Para enero de 1942 se convocó una reunión interamericana de cancilleres en Río de Janeiro. La delegación norteamericana era presidida por Summer Welles; la delegación argentina fue encabezada por el canciller Enrique Ruiz Guiñazú, a quien se sindicaba como pro alemán.
Al inaugurarse la conferencia, Cuba, Haití, Santo Domingo, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala habían declarado la guerra a las potencias del Eje mientras que México, Colombia y Venezuela habían roto las relaciones diplomáticas, estos últimos países presentaron una proposición aconsejando la ruptura de relaciones con el Eje:
"1° Las repúblicas americanas declaran que consideran estos actos de agresión contra una de las repúblicas americanas como actos de agresión contra todas ellas y como una amenaza inmediata a la libertad e independencia del hemisferio occidental;
2° Las repúblicas americanas refirman su completa solidaridad y su determinación de cooperar estrechamente para su protección mutua, hasta que la presente amenaza haya desaparecido completamente;
3° En consecuencia, las repúblicas americanas manifiestan que, en virtud de su solidaridad y a fin de proteger su libertad e integridad, ninguna de ellas podrá seguir manteniendo relaciones políticas, comerciales o financieras con los gobiernos de Alemania, Italia y Japón; y asimismo declaran que, en pleno ejercicio de su soberanía, tomarán medidas correspondientes a la defensa del Nuevo Mundo, que consideren, en cada caso, prácticas y convenientes”.
La delegación argentina hizo objeciones a ese proyecto de resolución; también las hizo la delegación chilena, aunque por otros motivos. Ruiz Guiñazú había declarado el 7 de enero en un reportaje publicado en La Nación: "No le es dable, en este último aspecto, aceptar a la Argentina, sin intervención del Honorable Congreso, acuerdos militares ni adoptar eventualmente tales actos de pre beligerancia que puedan disminuir su actuación de país independiente, con respecto a su capacidad, que los acuerdos de Lima expresamente reservaron"...
El ministro de Relaciones exteriores de Brasil Oswaldo Aranha, fue un artífice del consenso. Él y la Conferencia fueron tapa de la revista Time.
La proposición de México, Venezuela y Colombia fue ampliamente discutida y el 21 de enero se presentó un nuevo texto, aprobado en principio por todas las representaciones:
"1) Las Repúblicas americanas refirman las declaraciones según las cuales consideraron todo acto de agresión por parte de algún Estado no americano contra una de ellas como un acto de agresión contra todas, ya que tal acto constituiría un hecho contrario a la libertad y la independencia de las naciones de América.
2) Las Repúblicas americanas refirman su completa solidaridad y determinación de cooperar para protección mutua hasta que hayan desaparecido los efectos de la actual agresión contra el Continente.
3) Por consiguiente las Repúblicas americanas declaran que en ejercicio de su soberanía y de acuerdo con sus instituciones poderes constitucionales, siempre que éstas estén de acuerdo, no pueden proseguir las relaciones diplomáticas con el Japón, Alemania e Italia, desde que el Japón ha atacado a un país de nuestro Continente y los demás le han declarado la guerra.
4) Las Repúblicas americanas declaran finalmente que antes de restablecer las relaciones mencionadas en el párrafo anterior, consultarán entre ellas para que su decisión sea colectiva y unánime".
La nueva declaración, pues, no establecía la inmediata ruptura de relaciones.
El gobierno de Buenos Aires no estuvo conforme con esa resolución, que no se ajustaba a las instrucciones reservadas que llevaba el ministro Guiñazú, el cual al día siguiente notificó a la conferencia la disconformidad del gobierno argentino con lo acordado la víspera y pidió variantes en el texto, sobre todo la supresión de todo concepto terminante respecto a las actitudes a adoptar. La conferencia cedió para no romper la unidad continental, y se acordó al fin el texto siguiente:
"Las Repúblicas americanas, siguiendo los procedimientos establecidos por sus propias leyes y dentro de la posición y circunstancias de cada país en el actual conflicto continental, recomiendan la ruptura de sus relaciones diplomáticas con el Japón, Alemania e Italia, por haber el primero de esos Estados agredido y los otro, dos declarado la guerra a un país americano"
El secretario Cordell Hull y el subsecretario Sumner Welles encarnaron dos políticas hacia América Latina. La Conferencia de Río abrió entre ellos una brecha insalvable.
Es decir, lo que era un acuerdo formal quedó reducido a una mera recomendación. Cordel] Hull juzgó con disgusto el resultado:
"La declaración firmada no alcanzó el propósito que ambicionábamos al ir a Río, es decir conseguir una ruptura total del Hemisferio Occidental con el Eje. La Argentina y Chile continuaron sus relaciones diplomáticas con el Eje, y la Argentina se convirtió en foco de actividades del Eje. En el futuro llegaríamos a pagar con creces este fracaso en Río".
El vicepresidente Castillo declaraba en una nota publicada en La Prensa el 24 de enero:
"La ruptura optativa aprobada en la conferencia consultiva de Río, como fórmula conciliatoria, me ha producido lógica satisfacción, pues ella está dentro de los términos precisos que la Argentina había establecido, en forma franca y definida, su posición especial frente al conflicto bélico que ha alcanzado a América. Dijimos claramente en un principio que la Argentina no iría a la guerra ni a la ruptura, pero que estaba dispuesta a aceptar. consecuente con su nunca ausente sentimiento americanista, cualquier fórmula de avenimiento que refirmase la solidaridad y la unidad continentales y que al mismo tiempo, dejara en libertad a los distintos países para que, en ejercicio de su soberanía, adoptasen las resoluciones que las situaciones especiales y las circunstancias particulares de cada país, aconsejasen en cada caso"
Poco después de terminar las sesiones de la conferencia de Río de Janeiro, 19 naciones americanas habían roto sus relaciones con el Eje o le habían declarado la guerra; Chile lo hizo más tarde y el Brasil no solo rompió las relaciones sino que declaró la guerra al Eje.
Solamente permaneció neutral la Argentina, pero el general Justo ofreció al Brasil su participación personal en la contienda, en su calidad de general honorario del ejército brasileño, y fue objeto de un llamado de Getulio Vargas, que puso el propio avión a su disposición, para una visita a Río de Janeiro, en ocasión de los festejos patrios.
El ministro Culaciatti atestigua su posición aliadófila con una carta que le dirigiera desde las Bahamas el ex embajador Norman Armour: "Siempre recordaré con aprecio la cooperación y buena voluntad de que Ud. dio muestra en la época de mi actuación como embajador en la Argentina, cuando, siendo ministro del interior, dejó Ud. bien claramente sentada su actitud de amigo firme de la causa aliada. No solamente eran aliadófilos sus sentimientos, sino que como miembro del gabinete se esforzó por hacer cesar la intriga, el espionaje y la propaganda nazi, cooperando así con nuestra embajada para el logro de ese propósito. Que Ud. no haya alcanzado el éxito deseado se debió, bien lo sé, a circunstancias ajenas a su voluntad".
Pero la posición de uno de los miembros del gabinete no era la de todo el gabinete y muchas veces no lo era tampoco la del propio presidente.
En La Vanguardia resumía Américo Ghioldi: "La falsa, absurda y anacrónica política de neutralidad sostenida por Castillo-Ruiz Guiñazú, apoyada oficialmente por los turiferarios de los partidos oficiales, aplaudida por los grupos nacionalistas, coreada por los radicales de minúsculos grupos de dudosa orientación y alentada sin cesar por los diarios de la quinta columna de defensores del nazifacismo, fue sencillamente nefasta" (7 de julio de 1943).
En la Cámara de diputados, el diputado Nicolás Repetto había hecho un pedido de interpelación sobre la situación de las relaciones internacionales de la República, que tuvo lugar en sesión secreta del 23 de julio de 1942. Se refirió el interpelante en un largo discurso a la conferencia de R.19 de Janeiro y al papel de la Argentina en ella, alegando que la defensa del continente contra las ideas absolutistas y las agresiones a su soberanía sólo podía alcanzarse por la unión estrecha de todos los países, por la colaboración coordinada de todos los esfuerzos y censuró al aislamiento, especialmente en relación con los demás países americanos, del norte, del centro y del sur, en nombre de la neutralidad y la fórmula de la ruptura de relaciones con las potencias del Eje optativa.
Tampoco su interpelación sobre el hundimiento de las naves argentinas, como el "Río Tercero", el mismo mes y año, alteró la posición del presidente Castillo y la orientación de su gobierno.