Juarez Celman en la ardiente polémica entre los católicos y los liberales, fue adversario de los primeros y su propaganda le valió prestigio como portavoz del liberalismo. Fue miembro de la municipalidad de Córdoba, su abogado consultor, diputado y senador de la legislatura provincial. Cuando el doctor Antonio del Viso se hizo cargo de la gobernación
la provincia en 1877, Juárez Celman fue designado ministro general, y desempeñó el cargo hasta la terminación del período en 1880. Como la administración de del Viso había sido beneficiosa y progresista, Juárez Celan, que había colaborado destacadamente en ella, fue el candidato obligado a la sucesión. Las elecciones le dieron efectivamente el triunfo y asumió el mando el 17 de mayo de 1880.
Realizó un gobierno de orientación liberal y progresista se rodeó de hombres de valor, sin preocuparse mayormente de su profesión de fe política; fomentó la instrucción pública y creó numerosas escuelas; instaló el régimen municipal en la provincia, auspició la reforma de la Constitución para ajustarla a los nuevos conceptos del derecho público; creó el Registro civil el 13 de agosto de 1880 y dispuso que sólo se enterrase a los muertos en los cementerios municipales; cubrió la mayor parte de la deuda flotante de la provincia y los fondos públicos llegaron a cotizarse casi a la par. Con ayuda del gobierno nacional, al cual había enviado fuertes contingentes de tropas en la crisis del 80, tuvo la provincia nuevas vías férreas, puentes, caminos, obras de riego, etc. La ciudad capital hizo en su período de gobierno grandes progresos edilicios. Entregó el mando a su sucesor en mayo de 1883, en plena era de prosperidad, y Juárez Celman fue presentado por los comentarios periodísticos como un nuevo Rivadavia.
Miguel Suarez Celman pertenecía a una familia aristocrática e ingresó tempranamente a la actividad política. Fue electo diputado al apenas doctorarse, y desde el parlamento provincial encabezó el movimiento para la secularización de las instituciones educativas. Dos años más tarde fue electo al Senado, y en 1877 designado presidente del cuerpo. Ejerció sólo brevemente la función, pues la muerte del gobernador Clímaco de la Peña llevó al gobierno a Antonio del Viso, quien lo nombró Ministro de Gobierno. Ocuparía el cargo hasta el final del mandato de del Viso. Su actuación enérgica e informada le valió la postulación a la gobernación ese mismo año, y fue electo por el Partido Autonomista Nacional, asumiendo el 17 de mayo de 1880.
Como era usual entonces, fue enviado al Senado nacional en representación de la provincia. Era ya un nombre conocido en el país y disfrutaba de amplia simpatía por sus dotes personales y por la autoridad que le daba su carácter de gobernador progresista.
En la discusión de la reforma de la enseñanza, se pronunció abiertamente en el Senado por la educación laica, oponiéndose así a los grandes oradores católicos, incluidos algunos coprovincianos ilustres, como Manuel D. Pizarro.
Un año y medio antes del término presidencial de Roca, comenzó a agitarse el ambiente político en busca del sucesor. Surgieron nombres de tradición y de prestigio, como Dardo Rocha, Bernardo de Irigoyen, Benjamín Victorica, Juárez Celman. Este último tuvo el apoyo del partido autonomista nacional, que dominaba en la mayoría de las provincias y cuya jefatura de hecho ejercía Roca, su concuñado. Los católicos de Buenos Aires, en plena lucha contra las innovaciones liberales del gobierno, presentaron como candidato, al presidente de la Suprema Corte, José Benjamín Gorostiaga, uno de los autores de la Constitución de 1853, ministro de Urquiza y de Sarmiento.
La candidatura de Victorica cedió, la primera, el campo a los demás contrincantes, cuyos partidarios se unieron para contrarrestar el visible apoyo oficial a Juárez Celman, proclamando una candidatura común: la de Manuel Ocampo, con el apoyo de Mitre. Quedaban así para los comicios solamente los nombres de Juárez Celman, Manuel Ocampo y Bernardo de Irigoyen; a último momento, en Catamarca, la candidatura de Irigoyen fue desplazada, por la fuerte presión aludida; los gobernadores de provincia, factores decisivos, se concentraron en torno a Juárez Celman, con Carlos Pellegrini como vicepresidente. Las elecciones se realizaron en abril sin ninguna alteración del orden; en realidad fueron las primeras elecciones que transcurrieron en completa tranquilidad.
En el curso de la campaña electoral, expuso al partido autonomista nacional sus propósitos al aceptar la candidatura:
"Será para mí de mis primeros deberes y el mayor honor cooperar a que la libertad electoral sea una verdad en todas partes, a fin de que las agrupaciones en que se divida la opinión tengan su correspondiente participación en el gobierno del país. . Mantener siempre la unidad nacional, consolidada con su capital en la ciudad de Buenos Aires, será para mí una de mis primeras aspiraciones, sin menoscabar en lo mínimo las autonomías provinciales, tan necesarias para la existencia del gobierno que nos hemos dado, y cuyo campo de acción no tiene otro límite que el trazado por la ley fundamental".