Después de Tuyutí los paraguayos quedaron maltrechos para grandes movimientos, pero no dejaron de mantener la alarma en el campo contrario, con operaciones parciales destinadas a foguear a los novicios. Hubo así diversos ataques a fines de mayo, en junio y en julio, aunque no de gran trascendencia; el mariscal López aprovechó la pausa aliada para mejorar sus baluartes defensivos y reforzar sus filas con los heridos curados y con nuevos contingentes
La falta de caballería impedía a los aliados los movimientos de persecución contra los renovados ataques paraguayos y su envolvimiento; fue preciso, después del 24 de mayo, aferrarse a las posiciones ocupadas, haciendo algunas obras de fortificación mientras aumentaba el personal y el ganado. Mejoraron las posibilidades cuando se comenzó a dar a los animales pasto seco y grano en lugar de soltarlos a pastar.
Cuando pasó desde Corrales a la orilla opuesta del río Paraná el segundo cuerpo del ejército brasileño, calcularon los aliados en mayo de 1866 los efectivos paraguayos en 20.000 hombres, contra los 29.000 propios. Sin embargo, se pensó que el mariscal López no se hallaba en condiciones de una ofensiva a fondo como la de Tuyutí, y que tendría que paralizar o limitar el alcance de las operaciones.
El nuevo plan de campaña de los aliados contenía una operación combinada del ejército y la escuadra hacia Humaitá y sobre la retaguardia del ejército principal enemigo por el flanco izquierdo.
A fines de junio de 1866 López había remontado nuevamente su ejército a un total de 20000 hombres, pero apelando en gran parte a viejos, niños y soldados enfermos o heridos dados de alta. Pese a la gravedad de la situación, «tenía la convicción de derrotar a los aliados y se decidió a provocarlos».
A ese efecto, López creía haber encontrado un punto débil en la derecha aliada cerca del amplio palmar llamado Yataity Corá.
En vanguardia frente al palmar, el llamado Paso Leguizamón, paso de los esteros que comunicaba con el campamento aliado, era custodiado por una reducida guardia de milicias de la Guardia Nacional argentina, dos compañías del batallón Libertad de Catamarca (3ª División del I Cuerpo del Ejército Argentino) al mando del mayor Maximino Matoso, sin experiencia de combate y recientemente arribadas de esa provincia argentina, contando sólo con reducido apoyo de caballería.
Elizardo Aquino participó heroicamente en las batallas de Riachuelo, por su intrepidez le valió el nombre de Tigre de la Vanguardia, y le valieron la Orden Nacional del Mérito y el ascenso a teniente coronel. Por su participación en la batalla de Estero Bellaco ocurrida el 2 de mayo de 1866 fue ascendido al rango de coronel. Antes de la batalla de Boquerón, a unos 250 km al suroeste de Asunción), bajo las órdenes del general José E. Díaz y del mayor Jorge Thompson, organizó las trincheras en los campos de Boquerón y Sauce.
En la memorable acción del 16 de julio de 1866, Aquino dirigió personalmente los batallones 6.º, 7.º y 8.º en un contraataque para recuperar posiciones perdidas. En uno de los avances, cuando el enemigo brasileño se retiraba en completo desorden, Aquino se lanzó montado en un caballo overo por el medio de los soldados enemigos.
Aquino fue alcanzado en el vientre por una bala de rifle de otro de los soldados brasileños que huían. Sus ayudantes lo recogieron y lo trasladaron al cuartel general de Paso Pucú. Allí, Solano López lo ascendió a general de brigada en su lecho de muerte. Falleció (con 42 años) tres días más tarde y sus restos fueron sepultados en las cercanías de aquel cuartel.
Primer combate, 10 de julio de 1866
El 10 de julio López envió dos batallones de sus tropas de infantería, el N° 8 (capitán Casimiro Báez) y el N° 30 (mayor Cándido Mora), al mando superior del coronel Elizardo Aquino en un ataque falso de provocación9 para foguearlas y mantener en alerta al resto.
A las 15 Maximino Matoso observó el avance enemigo en dos columnas y cursó parte del inminente ataque al jefe de la 1° División del I Cuerpo, coronel Ignacio Rivas.
El ataque se inició de inmediato, pero Rivas se puso en persona al frente de las restantes dos compañías del batallón Catamarca y se incorporó rápidamente al frente, consiguiendo sostener la posición mientras ordenaba al mayor Desiderio Sosa que fuese a reforzarlo con el 1° batallón Corrientes de Guardias Nacionales (también de la 3ª División).
Los paraguayos cerraron filas y dispararon sus cohetes Congreve desde corta distancia.1 Seiscientos soldados paraguayos del batallón al mando del comandante Báez cargaron y se trabó el combate mientras el batallón N° 30 apareció flanqueando al Catamarca.
Cuando el asalto parecía haber tenido éxito en cortar a las unidades aliadas se sumó al combate el batallón Corrientes. Los cohetes incendiaron el pastizal lo que provocó tanto humo que no permitió a los paraguayos detectar la aproximación desde el sur de la reserva argentina hasta que ésta abrió fuego sobre las tropas paraguayas1 obligándolas a replegarse escaramuceando hasta una corta distancia. Hasta ese momento las bajas habían sido escasas en ambos bandos. Rechazado así el ataque, el Corrientes quedó ocupando la posición al norte del Paso Leguizamón y Sosa quedó al mando relevando a Matoso.
Ignacio Rivas en abril de 1865 se incorporó a la división de Wenceslao Paunero, marchando a la guerra del Paraguay, en esa guerra peleó en el asalto a Corrientes, en Yatay, Estero Bellaco y Tuyutí. Fue el jefe del primer regimiento que inició el heroico y estúpido asalto a Curupaytí, donde los aliados tuvieron seis mil bajas y los defensores menos de setenta. Fue herido de gravedad, pero aun así siguió combatiendo; Mitre lo ascendió a general.
Segundo combate, 11 de julio de 1866
Dado que sus tropas no habían sido perseguidas, habiendo sufrido pocas bajas y sin evidencia de que los argentinos hubieran reforzado la posición, López decidió lanzar un ataque a mayor escala al día siguiente, esta vez a cargo del general José Eduvigis Díaz, oficial «de gran y justificado predicamento en el ejército paraguayo y de la mayor confianza y cariño de su omnipotente conductor».
Díaz llevaba como segundo al coronel Elizardo Aquino y comandaba cuatro fuertes batallones de infantería (al 8° y al 30° se sumaban el 13° al mando del teniente Matías Villalba y el 20° al mando del capitán José Elizalde) y un regimiento de caballería (el 10, al mando del mayor Mendoza) y dos coheteras Congreve de 68 libras (al mando del alférez Hilario Amarilla), 2500 hombres en total.
En la tarde del 11 de julio, tras un bombardeo generalizado sobre las líneas aliadas con cohetes de 68 libras, los paraguayos avanzaron nuevamente. Al mando del general Díaz la infantería cargó sobre Paso Leguizamón1 mientras la caballería trataba de rodear el flanco derecho del Corrientes que retrocedió combatiendo bajo el fuego de fusilería y de los cohetes enemigos pero sin romper su formación, seguido lentamente por los paraguayos.
Mientras la columna paraguaya se asentaba en la isleta de Yatayti Corá y presionaba al Corrientes, Rivas movilizó parte de la 1ª brigada de la 2ª división del I Cuerpo, compuesta del Batallón 1° de infantería de línea (teniente coronel Manuel Roseti) y el Batallón de Guardia Nacional San Nicolás (teniente coronel Juan Carlos Boerr), considerado por disciplina y experiencia como una unidad veterana más.
En la guerra de la Triple Alianza, Paraguay utiliza cohetes Congreve con buen éxito, había recibido 558 cabezas de cohetes, 567 rabos, y 3 tubos de lanzamiento,transportados en la goleta nacional Manuelita. También se construyeron lanzadores y cohetes en el Paraguay.
El 1° de línea que formaba en columna a 500 metros a retaguardia del Corrientes avanzó hasta ocupar una pequeña meseta en el abierto tras el Paso Leguizamón para cubrir el repliegue y quedó adelantado recibiendo el choque principal del enemigo. Desplegado en batalla rompió el fuego sobre la infantería paraguaya, que tras hacer alto y reorganizarse atacó apoyada por el regimiento de caballería ante lo que los argentinos formaron en cuadro y presentaron férrea resistencia.
Los cohetes paraguayos disparados a corta distancia hicieron blanco sobre las filas veteranas causándole numerosas bajas, entre ellas la de su segundo sargento mayor Fernando Echegaray (o Etchegaray), comandante de la 1ª Compañía, quien para cubrir a sus hombres tomó por el ástil un proyectil para arrojarlo lejos, momento en que estalló. Cayó más de la tercera parte de la cuarta cara del cuadro que se encontraba al mando del capitán Adolfo Morel (o Mores), quien recibió una seria contusión, y las explosiones incendiaron en varios puntos los altos pajonales que circundaban su posición.
El batallón permaneció firme pero los paraguayos se encontraban ya a 60 o 70 pasos de tres de las caras del cuadro (estaba por ser rodeado) y tenía alrededor de un 23% de bajas, con un alto porcentaje entre oficiales y suboficiales. Empeorando aún su situación, en medio del fragor del combate el viento del norte trajo del Chaco una tormenta de arena.
Si bien la artillería argentina (baterías del Regimiento 1º de Artillería a caballo, coronel Julio de Vedia) estaba lista esta vez para entrar en combate, era poco efectiva al tener a sus propias tropas interponiéndose al enemigo.9 Rivas ordenó finalmente a Roseti que retrocediera para que pudiese operar la artillería propia y para que el San Nicolás lo protegiese. El batallón de guardia nacional se había situado algo detrás en diagonal sobre el borde del estero. El 1° retrocedió seguido de cerca de los paraguayos que ultimaban a los heridos tendidos en tierra. Al ver como mataban a bayonetazos al sargento 2º José María Abrego, que había quedado en el campo con una pierna fracturada por una bala, y al grito del capitán Adolfo Morel de «¡Media vuelta, a la bayoneta, no den cuartel!», las tropas del 1° cargaron en desorden a bayoneta calada sobre los paraguayos que despojaban de sus prendas y armas a los caídos y los destrozaron. Rivas impuso su autoridad y el repliegue continuó hasta unirse al San Nicolás y al Corrientes.
Luis María Campos participó como Jefe del Regimiento de Infantería de Línea N° 6 en la Guerra del Paraguay, en la que combatió en las batallas de Yatay, Uruguaiana, Estero Bellaco, Tuyutí y Curupaytí; en esta última fue seriamente herido
Pasó un tiempo reponiéndose de sus heridas en Buenos Aires, y luego fue enviado con el cuerpo de Arredondo al interior, a luchar contra las últimas montoneras federales: comandando el Regimiento 6 de Infantería, fue el héroe de la batalla de San Ignacio, derrota clave de las fuerzas federales al mando de Juan Saá.
Regresó al Paraguay para participar en la toma de Humaitá. Fue ascendido a coronel, y luchó en Lomas Valentinas. Fue el jefe de todas las fuerzas argentinas en la captura de la fortaleza de Piribebuy y comandó tropas de apoyo en la batalla de Acosta Ñu.
Desde antes de la guerra y durante ella, se hizo conocer como un militar brillante en cuanto a disciplina, capaz de impartírsela a sus hombres por la dureza con la que los trataba y se trataba a sí mismo.
El 1° de Línea había sufrido fuertes bajas. Además de Echegaray habían muerto el teniente 1º de la 3ª Compañía Miguel Bereciarte o Berescarte, el subteniente Nicanor Rodríguez de la compañía de Cazadores y el subteniente José María Caraza17 de la 1ª Compañía, 3 sargentos, un cabo y 9 soldados. Estaban heridos con distinto grado de gravedad el teniente 1° de la 4ª Félix Benavídez, 2 subtenientes, 4 sargentos, 6 cabos, 26 soldados y un tambor, y contusos los capitanes Ruperto Fuentes y Adolfo Morel, un sargento, un cabo y tres soldados., otros 4 heridos, y 54 soldados muertos de un total de 246 hombres de tropa y 16 oficiales.
Ahora los tres batallones invirtieron la situación avanzando sobre el enemigo que a su vez era batido por los cañones del teniente coronel Federico Mitre y mayor Joaquín Viejobueno y a las 19, al caer la tarde, cesó el enfrentamiento con la retirada paraguaya dejando incendiado el pastizal por los cohetes a la Congreve. La posición de Yataytí Cora permaneció en manos argentinas.
Tercer combate, 11 de julio de 1866
Aquino movilizó sus reservas ante lo que el comandante del I Cuerpo general Wenceslao Paunero recibió órdenes directas de Bartolomé Mitre de lanzar un contraataque.1 Paunero tenía poca confianza en esa orden ya que sus hombres estaban cansados y no podían ver nada a través del humo, la arena y la creciente oscuridad1 pero acató e hizo avanzar a las brigadas 3ª (Batallón 4° y 6° de Línea) y 4ª (1° Legión Voluntarios y Cazadores de la Rioja) que componían la 2ª división al mando del coronel José Miguel Arredondo.
La lucha devino en un caos ya que los soldados de ambos bandos disparaban a ciegas hacia el enemigo hiriendo en muchos casos a sus propios compañeros. Los paraguayos lanzaron sobre la línea argentina una carga de artillería pero fueron finalmente repelidos.1 Habiendo Aquino ordenado la retirada ante el avance de la 2ª división argentina, tras tomar algunos prisioneros heridos y unos cincuenta fusiles, Paunero retrocedió a su vez recelando que el humo pudiera encubrir una sorpresa del enemigo.
Mitre llegó inmediatamente después con los dos batallones de infantería restantes de la 1ª División, Batallón 3 de línea al mando del teniente coronel Felipe Aldecoa y Legión Militar comandado por el sargento mayor Agustín Valerga y tomó el campo en disputa pero reorganizadas sus fuerzas Aquino renovó con todas sus fuerzas el ataque sobre Yataytí Corá mientras la caballería cayó sobre el flanco derecho de los dos batallones argentinos que se mantuvieron en sus puestos. Díaz hizo llover cohetes que causaron muchos estragos.9 en la posición argentina, una de las cuales explotó a pocos metros del presidente y otra por poco mató al general Flores, que había cabalgado desde el centro del dispositivo aliado para observar la acción. La violenta fusilería causó heridas mortales a los comandantes Aldecoa y Valerga.
En ese momento el coronel Rivas trajo cinco batallones desde la retaguardia lo que finalmente dio la ventaja a los aliados. Sucesivamente entraron en combate relevando al 3° y a la Legión que prácticamente habían agotado su munición los batallones de la 2ª División 4° y 6° de línea (Luis María Campos), luego volvió al combate los restos del 1° de línea y la 1° Legión de Voluntarios (2ª División), seguidos de otros batallones como reserva: los batallones de Guardias Nacionales San Nicolás de los Arroyos y Correntino, el 5° de línea, la 4ª división al mando de Antonio Susini compuesta del batallón de Guardias Nacionales Riojano (Gaspar Campos) y Santafecino y el 2° de Voluntarios que aunque no abrieron fuego por hallarse ya muy entrada la noche estuvieron al alcance de los disparos enemigos.
La acción se generalizó e hizo encarnizada pero pronto se decidió no tardó en decidirse a favor de los argentinos.14 Si bien las fuertas directamente enfrentadas eran en todo momento similares, con 11 batallones movilizados los argentinos estaban ahora en condiciones de continuar relevando sin cesar a las unidades comprometidas en combate mientras que las paraguayas carecían de reservas, sus 4 batallones tenían bajas superiores al tercio de sus fuerzas y se hallaban dos millas adelantadas de sus líneas, por lo que a las 21 Díaz dio la orden de retirada y los paraguayos se retiraron al otro lado del estero «huyendo en gran desorden escribió Mitre tirando una parte de sus armas, abandonando muertos y heridos y precipitándose al estero, en cuyos pajonales y gracias a las sombras de la noche pudieron salvarse». Cuando cesó el encarnizado combate la mayor parte del campo estaba ardiendo.