La elección presidencial de Argentina de 1937 se celebró el 5 de septiembre. Fueron las segundas y últimas elecciones presidenciales de la Década Infame. Con una participación del 76,2%, fueron realizadas con el fraude patriótico1 en las que triunfó Roberto M. Ortiz, candidato de la Unión Cívica Radical Antipersonalista, apoyado por la coalición oficialista conocida como Concordancia. A pesar del fraude, durante su mandato Ortiz intentó restaurar progresivamente la democracia en las elecciones legislativas de 1940. Sin embargo, fracasaría en darle una salida institucional al régimen fraudulento y moriría sin haber terminado su mandato, dejando en el cargo a Ramón Castillo y dejando el camino libre para el golpe de estado de 1943
Al cumplir el período presidencial de Justo-Roca, se comenzaron a barajar nombres para la sucesión, entre ellos los de Julio A. Roca, vicepresidente, y Vicente Gallo, rector de la universidad de Buenos Aires desde 1936; el nombre de Leopoldo Melo no fue del agrado de Justo, que prefirió a su ex ministro Roberto M. Ortiz, también de origen radical antipersonalista; para el segundo término del binomio, Justo se inclinaba en favor de Miguel Angel Cárcano, que era entonces ministro de agricultura; pero cuando el partido gobernante propuso a Robustiano Patrón Costas, se encontró una salida en Ramón S. Castillo, senador catamarqueño, magistrado, profesor de la facultad de derecho.
Los partidos oficialistas de la Concordancia, se negaron a formar quórum en diputados, y Américo Ghioldi, el 16 de noviembre de 1937, se refirió a la situación como diputado socialista: "Son factores intencionales, conscientes, voluntarios, del derrumbe institucional que se viene practicando deliberadamente desde hace algún tiempo. Es el estado de subversión de la provincia de Buenos Aires; es el fraude preliminar en febrero de este año en la provincia de Santa Fe; es el fraude presidencial
de septiembre; es el manoseo de la justicia; es la complicación de universitarios; la complicación de hombres que profesan el culto católico; es, en una palabra, el cuadro completo de una minoría que se llama a sí misma selecta y sobre la cual podemos decir que nadie le discute que sea minoría, pero que todos tenemos la duda de que sea selecta".
Un intento de alianza, en 1935, con Lisandro de la Torre, Nicolás Repetto, Marcelo T. de Alvear, representantes de fuerzas políticas que, unidas, no habrían podido ser vencidas por ningún medio, legal o ilegal, se frustró por la declinación del jefe del radicalismo.
La Cámara de comercio británica apoyó públicamente la candidatura de Ortiz-Castillo, y poco después lo hicieron también los dirigentes de las grandes empresas comerciales, industriales, financieras. Ortiz había sido ministro de Alvear, abogado de los ferrocarriles británicos y, desde 1934, abogado de la firma Otto Bemberg y Cía.
La candidatura de la concordancia conservadora-anti-personalista tuvo como competidora la que encabezaban Alvear y Enrique M. Mosca, representantes del radicalismo; los socialistas proclamaron la fórmula Nicolás Repetto-Arturo Orgaz.
Las elecciones, el 5 de septiembre de 1937, consagraron el triunfo de la fórmula Ortiz-Castillo por 1.057.430 votos contra 814.852 correspondientes a Alvear-Mosca, obteniendo 245 electores en tanto que Alvear-Mosca solo tuvieron 127.
Los radicales tuvieron la mayoría minorías habían sido suprimidas por ley— en la capital federal, en Córdoba, Tucumán y La Rioja; la concordancia triunfó en las demás provincias; en Entre Ríos, los yrigoyenistas dieron pie a que perdiese el radicalismo fusionado.
Según el juicio coincidente de los más opuestos sectores, las elecciones se realizaron mediante el fraude es¬candaloso en todo el país, "introduciendo la novedad del cambio del contenido de las urnas en las oficinas del Correo" (Ernesto Palacio). El propio Francisco Pinedo se refiere al acto eleccionario en estos términos: "Los procedimientos que se usaron en esos comicios, que difícilmente podían imputarse a los ex ministros, hacen imposible catalogar esas elecciones entre las mejores ni entre las buenas ni entre las regulares que ha habido en el país".
El 20 de febrero de 1938 se produjo la transmisión del mando a los nuevos gobernantes.
Un estudioso norteamericano de la vida política argentina, Arthur P. Whitaker, asegura que Justo ayudó a revivir el sistema del viejo régimen de democracia limitada. "En su administración, la mitad o más de la gente era excluida del voto, por el fraude, la intimidación o de otro modo, y la elección nacional de 1937, su último año de gobierno, fue en todo concepto una de las más fraudulentas en la historia argentina".