La situación política interna del país seguía siendo tensa a causa de la guerra del Paraguay y de la hostilidad abierta de sectores importantes de la población en las provincias.
La elección estaba prácticamente en manos de los gobernadores de las provincias, dueños de los 156 electores presidenciales, lo que explica el empeño de los partidarios de cada candidato por asegurarse los gobiernos provinciales.
Al aproximarse el término legal de la presidencia de Mitre, se agitaron los interesados en la sucesión con sus respectivas fórmulas. Aparecieron como candidatos Guillermo Rawson, Rufino de Elizalde y algunos mencionaron el nombre de Alberdi; Adolfo Alsina tenía a su favor la gran popularidad de que disfrutaba como jefe del porteñismo autonomista; también se propuso el nombre de Urquiza, en Salta y en Entre Ríos. Se le ocurrió a Lucio V. Mansilla lanzar el nombre de Sarmiento, ausente en los Estados Unidos, hombre sin partido, y cuajó la fórmula presidencial Sarmiento-Alsina, apoyada por La Tribuna de los hermanos Varela y combatida con ensañamiento por La Nación Argentina de José María Gutiérrez, que apoyaba a Elizalde.
Desde el Paraguay, Mansilla le escribe por segunda vez el 30 de octubre:
"Tiene usted muchos y muy ardientes sostenedores ... Nada más que apoyarlos moralmente podemos hacer por ahora, pero si tenemos tiempo de acudir al terreno de la acción, el brazo sostendrá la idea. Don Emilio Mitre, el general Gelly, el general Hornos, el coronel Vedia, cien comandantes, mil oficiales están por usted"...
Desde el campamento de Tuyú Cué, intervino Mitre en el asunto de las candidaturas presidenciales por medio de una carta a Gutiérrez. Aunque decidido a la prescindencia, habría visto con simpatía la candidatura de Elizalde; vetó de hecho la candidatura de Urquiza; desestimó la de Adolfo Alsina, calificada como de contrabando.
Sarmiento no se encontraba en buenas relaciones con Mitre y sospechaba que éste movería contra él la masa electoral oficial; sin embargo, no solo no hizo tal cosa, sino que protestó ante José María Gutiérrez:
"No puedo aprobar una sola línea de su artículo contra Sarmiento candidato ni contra el nombre de Sarmiento".
Descalificada la candidatura de Alsina para el primer término de la fórmula presidencial, puso su partido y su influencia a favor de Sarmiento y cristalizó así la fórmula Sarmiento-Alsina.
En Buenos Aires apoyaron la candidatura del maestro sanjuanino hombres influyentes como Manuel Ocampo, Martín Infiero, Rufino Varela, Keen, D'Amico y otros; Rufino Varela en los ambientes políticos y Lucio V. Mansilla entre los militares, fueron los más entusiastas.
El partido liberal correntino fue el primero que proclamó en el interior del país su adhesión a Sarmiento.
La elección estaba prácticamente en manos
de los gobernadores de las provincias, dueños de los 156 electores
presidenciales, lo que explica el empeño de los partidarios de cada candidato por asegurarse los gobiernos provinciales.
El Club Libertad convocó el 2 de febrero de 1868 a los ciudadanos en una barraca cerca de la plaza Montserrat para la designación. de los candidatos. Alberto Palcos recuerda el hecho:
"Mil quinientos ciudadanos desafían el sofocante calor reinante. Deben votar a favor de Sarmiento o Alsina; el que reúna mayor cantidad de sufragios será proclamado candidato a presidente, el otro a vicepresidente. A poco de abrirse el acto, bajo la presidencia del doctor Apolinario Benítez, don Rufino Varela propone el nombre del maestro sanjuanino, y Pastor Obligado el de Alsina. Refleja, desde un ángulo muy sugerente, la composición de aquella asamblea, el siguiente episodio: Florencio Varela (h.) hace moción de sufragar por escrito y sufre rechazo, de acuerdo a la crónica insospechable de La Tribuna, «porque la mayor parte de los ciudadanos de Buenos Aires no saben escribir». Esto en la capital. ¡Lo qué sería en tierra adentro! El doloroso hecho que recordamos, oculta, empero, un simbolismo: aquella reunión de analfabetos, pero dirigida por hombres muy ilustrados y muy competentes, aclamando el nombre de Sarmiento, es como una asamblea de ciegos que reclaman la bendición de la luz".
Coinciden Lugones, Rebollo Paz y Saldías, en que la opinión estaba dividida entre Sarmiento y Alsina y que Benítez que era partidario del primero, recurrió a un arbitrio muy propio de las circunstancias: con estentórea voz gritó que los ciudadanos que estaban con Sarmiento como Presidente, se ubicaran a la derecha y los que estaban con Alsina a la izquierda; como el sol de ese día agobiaba a la masa, la mayoría se ubicó en la sombra, que era el lugar elegido para consagrar a Sarmiento.
Coinciden Lugones, Rebollo Paz y Saldías, en que la opinión estaba dividida entre Sarmiento y Alsina y que Benítez que era partidario del primero, recurrió a un arbitrio muy propio de las circunstancias: con estentórea voz gritó que los ciudadanos que estaban con Sarmiento como Presidente, se ubicaran a la derecha y los que estaban con Alsina a la izquierda; como el sol de ese día agobiaba a la masa, la mayoría se ubicó en la sombra, que era el lugar elegido para consagrar a Sarmiento.
Pedro de Paoli considera muy pueril e ingenuo este argumento y Alberto Palcos desmiente la especie que la habría inventado un enemigo de Sarmiento que no estuvo presente, y que motivó un debate en la prensa. Benítez era partidario de Alsina y el sol inclemente en realidad calentaba por igual todo el recinto.
Unos días después, el Club Argentino, alsinista, proclamaba también la fórmula Sarmiento-Alsina.
Sarmiento, que se sentía con fuerzas y con derecho a la presidencia de la República, aceptó sin hacerse ilusiones la perspectiva que le ofrecían.
No quiso trabajar directamente en los preparativos electorales y permaneció en los Estados Unidos hasta julio de 1868, preparando nuevos libros, uno de ellos sobre la vida del Chacho; se proponía escribir una historia del Paraguay y una biografía de Rosas. En su correspondencia con Manuel Rafael García, el esposo de Eduarda Mansilla, refiriéndose a Alsina, a quien deberá la presidencia, escribió: "Será presidente del Senado para tocar la campanilla".
Influyó en el ánimo colectivo el entierro emotivo en Buenos Aires de su hijo Dominguito, caído en la guerra del Paraguay, y suscitó simpatías hacia el padre ausente. También repercutió en la opinión (agitada pasionalmente por los Varela desde La Tribuna) el apoyo de un diario de Río de Janeiro a la candidatura de Elizalde.