Federico Pinedo no permaneció mucho tiempo en el gobierno (1940-41), y en el ejercicio de su cargo presidió la misión económica al Brasil.
La situación era difícil; el tratado Roca-Runciman establecía que no se facilitaría cambio para la introducción de mercaderías que en alguna forma pudiesen ser adquiridas en Gran Bretaña; pero los triunfos de Hitler en Europa y la condición a que fue sometida Inglaterra aquellos años dieron razón para un cambio de orientación, que se reflejó en la fórmula de "comprar a quien nos compra". Gran Bretaña requería abastecimientos de la Argentina, pero sus compras quedaban acreditadas en libras congeladas. En vista de las dificultades para obtener de Gran Bretaña equipos y productos manufacturados, se imponía proceder a una industrialización propia para suplir en lo posible lo que no se podía importar o pagar; además se evitaría de ese modo al aumento de la desocupación obrera.
Pinedo elaboró un plan de reactivación económica, en el que figuraba la nacionalización de los ferrocarriles, un proyecto que había elaborado antes como abogado de las empresas ferroviarias. La hostilidad de que fue objeto por los diversos sectores, incluso los conservadores, dio motivo a su renuncia poco después de ser tratado el plan en el Congreso. Para lograr apoyo para el mismo, entró en relaciones con los radicales y en enero de 1941 tuvo una entrevista con Alvear en Mar del Plata, tendiente a un acuerdo patriótico, que debería tener por contrapartida el restablecimiento del sufragio libre, a lo cual se opusieron los conservadores. "Aunque no representaba al partido demócrata ni era miembro del mismo —dijo más tarde Pinedo--, no estaba dispuesto a conservar mi puesto sin la colaboración de esa fuerza, siempre me había prestado apoyo".