y Federico Pinedo, de Hacienda. Como consecuencia de los agravios intercambiados, ambos ministros desafiaron a duelo a Lisandro de la Torre, quien aceptó batirse con Pinedo, pero no con Duhau; a quien le negó condiciones de «caballero». Esto se debía a que un guardaespaldas de Duhau había sido el que asesinara a su amigo y correligionario, el senador electo (por la provincia de Santa Fe) Enzo Bordabehere en pleno recinto del Senado de la Nación. Como Pinedo sufría de bocio, Lisandro de la Torre le había gritado «cotudo», que aquél entendió como "cornudo". De la Torre pudo haber aclarado sus palabras a fin de evitar el duelo, pero no quiso hacerlo. En el duelo, Pinedo disparó a matar, pero no acertó, y de la Torre disparó al aire. Finalizado el lance, no aceptaron reconciliarse. No obstante haber sido Pinedo el desafiante, descalificó los lances caballerescos diciendo que eran «una fantochada de irracionales».
Fue Federico Pinedo el que tomó a su cargo el desmenuzamiento de la interpelación de Lisandro de la Torre, en un alarde de agudeza parlamentaria y de hábil manejo de las cifras y las informaciones. Su intervención fue publicada en dos tomos por el ministerio de hacienda: Los frigoríficos, el impuesto a los réditos y el control de cambios (1935), pero no consiguió desvanecer el peso de las denuncias del senador santafesino.
El informe en minoría probaba entre otras cosas: el comercio de exportación de carnes enfriadas argentinas se realizaba bajo un régimen de monopolio; el comercio interno iba en camino de ser absorbido por las mismas empresas que monopolizaban la exportación; el ministro de agricultura y la Junta nacional de carnes, al no adoptar medidas que contrariasen esas maniobras, las favorecían; la contabilidad de los frigoríficos extranjeros era defectuosa y violatoria del código de comercio; ningún frigorífico había mostrado comprobantes de sus ventas al exterior; las estadísticas que había recibido la Comisión investigadora del ministerio de agricultura y de la Junta nacional de carnes, resultaron inexactas; la inspección de los frigoríficos resultó nula, fuera de la parte sanitaria; el gobierno nacional nunca había indagado el precio de venta del chilled argentino en Gran Bretaña; por el mercado de Smithfield sólo pasaba alrededor de un 40 por ciento de la carne enfriada, y lo demás se repartía directamente por los frigoríficos desde la bodega de los vapores; es la parte seleccionada de los cargamentos y se vendía a precio más elevado; los frigoríficos extranjeros vendían a compañías filiales de distribución, a precios convencionales, disimulando de este modo las ganancias efectivas; el favoritismo que dispensaba el poder ejecutivo a las compañías frigoríficas llegaba al extremo de que la dirección de réditos no las fiscalizara; para lo que ellas mismas establecían y defraudaban la renta; el poder ejecutivo permitía a las compañías frigoríficas internacionales que compensasen las pérdidas en el exterior con utilidades en la Argentina y las eximía del pago del impuesto a los réditos por el importe de dichas pérdidas.
Intervino también Nicolás Repetto en el debate sobre las carnes y coincidió en gran parte con la crítica de Lisandro de la Torre; se opuso enérgicamente al reconocimiento a las empresas de capital inglés un tratamiento especial de favor. En el libro sobre el imperialismo inglés de los hermanos Irazusta se reconoce que el buen sentido y el patriotismo estuvieron en ese debate en el diputado socialista.
El doctor Alfredo Palacios había recibido de tres trabajadores del Frigorífico Anglo la información reservada de que los documentos contables que con tanto afán buscaban se encontraban escondidos en un barco inglés anclado en el puerto, el Norman Star. Ellos habían hecho la estiba y no tenían ninguna duda de que allí estaba la prueba del delito. Palacios no tardó en pasarle el dato a De la Torre. Hubo que vencer muchas resistencias de poderosos intereses. Los ejecutivos del Anglo decían que al ingresar por la fuerza en un barco inglés estaban agrediendo al Estado británico, porque el hecho equivalía a allanar una casa en el territorio de Su Majestad. Pero ni el contador Yasky, un funcionario honrado e insobornable que sería una pieza clave de la investigación, ni don Lisandro se amilanaron: con la ayuda de la prefectura lograron ingresar al Norman Star y encontrar en sus bodegas lo que buscaban. Efectivamente, como le habían dicho a Palacios aquellos valientes trabajadores, los libros contables estaban allí, y lo que era muy grave, estaban ocultos en cajas de chilled y corned beaf con el sello del Ministerio de Agricultura, cómplice evidente de la maniobra.
La documentación oculta en los cuarenta cajones de “carne enfriada” dejaba claramente comprobada la estafa al Estado nacional por parte de la empresa inglesa y detallaba como gastos empresarios los montos de los sobornos a los funcionarios públicos entre los que había encumbrados nombres del Poder Ejecutivo, y por lo tanto de la “alta sociedad” argentina.
El informe presentado el 27 de mayo de 1935 establecía que existía un total monopolio del comercio de las carnes por parte de los frigoríficos ingleses y estadounidenses. Se dejaba clara constancia de la resistencia de las empresas extranjeras a presentar su contabilidad, lo que a cualquier empresa nacional le hubiera significado severas sanciones.
El propio contador Yasky cuenta con lo que se encontraron en la investigación: “De ocho compañías investigadas, sólo la Armour había sido fiscalizada y otra, La Negra, estaba en trance de serlo. La Swift no había efectuado, en el año 1933, la retención del impuesto a los réditos sobre sus dividendos, sin que se diese una explicación satisfactoria, siendo además violatoria de la ley 11.682. La compañía Anglo declaraba 75.000 pesos nacionales de utilidades anuales, cuando en realidad sus ganancias en los últimos tres años llegaban a pesos m/n. 37.800.000. La Swift Internacional recibió de su filial La Plata, pesos m/n. 500.000 para pago de impuestos pero dedujo de ellos pesos m/n. 279.000 a efectos de revalúo por pérdidas, violando así nuevamente la ley, ante la presunta ignorancia de las autoridades, quienes inclusive declinaron la facultad de la Dirección de Réditos para hacer la liquidación de impuestos, delegándola en la propia compañía, todo ello avalado por el ministro de Hacienda, permitiendo así una evasión impositiva, penada por la legislación vigente. Asimismo el frigorífico citado debía al fisco la cantidad de pesos m/n. 135.000”.
Con las pruebas en la mano, Lisandro de la Torre daba comienzo a su notable intervención: acusaría directamente por fraude y evasión impositiva al frigorífico Anglo y aportaría pruebas irrefutables que comprometían directamente en el negociado a dos ministros del general presidente Agustín P. Justo: Federico Pinedo, de Hacienda, y Luis Duhau, de Agricultura. Así describía el diario socialista La Vanguardia el valor de las denuncias de Lisandro: “El senador De la Torre ha demostrado en su informe que el comercio de carnes enfriadas está monopolizado por un trust de frigoríficos extranjeros que operan en el país con la protección oficial del gobierno inglés y la complaciente tolerancia del gobierno argentino. Es un trust que gana sumas fantásticas. En el caso del frigorífico Swift, se sabe que con un capital de 45 millones de pesos ha ganado en cinco años 91 millones de pesos. Es un trust que defrauda a la Dirección de Impuesto a los Réditos, pues en el caso del frigorífico nombrado, la compañía Swift Internacional ha compensado las pérdidas de sus filiales de Australia, Nueva Zelanda y Río Grande, con las ganancias obtenidas por la filial argentina, sustrayéndose esas sumas de las ganancias efectivas y reduciendo el pago del impuesto a los réditos; todo ello con la complacencia del Ministerio de Hacienda. […] Pero donde el senador De la Torre hirió de muerte a uno de los ministros acusados, es al referirse a los ganaderos tratados con guante blanco por los frigoríficos. De las palabras del legislador santafesino se desprende que el ministro de Agricultura y sus parientes reciben de parte de los frigoríficos un trato excepcional. Sus novillos son clasificados para un destino que no tienen en la realidad y que es favorable para los vendedores; mientras en casi todas las demás compras los frigoríficos clasifican la hacienda dándole un destino también distinto al que luego tienen, pero esta vez desfavorable para el vendedor. […] El senador santafecino fue, en esta parte de su exposición, tan preciso y categórico, y dio tal cantidad de datos, fechas y precios, que creemos que al ministro de Agricultura no le queda otra solución que la renuncia. Por mucho menos han caído gabinetes íntegros en países donde existe un concepto cabal de ética política y administrativa”.
Bordabehere no llegó a incorporarse al Senado. El tratamiento de su diploma fue postergado hasta que concluyera el debate que se libraba en torno a los sobornos por la exportación de carne argentina hacia Reino Unido. El 23 de julio de 1935, Lisandro de la Torre , senador por Santa Fe, denunciaba en el Congreso las consecuencias del pacto Roca-Runciman, firmado en 1933. Los ministros de Agricultura, Luis Duhau, y de Hacienda, Federico Pinedo, concurrieron durante trece días consecutivos al Senado para contestar los cargos.
En un momento, De la Torre abandonó su banca y se dirigió hacia la mesa donde estaban sentados los dos ministros. Duhau le dio un empujón que lo hizo caer de espaldas. Bordabehere se dirigió hacia el sitio donde se hallaba su compañero de banca. En ese momento de confusión, detrás de Bordabehere apareció el excomisario Ramón Valdés Cora ―un «matón a sueldo», como lo describió por aquella época el diario Crítica― revólver en mano, disparando dos proyectiles en la espalda de Bordabehere quien se dio vuelta para recibir otro impacto en el pecho.
Tendido en el suelo, Bordabehere fue recogido por varios legisladores y conducido a una sala adyacente para posteriormente ser trasladado al hospital Ramos Mejía, mientras era atendido por el médico de guardia doctor Wybert y varios ayudantes. La asistencia no tendría mucho efecto y falleció a las 17:10.
El 23 de julio de 1935,mientras Lisandro de la Torre denunciaba en el Congreso las consecuencias del pacto Roca-Runciman, firmado en 1933 con los ministros de Agricultura, Luis Duhau, y de Hacienda, Federico Pinedo, en la sala.
En un momento, De la Torre abandonó su banca y se dirigió hacia la mesa donde estaban sentados los dos ministros. Duhau le dio un empujón que lo hizo caer de espaldas. Bordabehere se dirigió hacia el sitio donde se hallaba su compañero de banca. En ese momento de confusión, detrás de Bordabehere apareció el excomisario Ramón Valdés Cora ―un «matón a sueldo», como lo describió por aquella época el diario Crítica― revólver en mano, disparando dos proyectiles en la espalda de Bordabehere quien se dio vuelta para recibir otro impacto en el pecho.
Tendido en el suelo, Bordabehere fue recogido por varios legisladores y conducido a una sala adyacente para posteriormente ser trasladado al hospital Ramos Mejía, mientras era atendido por el médico de guardia doctor Wybert y varios ayudantes. La asistencia no tendría mucho efecto y falleció a las 17:10.
Sepelio de Bordabehere, acompañado por Lisandro de la Torre.
Su cuerpo fue trasladado en tren a Rosario, donde fue recibido por unas 12 000 personas en la estación Rosario Norte.1 El velatorio fue en la Jefatura de Policía ―en la actualidad, sede del Gobierno provincial en Rosario― en calles Santa Fe y Dorrego. Sus restos fueron inhumados en el cementerio El Salvador, donde hicieron uso de la palabra representantes de la política, la prensa y la sociedad santafesinas.
Bordabehere no llegó a incorporarse al Senado. El tratamiento de su diploma fue postergado hasta que concluyera el debate que se libraba en torno a los sobornos por la exportación de carne argentina hacia Reino Unido.
El asesino a mansalva, dispara su revolver sobre Bordabehere, que había acudido a socorrer a De la Torre, caido sobre un escaño a raíz de un empujón del ministro de Agricultura.
(Reconstrucción de Caras y Caretas en el mismo lugar del hecho)