En el período inmediatamente posterior a la independencia de América, Paraguay fue gobernado por un duro régimen dictatorial de veintiséis años encabezado por Gaspar Rodríguez de Francia, intelectual paraguayo, considerado como una de las personas más ilustradas de América del Sur, pero a su vez conocido por su despotismo y tiranía.
A la muerte de Rodríguez de Francia, le sucedió su sobrino Carlos Antonio López, quien gozó de la suma del poder público al igual que su antecesor; pero ―a diferencia de este― dictó una política económica modernizadora guiada por conceptos mercantilistas, rompiendo décadas de aislacionismo y fomentando el desarrollo de Paraguay.
Las fronteras con sus vecinos fueron reabiertas y las relaciones internacionales se desarrollaron con rapidez.
Paraguay exportaba sus productos distintivos, tales como el tabaco guaraní y la yerba mate con destino a la Argentina y el Uruguay, y maderas valiosas que viajaban hacia Europa.
El estado paraguayo instaló en Asunción una línea ferroviaria, un arsenal y astilleros desde donde botó siete barcos de vapor entre 1856 y 1870.
En la ciudad de Ybycuí, construyó la primera fundición de hierro de Sudamérica. En 1864, inauguraría uno de los primeros telégrafos de la región.
El británico Richard Francis Burton alabaría el sistema educativo paraguayo diciendo que "estaba en enorme contraste con el británico, pues la educación obligatoria gratuita para todos los jóvenes paraguayos era muy diferente a lo que ocurría con los casi 2 millones de jóvenes británicos sin acceso a las escuelas o colegios".
El grado de desarrollo alcanzado por el Paraguay antes de la guerra fue grande ya que Paraguay tuvo la primera línea ferroviaria de Sudamérica, lo mismo que su telégrafo, y que el Yporá ―el primero de los vapores producidos en los astilleros de Asunción siendo el primero con casco de acero construido en el continente.
El Paraguay era un país sin desempleados ni deuda externa, que la educación era obligatoria y gratuita con 25000 niños en las escuelas, y que las industrias textiles, siderúrgicas, del papel, tinta, loza, pólvora y de la construcción empezaban a dar sus primeros pasos, favorecidas por las políticas proteccionistas implantadas. Además, se presenta positivamente que el Estado poseyera grandes terrenos, llamados Estancias de la Patria, que arrendaba a los campesinos para que cultivaran
Esta política interna paraguaya causaron recelo y fueron vistos como “malos ejemplos” que poderes extranjeros quisieron suprimir, encabezados principalmente por el gran Bretaña
El nacionalismo paraguayo clásico en las obras de varios autores representados por Juan E. O'Leary y Manuel Domínguez presenta una versión más sosegada del asunto. Indican según sus estudios que el pueblo paraguayo seguía voluntariamente a sus líderes, no se consideraba a sí mismo "tiranizado" y que el desarrollo económico del país que era sustentado (coincidiendo con la versión revisionista argentina por las exportaciones de ciertos productos naturales de alto precio en Európa, como yerba o maderas), si bien no tenía nada que envidiar en avances tecnológicos a muchas otras naciones, se destacaba más por la autarquía y la autosuficiencia en alimentos y materias primas que caracterizaba a la economía paraguaya y la diferenciaba de la del resto del continente.
Carlos Antonio López redactó un pliego constitucional con el cual designaba a su hijo, el brigadier Francisco Solano López, presidente provisorio, siendo obligatoria la convocatoria de una Asamblea Constituyente para la formación de un nuevo gabinete. Tras la muerte del presidente, ocurrida el 10 de septiembre de 1862, el Congreso se reunió para elegir al sucesor; el 16 de octubre del mismo año, designó a Francisco Solano López Presidente de la República del Paraguay por unanimidad.
Hasta 1864, el estado paraguayo intentó solamente incrementar su poderío militar y su influencia en el Cono Sur, lo cual sería a su vez uno de los motivos de fricción con el gobierno de Buenos Aires. Incluso antes del fallecimiento de Carlos Antonio López, el gobierno paraguayo ya creía estar al borde de un conflicto, y entre febrero y abril de 1862 se inició el reclutamiento de toda la población masculina entre los 17 y los 40 años. No obstante, el presidente aconsejó a su hijo y heredero, en su lecho de muerte:
Hay muchas cuestiones pendientes a ventilarse, pero no trate de resolverlas por la espada, sino con la pluma, principalmente con el Brasil.