En febrero de 1873 fue postulado como candidato presidencial por el Partido Nacionalista para las elecciones del año siguiente, pero fue derrotado por Nicolás Avellaneda.
Mitre acuso al gobierno de haber falseado los resultados, los partidarios de Mitre y se prepararon para la revolución contaba para eso con los generales Arredondo y Rivas los cuales se pusieron a conspirar aliados al mitrismo , el uno en Cuyo, el otro en la provincia de Buenos Aires, otros en Corrientes, etc. Mitre renunció a su jerarquía en el ejército y se dirigió a Colonia y días después lanzó un manifiesto revolucionario explicando su actitud y la razón del movimiento que encabezaba la revolución estalló 23 de septiembre de 1874, cuando Mitre estaba en Montevideo.
La conspiración había tomado carácter público; se hablaba de ella en todas partes; solamente Sarmiento no la creía posible; pero el 24 de setiembre se desvanecieron todas las dudas y ordenó ese día a Ivanowsky que vigilase a Arredondo.
Ezequiel C. Paz, director de La Prensa, proclamó el movimiento y clausuró sus talleres para ponerse "al servicio del pueblo, en el terreno de los hechos"; Paz, con Zeballos y otros, se dirigieron a Belgrano para organizar allí un levantamiento popular.
Los generales Arredondo y Rivas se pusieron a conspirar, el uno en Cuyo, el otro en la provincia de Buenos Aires, otros en Corrientes, etc. Mitre renunció a su jerarquía en el ejército y se dirigió a Colonia y días después lanzó un manifiesto revolucionario explicando su actitud y la razón del movimiento que encabezaba.
Quedaron fieles al gobierno Luis María Campos, Julio Campos, el coronel Nelson, el coronel Ayala, el coronel Azcona, Napoleón Uriburu y el coronel Julio A. Roca, que reunieron 35.000 hombres; en tanto del lado de la revolución estuvieron Ignacio Rivas, Benito Machado, el coronel Julián Murga, los comandantes Paz y Dávila, Charras, Emilio Vidal y los indios de la tribu de Catriel, más las milicias del departamento de Goya y 3.600 hombres del ejército de línea y milicias al mando de Arredondo, en total 14.000 hombres.
La derrota electoral de Bartolomé Mitre en las elecciones de 1874 frente a Nicolás Avellaneda hizo estallar una revolución de su partido, con la excusa de que éste había triunfado gracias al fraude. El fraude había existido, pero lo habían usado ambos bandos y el propio candidato derrotado lo había utilizado varias veces en el pasado.
La fecha programada para la revolución era al día siguiente de la asunción de Avellaneda, ya que aceptaban como legal al gobierno de Sarmiento; pero como sus preparativos fueron descubiertos, se lanzaron a la rebelión antes de esa fecha. Poco después estallaba otra en San Luis y el sur de la provincia de Córdoba, dirigida por el general José Miguel Arredondo, que nunca llegó a coordinarse con la primera.
Por varias semanas, el grupo de Mitre, inicialmente dirigido por el general Ignacio Rivas, recorrió el sur de la provincia de Buenos Aires, reuniendo soldados de la frontera con los indios y voluntarios armados, hasta llegar a reunir casi 5000 hombres.
El 26 de noviembre de 1874 en el partidos de Veinticinco de Mayo, a 7 km al norte en la Estancia La Verde se produjo la Batalla de La Verde que fue un combate entre las fuerzas nacionales al mando del teniente coronel José Inocencio Arias y las revolucionarias, dirigidas por Bartolomé Mitre, que dio fin a la revolución de 1874 en la provincia de Buenos Aires.
En el manifiesto revolucionario, octubre de 1874, dijo Mitre:
"No obstante los medios reprobados puestos en juego y la acción coercitiva de los gobiernos electorales en las provincias; no obstante los fraudes inauditos y notorios cometidos con el concurso del poder oficial y las violencias de la fuerza pública en los comicios, desautorice y desarmé a los que, habiéndome honrado con sus sufragios, querían lanzarse al terreno de la acción, declarando públicamente en nombre del patriotismo que la peor de las votaciones legales valía más que la mejor revolución".
Pero la conducta del gobierno señalaba el deseo de perpetuarse en el mando por los mismos medios fraudulentos empleados durante la lucha electoral.
"Consecuentes con este propósito, los poderes públicos complotados se hicieron solidarios del fraude, excluyendo a los verdaderos representantes del pueblo, y aceptando en su lugar a los representantes de una falsificación inaudita, por nadie negada y por todos confesada. Los poderes falsos que privaban del derecho de sufragio a la mayoría de los ciudadanos fueron confirmados. Desde ese momento el derecho de sufragio, fuente de toda razón y de todo poder en las democracias, quedó suprimido de hecho. La renovación de los poderes públicos se fio no ya a la acción tranquila del voto de las mayorías, sino al registro falso, al fraude electoral, a la fuerza de los gobiernos electorales complotados y a la eficacia de los medios oficiales puestos al servicio de esta iniquidad erigida en sistema permanente de gobierno.
"Esto era la anulación de la primordial de las libertades públicas, de que fluyen todas las demás; era la exclusión de una parte considerable del pueblo de toda la participación directa o indirecta en la cosa pública; era el entronamiento de una oligarquía oficial, que no era mayoría, compuesta de partidarios sin conciencia, que consideraban el poder como una propiedad exclusiva de ellos, y que declaraban lícitos todos los medios para conservarlo, aun a despecho de la voluntad popular" ...
Y aclaró más adelante:
"Llamado, no sólo por los que habían sostenido mi candidatura, sino también por los que habían hecho oposición, a ponerme al frente de los trabajos revolucionarios, contesté negándome a ello; pero declarando al mismo tiempo que la revolución era un derecho, un deber y una necesidad, y que no ejecutarla con pocos o con muchos, aunque no fuese más que para protestar varonilmente con las armas en la mano, sería un oprobio que probaría que éramos incapaces e indignos de guardar y de merecer las libertades perdidas. Declaro además que, producido el hecho, yo me pondría al frente de la revolución en toda la República, para darle significado y cohesión nacional.
"El hecho se ha producido, y fiel a mis compromisos, a la voz imperiosa de mi conciencia y al cumplimiento de los deberes sagrados que me he impuesto, yo lo acepto y asumo la responsabilidad, declarando hoy como antes que la revolución en las condiciones a que habíamos llegado era un derecho, un deber y una necesidad, deplorando que tan dolorosa extremidad se haya producido de modo que los hechos y los poderes de hecho que son su emer-gencia sólo pueden ser corregidos por los hechos".
Sarmiento respondió al manifiesto revolucionario el 9 de octubre en La Tribuna, donde hace una biografía maligna de Mitre, con un desenfado singular:
"El general Bartolomé Mitre —decía Sarmiento—, como consecuencia de una batalla, fue presidente provisorio de hecho, y gobernó tranquilamente la República, obedecido por todas las provincias, hasta que, reunido un Congreso regular, el pueblo que no hace fraudes, después de una batalla decisiva, hizo presidente al vencedor. Así, aunque al gobierno de hecho, como con escarnio de la verdad pretende calificarlo la ambición de los que se elevaron siempre o por el fraude electoral o por las vías de hecho, y fueron gobierno de hecho, vosotros, ciudadanos, le debéis acatamiento y obediencia dejando a los conjurados ensangrentar el seno de la próspera patria con los desórdenes de la guerra que traerían al gobierno de hecho del sable, para obtener después el voto unánime de los pueblos vencidos, aterrados y despojados de sus bienes" . "El general Mitre en campaña abierta con el robo de una cañonera, el asesinato de un coronel de la República y la traición de dos jefes extranjeros al servicio de la Nación, es obra de bandidos" .. .
En la lucha, en la polémica, no medía Sarmiento las palabras ni tenía escrúpulos en la elección de los adjetivos; esto se vio en la polémica sobre la prensa con Alberdi. Confesó el mismo: "En el fervor de la lucha de los partidos, en los momentos del combate, se esgrime como argumentos convincentes todo lo que puede dañar; pero estos ataques no dañan al hombre honrado".
Mitre partió de Colonia y desembarcó en el Tuyú, aumentando sus filas con voluntarios de la campaña, hasta incorporarse el coronel Rivas.
La revolución debía producirse el 12 de octubre, día de la transmisión del mando presidencial, pero una delación la precipitó y estalló el 24 de setiembre. El coronel de marina Erasmo Obligado se apoderó de un buque de la escuadra; le siguió Rivas con la división del sur de la provincia de Buenos Aires y enseguida Arredondo sublevó los regimientos de infantería y caballería de Villa Mercedes, San Luis.
Sarmiento, como se dijo, había ordenado a Ivanowsky la detención de Arredondo, pero el telegrafista hizo conocer el telegrama del presidente a Arredondo, el cual proclamó la revolución en los cuarteles y mandó detener a Ivanowsky; como éste se resistiera, fue muerto por los soldados a tiros y bayonetazos.
El gobierno formó tres agrupaciones, dos en la provincia de Buenos Aires, una al mando de los coroneles Luis María Campos y Julio Campos, y otra, el llamado ejército del norte, a las del coronel Julio A. Roca. El gobernador de Buenos Aires movilizó también las milicias y algunas tropas y las puso al mando del teniente coronel José Inocencio Arias.
Arredondo aumentó sus contingentes con las fuerzas de la frontera con el indio y la guardia nacional de San Luis y se dirigió a Río Cuarto, donde se hallaba Julio A. Roca con tropas de frontera; pero este último se había retirado a Villa María, primero, y a Ballesteros después. Arredondo entró el 3 de octubre en Córdoba, donde la población no mostró ninguna simpatía revolucionaria, sino más bien franca hostilidad. Y como Roca hubiese aumentado sus fuerzas y se pusiese en marcha para buscar al jefe revolucionario, éste se dirigió a San Luis.
El 9 de octubre llegó a Río Cuarto, aumentó sus huestes en Villa Mercedes y desde San Luis se dirigió hacia Mendoza a fines de octubre. El gobierno de Mendoza organizó fuerzas leales, unos 2.000 hombres, al mando del teniente coronel Amaro Catalán. Arredondo entabló combate contra las tropas de Catalán en la hacienda de Santa Rosa.
Primera batalla de Santa Rosa
Tras ocupar la ciudad de Córdoba, Arredondo se dirigió a San Luis y de allí a Mendoza, donde lo esperaba el coronel Amaro Catalán al frente de las milicias provinciales.
En dos horas de lucha, las tropas mendocinas fueron desalojadas de sus posiciones y dispersadas; en la acción murió el teniente coronel Catalán, y los vencidos dejaron 80 prisioneros y un cañón de montaña; los muertos y heridos de ambos bandos fueren 350.
Arredondo ocupó la ciudad de Mendoza, y derrocó a los gobernadores de esa provincia y la de San Juan. Poco después llegaba la noticia de la derrota de Mitre en la batalla de La Verde.
Roca se fue aproximando lentamente a su adversario, que había entrado en Mendoza el 19 de noviembre; San Juan se plegó al movimiento y Arredondo se trasladó a Santa Rosa para esperar allí a Roca.
Segunda batalla de Santa Rosa
Roca llegó poco después a la provincia de Mendoza, y Arredondo lo esperó en el mismo punto de Santa Rosa, defendido por una posición fuerte, con una ancha zanja y un parapeto de tierra, rodeado de montes bajos, imposibles de cruzar para la caballería.
Esa noche, un baqueano guió las fuerzas de Roca por el único sendero que podía esquivar la posición de los revolucionarios, que estaban demasiado confiados para creer que eso se pudiera hacer. Y a la mañana siguiente, 7 de diciembre, el ataque de Roca ocurrió por la retaguardia enemiga; las fuerzas revolucionarias se defendieron valientemente, pero fueron pronto superadas por las leales al gobierno. Roca encontró al desorientado Arredondo, que aún creía que el grueso de las fuerzas enemigas atacarían por el frente, y lo obligó a rendirse. La totalidad de las fuerzas vencidas fueron muertas o tomadas prisioneras.
Cada uno de los beligerantes contaba con 4.500 hombres, la lucha fue favorable al ejercito nacional del norte a las tres horas de combate. Los revolucionarios perdieron 2.000 prisioneros, 300 muertos y heridos, su artillería, ametralladoras, parque, municiones, etc. Las tropas de Roca tuvieron 200 bajas. La revolución fue vencida en la región cuyana. José Miguel Arredondo quedó prisionero.
Las agrupaciones que actuaron en la provincia de Buenos Aires al mando de Luis María Campos y Julio Campos, buscaron a Rivas, que había reunido unos 3.500 hombres, con los que formó el llamado ejército constitucional, al que se incorporó el cacique Catriel con sus indios armados de lanza. Las fuerzas de Rivas se reunieron a Mitre en Médanos, al sur de Tuyú, el 10 de noviembre. El 3 de ese mes comenzó la marcha hacia el oeste para buscar el enlace con Arredondo, procurando no librar batallas decisivas, siendo seguido por Julio Campos e Hilario Lagos, hijo este último del coronel del mismo nombre que puso sitio a Buenos Aires en 1852. El 10 de noviembre una columna de caballería, destacada para operar sobre Las Flores y los partidos adyacentes, tuvo un encuentro al norte del arroyo Gualicho con las fuerzas del comandante Muslera, que fueron dispersadas.
Los indios incorporados a los mitristas desertaron y se pasaron a las fuerzas nacionales. Catriel fue detenido y asesinado por los indios mismos encabezados por su hermano Juan José.
El teniente coronel José Inocencio Arias recibió orden del gobierno de defender Altamirano y en cambio se dirigió a Las Flores, donde había sido derrotado Muslera, sorprendiendo allí a una vanguardia de Mitre y continuando la marcha hacia La Verde, en busca de fuerzas adversarias. Estando allí se informó que el general Mitre se aproximaba con el grueso de las fuerzas, perseguido por Julio Campos; resolvió esperarlo y, como sus fuerzas eran inferiores, optó por improvisar y fortificar la posición para resistir con sus 800 hombres.
En la madrugada del 6 de noviembre, apareció el ejército constitucional, con 5.500 hombres de las tres armas. Intimó Mitre la rendición a Arias y éste se dispuso a la más extrema resistencia. Los revolucionarios atacaron y el fuego de los Remington de los leales les ocasionó numerosas bajas; entre los muertos figuró el coronel Borges. Las tropas de Arias contuvieron y rechazaron a los revolucionarios y Mitre optó por abandonar la lucha, después de haber disminuido sus fuerzas en 1.500 plazas, entre muertos, heridos y desertores.
Se retiró Mitre perseguido por Arias, a pesar de haber recibido este último orden de dirigirse a Chivilcoy. El 1 º de diciembre llegó Julio Campos a Nueve de Julio y Luis María Campos se aproximó a Junín procurando cortar la retirada a los mitristas. Mitre disponía sólo ya de 2.500 hombres y el 2 de diciembre firmó con Arias la capitulación de Junín, entregando su espada y rindiendo las armas del ejército constitucional para no causar nuevos derramamientos de sangre.
Las unidades rebeldes de la escuadra fueron perseguidas por buques leales hasta el este de Maldonado; el comandante Erasmo Obligado, con la Paraná, se dirigió durante la noche a Buenos Aires y se rindió el 18 de noviembre.
El movimiento mitrista en Goya entretuvo a las fuerzas gubernistas desde el 28 de octubre hasta principios de diciembre, fecha en que sus integrantes se disolvieron sin haber llegado a un combate. Las tropas de Taboada en Santiago del Estero fueron licenciadas sin combatir en vista de los reveses sufridos por la revolución en el país. Hubo lucha en el norte, en Jujuy; después de un triunfo de los mitristas en Cochinoca, éstos fueron batidos por el gobernador José M. Prado; los rebeldes, al mando de Laureano Saravia, perdieron en esa acción 130 muertos y 230 prisioneros de un total de 800.