Cuando los últimos defensores de Humaitá llegaron al Chaco, transportaron por tierra las canoas hasta laguna Verá, a través de la cual podían llegar a Timbó, pues el coronel Rivas ocupaba la orilla del río Paraguay y cerraba el paso por allí.
El general Caballero esperaba a los defensores de Humaitá al otro lado de la laguna. Se inició el transporte de los heridos y de las mujeres en canoas, bajo el fuego enemigo. Una tercera parte de los fugitivos pudo ponerse a salvo durante la noche; el resto fue muerto o herido por los tiradores aliados. Al advertir ese movimiento fue reforzado Rivas, dispuso de 6.000 hombres y llevó a la laguna Verá una cantidad de canoas para cortar la retirada enemiga. Los fugitivos no pudieron salvarse más que a costa de pérdidas enormes. En el último intento, el 30 de julio, unas 400 personas, entre ellas mujeres y niños, se lanzaron desesperadas contra la línea de canoas aliadas; con excepción de una, todas las embarcaciones paraguayas fueron apresadas y no había una sola persona ilesa en ellas.
Por fin el 5 de agosto el jefe paraguayo, coronel Martínez, rodeado por el enemigo, se rindió con el resto de sus hombres y el armamento que llevaba; quedaron en poder de los aliados 4 jefes, 95 oficiales y 1.200 hombres de tropa, casi desfallecidos de hambre, 300 de los cuales estaban además heridos. Así terminó' la campaña del cuadrilátero. El general Caballero, perdida toda esperanza de recibir más sobrevivientes de Humaitá a través de la laguna Verá, emprendió la marcha con los 800 hombres de su mando y su artillería y se reunió con el ma-riscal López en Tebicuary.
Los brasileños fueron en la última etapa de la guerra el factor decisivo, por sus posibilidades materiales y sus reservas 'humanas. Todavía avanzado el año 1868, se vio obligado el general Mitre a distraer algunas fuerzas del ejército de operaciones al mando del general Emilio Mitre para sofocar una rebelión que se había producido en la provincia de Corrientes; con el mismo objeto movilizó en octubre la guardia nacional a fin de poner fin a las luchas civiles en esa provincia.
El Paraguay se había debilitado extremadamente en hombres y armamentos, pero no decreció su voluntad de lucha ni mi disposición para el sacrificio. El camino a Asunción no podía ofrecer ya la misma resistencia que había ofrecido el cuadrilátero, porque las fuerzas y elementos disponibles eran reducidos, las fortificaciones no eran tan perfectas y los aliados contaban con fuertes contingentes y con una escuadra poderosa.
El ejército paraguayo había quedado incapacitado para todo plan de batallas decisivas; a lo sumo, aunque sus perspectivas eran nulas a la larga, sólo podría concentrar sus fuerzas en la defensa.