Terminación de la guerra del Paraguay

El 1º de marzo de 1870 fue muerto en Cerro Corá el mariscal López. La guerra del Paraguay terminó después de haber perecido literalmente el pueblo paraguayo con su jefe.

Según el tratado de la Triple Alianza del 1º de mayo de 1865, la guerra se hacía contra el tirano Francisco Solano López y no contra el pueblo paraguayo.

Al entrar los aliados en Asunción, se reunieron en Buenos Aires los diplomáticos y ministros de la Triple Alianza para entenderse respecto del tratado de paz y sobre los límites que convendrían con los vencidos. En Asunción se instaló un gobierno provisional en el que privaba Cirilo Rivarola, que respondía a las sugestiones del barón de Rio Branco. El Brasil no retiró enteramente sus tropas, mientras la Argentina ordenó el regreso de las suyas.

A fines de 1869 Mariano Varela, ministro de relaciones exteriores de Sarmiento, declaró que "la victoria no da a las naciones aliadas derecho para que declaren, entre sí, como límites suyos, los que el tratado determina ... Esos límites deben ser discutidos con el gobierno que exista en el Paraguay y su fijación será hecha en los tratados que se celebren, después de exhibidos por las partes contratantes los títulos en que cada una apoya sus derechos".

El gobierno de Sarmiento insistió en que la victoria no daba derechos y esa actitud disgustó al gobierno de Río de Janeiro, que estuvo a punto de romper las relaciones con la Argentina, de esta manera quería la Argentina poner trabas a las ambiciones territoriales del Brasil. El barón de Cotegipe fue enviado a Asunción, y la Argentina tenía allí a Manuel Quintana como representante ante el gobierno paraguayo, presidido por Salvador Jovellanos. Cotegipe negoció directamente con el Paraguay el tratado de paz y de límites; Quintana protestó, porque el tratado de la Triple Alianza imponía que ninguno de los aliados haría la paz por separado y regresó a Buenos Aires.

Baron de Cotiagé

El Barón de Cotegipe hizo saber a Quintana que “a pedido paraguayo”, trataría separadamente con Paraguay “por ofrecer inconvenientes los derechos argentinos”.
Quintana ofendido, abandona Asunción, a pesar de que Jovellanos le había pedido que no lo abandone ante las presiones del brasileño.
El imperio se había apoderado del archivo paraguayo, de donde hizo desaparecer todos los documentos relativos a límites que pudieran favorecer a Paraguay respecto de Brasil, de modo que éste no tenía ningún documento para hacer valer sus derechos ante el Imperio. Dejó en cambio los que favorecían a Paraguay respecto de la Argentina.
Para cumplir las formas, el 9 de enero de 1872 se firmó el tratado Cotegipe-Loizaga. El Imperio se adjudicaba la tercera parte del territorio paraguayo, garantizando en el resto del territorio “la independencia e integridad de la República” y no retiraba las tropas de ocupación “para mejor cumplimiento de los ajustes y del orden público”. Dejaba para más adelante el pago de la deuda de guerra “que sería fijada benévolamente”. El Congreso paraguayo no tuvo más remedio que aprobar el tratado, a libro cerrado y en una sola cesión. 


La prensa argentina y la uruguaya protestaron airadamente contra los procedimientos del Brasil. Sarmiento escribió a Manuel R. García: 

"Tenemos en campaña otra vez la tradicional política brasileña, que terminará por tragarse al Paraguay y, por poco que se le deje obrar, pasando al Chaco, tendremos en pocos años al Brasil limítrofe con Santa Fe y Salta".

Fue consultado Mitre sobre la fórmula de Mariano Varela, según la cual la victoria no daba derechos, y respondió:

"Que el gobierno no podía sostener que la victoria no daba derechos, cuando precisamente había comprometido al país en una guerra para afirmarlos con las armas. Que si la victoria no daba derechos, la guerra no había tenido razón de ser, puesto que, en definitiva, ella no había resuelto nada, y todo venía a quedar en el statu quo ante bellum. Que sostener tal doctrina era asumir ante el país una tremenda responsabilidad declarándole que su sangre derramada, sus tesoros gastados, todos sus sacrificios hechos, no habían tenido más objeto que volver a poner todo en cuestión. Que en tal caso el tratado de alianza no tendría razón de ser y se rompía la solidaridad entre los aliados, que la habían llevado a cabo hasta triunfar unidos. Que conforme en que debíamos elevar esa generosidad a la categoría de principio absoluto, decla-rando que la victoria no da en ningún caso derechos, por cuanto esto nos hacía no sólo perder las ventajas adquiridas a costa de grandes esfuerzos, sino que también condenábamos la guerra misma, por el hecho de declarar que se habían derramado los tesoros y la sangre del pueblo argentino para restablecer las cosas al estado anterior, quitándonos así el mérito de la generosidad".

Los convenios del barón de Cotegipe en Asunción sobre la paz, los límites, la negociación y el comercio con el Paraguay no podían ser vistos con indiferencia por la Argentina. Mariano Varela había dejado el cargo de ministro de relaciones exteriores en agosto de 1870 y fue sustituido por Carlos Tejedor, de carácter poco dúctil para manejarse en la vida diplomática. Con fecha 27 de abril de 1872, envió una nota polémica al gobierno de Río de Janeiro en la que protestaba por las negociaciones independientes del Brasil en Asunción, en violación de lo establecido en el tratado de la Triple Alianza. La argumentación de la nota de Tejedor es sólida, sólo el tono y algunas veladas amenazas sirvieron al Imperio para su reacción violenta. 

"Si el tratado de alianza no garante sus derechos —decía—, si sus aliados la abandonaban en el momento preciso en que podrían serle útiles, la República tendría poder bastante para hacer reconocer por si sola sus derechos del enemigo común". . . "La negociación separada es, bajo cualquier aspecto que se la mire, una infracción del tratado de alianza, no en uno solo de sus artículos, sino en todos". 

Pero aún era más grave la ocupación militar del Paraguay por las fuerzas brasileñas, pues era la violación de los tratados de Buenos Aires, era el protectorado ignominioso para el que lo sufría, porque se fundaba en la desconfianza que inspiraba.

El Imperio consideró ofensiva la nota y pareció inminente la ruptura de relaciones. Fue entonces cuando se recurrió a Mitre, a quien se encomendó una misión de paz con el Brasil.