La obra realizada por los presidentes Urquiza, Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca; el impulso dado a la construcción del país en todos sus aspectos, adquirieron una celeridad inusitada en el período presidencial de Juárez Celman
En esa época la riqueza nacional ofrecía las más risueñas perspectivas; el comercio crecía sin tope, y la industria se desarrollaba de modo extraordinariamente rápido, el capital y el crédito afluían de todas partes y el optimismo lo embargaba todo.
Se inscribieron 134 sociedades anónimas en 1888 con más de 500 millones de pesos papel. Desde 1882 a 1891 se inscribieron en el Registro público de comercio sociedades cuyos capitales declarados ascendían a casi 1.000 millones de pesos.
Año | Industria |
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1882-83 | Negocios de tierras, colonización, cultivos. |
1884-85 | Ferrocarriles, tranvías, navegación. |
1886-87 | Compañías de seguros. |
1888-89 | Bancos |
1890-91 | Empresas comerciales, industriales, telegráficas y otras. |
Prosperaban los Bancos, más de 50; crecían los ferrocarriles, funcionaban los puertos. Al año de gobierno fue inaugurada la primera sección del puerto de Buenos Aires y poco después entraban en servicio los de Rosario y La Plata.
La capital contaba en 1889 con 530.000 habitantes, de los cuales 300.000 eran extranjeros. En 1888 se cultivaban 2.359.958 hectáreas de tierra; la ganadería mostraba ese año 23 millones de cabezas de ganado vacuno, 4.500.000 equinos, 70 millones de lanares.
La proliferación de Bancos fue exponente de la fiebre de especulación que termino en la revolución del 90 pagina de Anuncion de Bancos de El Sudamericano
Hasta casi fin del siglo XIX, después de la época de los saladeros, expresión de la economía nacional de la época de Rosas, fue la lana la principal rama de exportación. Desde 1852 a 1888 la ganadería vacuna aumentó un 270 por ciento y la ovina un 1.000 por ciento; era la lana el principal aporte de la Argentina a la industria europea, su principal consumidora.
En 1829 se exportaron 333.700 kilogramos de lana; en 1850, 7.681.000; y en el año 1889, 141 millones. En cuatro decenios, la exportación de lana aumentó en cuanto a la cantidad, casi un 2.000 por ciento, sin contar la mejora de la calidad.
El desarrollo de la campaña tuvo su principal cimiento, antes del 90, en la cría de la oveja y posteriormente, ocupó su puesto la carne congelada.
Para mostrar el desarrollo y la confianza que merecía el país en plena marcha, Juárez Celman dispuso que se concurriera a la exposición universal de París en 1889, la más. importante del siglo. La tierra aumentó su precio de mes en mes, hasta alcanzar cifras fabulosas, y también en torno a ella se especuló sin freno.
El dique San Roque fue pensado para control de inundaciones, suministro de agua a la ciudad de Córdoba, aporte hídrico para el riego de 33.000 ha y generación de energía hidroeléctrica. A su finalización, aquella represa, era la responsable de generar el embalse de agua, más grande del mundo y la obra de ingeniería más importante de Sudamérica.
El comercio exterior dio cifras que no volvieron a alcanzarse hasta quince años más tarde. Si el intercambio comercial había sido en 1885 de 176 millones de pesos oro, en 1887 alcanzó 201 millones, y siguió en progresión creciente; en 1888, 228 millones; en 1889, 254 millones. Sin embargo, la balanza de pagos fue siempre desfavorable, pues las importaciones superaban a las exportaciones. Juárez Celman trató de explicar ese fenómeno en su mensaje al Congreso en 1888.
"El gran desarrollo del comercio con el exterior se debe a las mayores necesidades que experimenta un país nuevo que se puebla rápidamente y que de año en año ve duplicados sus recursos, sus medios, el valor de la tierra, las facilidades de la comunicación y los resultados de las industrias que explota. Se debe también a nuestra legislación aduanera, a la supresión de los derechos a la exportación y a las demás medidas adoptadas para auxiliar las industrias nacionales".
En 1885 se inauguró un segundo edificio más amplio frente a la Casa Rosada, en la esquina de las calles Rivadavia y 25 de Mayo, proyectado por el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo y el ingeniero José Maraini. Éste fue demolido en la década de 1940 para construir el actual edificio del Banco de la Nación Argentina, proyectado por Alejandro Bustillo.
Continuó el desequilibrio entre las importaciones y las exportaciones, y el presidente procuró interpretar el fenómeno en su mensaje del año siguiente:
"Desde luego, debo haceros notar que si la Nación ha introducido en el año 1888 por valor de 120 millones de pesos, esa suma no representa los consumos del año, ni tampoco las obligaciones de pagar igual suma dentro del año. En sólo materiales para ferrocarriles se han introducido por valor de pesos 13.612.604 contra 3.534.555 pesos en 1887; y como esos materiales son comprados con los capitales extranjeros de las compañías ferrocarrileras, ha-bría error en acumular esos valores a los de la importación para consumir, que el país debe pagar con su producción anual. Puede estimarse que otra suma no menor se ha introducido en 1888 en materiales de construcción, máquinas, instrumentas de labranza y demás, que vienen a aumentar el capital fijo de la comunidad, y a aumentar su capacidad productora, y que no deben ni pueden figurar como de consumo anual".
Mucho de ello es verdad, pues el desnivel entre las cifras del intercambio comercial era el resultado natural de una crisis de crecimiento, no de una crisis brotada sólo de una mala administración, aunque la fiebre de especulación haya adquirido contornos extremos y haya dado motivo a la alarma y a la crítica de los opositores.
Las transacciones sobre bienes raíces, que sumaron 40 millones en 1886, fueron 85 en 1887 y 125 en 1888; en 1889 alcanzaron la cifra de 300 millones.
Los ferrocarriles continuaron su crecimiento con un ritmo desbocado e irreflexivo; los 5.964 kilómetros de las líneas de 1886, al hacerse cargo del poder ejecutivo Juárez Celman, eran 9.254 kilómetros en 1890; casi todas las capitales de provincia estaban unidas por vías férreas. A fines de 1889 se hallaban en explotación y construcción 27 líneas, pero se habían concedido autorizaciones para construir 92 líneas más, 56 nacionales y 36 provinciales. Importaba poco el estudio previo de sus perspectivas; se procedía bajo la seducción de ganancias y de ilusiones que podían culminar en el desastre.
Cuando se estableció por ley la ciudad de Buenos Aires como capital del país, se optó por el proyecto de Madero, que fue definitivamente aprobado por el Congreso nacional en 1884. A partir de ese momento mermaron las obras de dragado del canal de la Boca del Riachuelo (que se venían efectuando desde años atrás) y se decidió destinar los recursos necesarios para la construcción del nuevo puerto. Bastaron pocas décadas para que se revelaran las consecuencias de tan mala elección.La construcción se inició el 1 de abril de 1887 y fue llevada adelante por la empresa inglesa Thomas Walker & Co. La dársena sur se inauguró el 28 de enero de 1889. Le siguieron los diques 1 y 2 (habilitados el 31 de enero y el 28 de septiembre de 1890, respectivamente), el dique 3 (31 de marzo de 1892), el dique 4 y la dársena norte (7 de marzo de 1897) y la primera etapa del canal norte (15 de julio de 1897). Finalmente, la etapa final del canal norte se habilitó el 31 de marzo de 1898,1 y la obra del puerto se dio por terminada.
El presidente era uno de los seducidos por la magia de las líneas férreas y lo testimonió en numerosos documentos y especialmente en los mensajes anuales al Congreso; vio en ellas la base del futuro bienestar económico y de la prosperidad ilimitada del país.
No había empresa que no se emprendiese con fervor y sin reflexión; además de los ferrocarriles, se construían puertos, muelles; se instalaban líneas de navegáción a Europa; se trazaban tres avenidas y cinco plazoletas en la ciudad.
Se había vivido con cierta frugalidad y de repente se entró en una era de prodigalidad, de lujo advenedizo, de derroche, sin tasa y sin límite.
Hubo aventureros y aprovechadores, pero hubo una especie de contagio que lo invadió todo, y los capitales extranjeros se asociaron en la aventura y sufrieron los efectos de la crisis cuando se produjo el desastre.
Fue en ese tiempo, 1890, cuando se libraron al servicio las obras del dique San Roque, en Córdoba, una de las grandes obras de ingeniería.
Se habían iniciado en 1880, siendo Juárez Celman gobernador de la provincia, para la irrigación de los Altos y tuvo gran influencia en el futuro crecimiento de la ciudad de Córdoba y en la riqueza agrícola de sus alrededores. Tiene 51 metros desde los cimientos sobre la roca, y 37 metros de elevación, con 133 metros de longitud en el coronamiento y 22,30 metros en el fondo. Recibe las aguas de los ríos Cosquín y San Roque que, al reunirse, forman el río Primero.
Los estudios fueron hechos por los ingenieros A. Casaffoust y C. Dumesnil y la construcción estuvo a cargo de la empresa Funes y Bialet Massé. Contra la obra se hicieron acusaciones de carácter técnico que motivaron la defensa de Bialet Massé por Roque Sáenz Peña, contra el informe dado por el supuesto ingeniero Stavelius.
Simultáneamente creció la corriente inmigratoria ;
Año | Inmigrantes |
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1885 | 108.700 |
1886 | 112.345 |
1887 | 120.800 |
1888 | 155.600 |
1889 | 260.900 |
1890 | 110.500 |
Las cifras de 1889 no volvieron a ser registradas hasta 1906. Ese extraordinario crecimiento demográfico, comercial, industrial, tecnológico, tenía que llevar a un desequilibrio entre los gastos y los ingresos fiscales.
Año | Ingresos nacionales $oro | Gastos $ oro |
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1886 | 30.395.792 | 39.178.658 |
1887 | 51.582.400 | 65.141.988 |
1889 | 72.903.757 | 107.251.132 |
1890 | 73.150.856 | 95.363.854 |
1891 | 75.449.103 | 129.180.162 |
Naturalmente, la deuda pública creció en proporciones que hacían difícil su rescate y el simple pago de los intereses anuales. Los 117.153.849 pesos oro a que ascendía la deuda pública en 1886, fueron al año siguiente 141.117.849 ; en 1888 se elevó la deuda a 277.462.571; en 1889 a 295.159.833, y en 1890 a 355.762.141 pesos oro. Aunque el país crecía vertiginosamente, creció más aún la deuda pública y el monto de los déficit fiscales.