Francisco Solano López

Para comprender la tragedia que destruyó a Paraguay en los cinco años de lucha contra Brasil, la Argentina y Uruguay, es necesario dar una idea del personaje que en esos años regía los destinos de aquel infortunado país.

Francisco Solano López tenía 38 años en 1865, y la vida sólo le había proporcionado halagos y satisfacciones. Su padre, Carlos Antonio López, hizo de él su heredero en el gobierno del bravío y al mismo tiempo dócil pueblo paraguayo.

Con una gran sobreestimación de su persona, desde niño sólo había escuchado alabanzas y juicios laudatorios hacia él, López enfrentó la vida envanecido por sueños de gloria y poder. Era de estatura baja, con tendencia a la obesidad, y de piernas arqueadas. A pesar de los pocos dones con que le había dotado la naturaleza, su aspecto imponía por sus ademanes enérgicos y su rostro trigueño, enmarcado por una barba espesa y oscura; sus ojos eran negros y miraban con intensidad. La voz tenía un hermoso timbre y hablaba con facilidad, además de español y guaraní, francés y portugués.

Francisco solano Lopez

Veleidades monárquicas

Alberdi, que conoció al enfant gate —«niño mimado»— del Paraguay en París, dijo de él que «era un mozalbete altanero que traería dolores de cabeza a su país». El general Paz, que le conoció en 1845, cuando López marchó a Corrientes para combatir a Rosas al frente de cinco mil hombres, dio que «no poseía ningún conocimiento militar y ninguna idea de la guerra y del modo de hacerla». Este hombre, promovido a general a los 18 años, sin haber participado en ninguna campaña militar, fue electo presidente del Paraguay en octubre de 1862, por un período de diez años. 

Es evidente que el joven mandatario no tenía ideas republicanas y que aspiraba a reinar, como soberano absoluto, en su pequeño país. El arquitecto italiano Alejandro Ravizza construyó en Asunción un teatro parecido a la Scala de Milán y un oratorio con reminiscencias de los Inválidos de París. Otro arquitecto, el inglés Edward Taylor, construyó la estación de ferrocarril y el Palacio de Gobierno de Asunción. En los lujosos salones del palacio, López mandó instalar un gran sillón sobre estrado con gradas bajo dosel, con todo el aspecto de un trono. 

En El Semanario, órgano oficial del estado, se publicaron una serie de editoriales sobre las ventajas de las monarquías y los inconvenientes de las repúblicas. Fascinado por sus recuerdos de la visita al París de Napoleón III, Solano López quería emular en todo el fasto y la gloria militar de aquella corte.

Paraguay era un país próspero al asumir la presidencia López. Su padre lo había transformado, siguiendo un camino de desarrollo singular e independiente, gracias a las inmensas riquezas acumuladas por Francia en el erario público durante su largo gobierno. Cuando el 10 de septiembre de 1862 murió Carlos Antonio López, el «delfín» asumió la presidencia provisional el mismo día. El Congreso lo proclamó presidente por unanimidad el 16 de octubre. Solamente un diputado, José María Valera, tuvo el valor de manifestar sus reservas, citando el artículo segundo de la Constitución: «El gobierno de la República no será nunca patrimonio de una sola persona o de una familia».

Varela propuso una enmienda que limitara los poderes del ejecutivo, pero nadie lo apoyó y al día siguiente fue arrestado y murió en la cárcel.

Sin opositores, López formó gobierno con José Bergés, un moderado a quien confió las Relaciones Exteriores, Francisco Sánchez, un anciano a quien dio el ministerio del Interior; Mariano González, ministro de Finanzas, y su hermano Venancio, titular de Guerra y Marina. Su otro hermano, Benigno, fue nombrado secretario de la presidencia.


lopez y el TRono

El Trono: López y su Gabinete (desde la izquierda a la derecha: Gonzáles, Sánchez, López, Bergés y Venancio López).