El país estaba sumergido en la sucia guerra contra Paraguay y entre las tropas paraguayas que habían sido diezmadas por la lucha fratricida, el hambre y ante las deficientes medidas higiénicas y de salubridad apareció un enemigo invisible el cólera.
El ejército aliado acampado en Paso de la Patria o Itapirú había transformado el lugar en un enorme campamento en donde había de todo. Había allí almacenes, tiendas, médicos, barberos, dentistas, salas de baile. burdeles, billares, un teatro improvisado. Siempre había una gran animación en el lugar. escala obligada de los militares que iban o venían del frente. Los fotógrafos habían instalado sus negocios y los militares posaban para enviar sus retratos a sus familiares lejanos. También se habían instalado varios embalsamadores para los que podían pagar su trabajo y enviar los cuerpos a Buenos Aires, Montevideo o Río de Janeiro. Todo costaba carísimo. y todo el mundo estaba dispuesto a vaciar los bolsillos de los oficiales y soldados que permanecían allí algunos días o solamente unas horas. El que iba a Itapirú regresaba sin un centavo, y a menudo con cualquier enfermedad. El 26 de marzo de 1867 se declararon en el lugar los primeros casos de cólera. Parece que el mal lo trajo un soldado que venía de Río de Janeiro, donde ya se había declarado la epidemia. A los pocos días ya había docenas de enfermos. En los primeros días de mayo había 13.000 hospitalizados en los distintos hospitales, un tercio de todo el ejército. Por día enfermaban 300 hombres con fiebres, vómitos y diarrea. Más de ºla mitad morían. En Curuzú, de 4.000 enfermos solamente sobrevivieron 1.600. Porto Alegre permaneció en su puesto visitando los lazaretos. En julio, cuando declinó la epidemia, habían muerto por lo menos cinco mil soldados. Los paraguayos también sufrieron la epidemia y murieron por miles.