Al arribar a Buenos Aires, el 9 de marzo de 1812, el entonces teniente coronel de caballería José de San Martín comprobó el difícil estado en que se encontraba la organización militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata, alzadas en armas contra el ejército realista como consecuencia de la Revolución de Mayo que había estallado en Buenos Aires, en 1810.
San Martín ofreció sus servicios como militar al Primer Triunvirato, que era el gobierno superior provisional del país.
Ante esta problemática y frente al ofrecimiento, el 16 de marzo, el Primer Triunvirato otorgó a San Martín el grado de teniente coronel de Caballería y lo nombró conjuntamente comandante del Escuadrón de Granaderos que había de organizarse, previendo la necesidad de conformar un cuerpo de caballería idóneo y cualificado, compuesto por voluntarios rigurosamente seleccionados, cumpliendo parámetros de conducta y personalidad muy elevados.
El Gobierno Superior Provisional, etc.—
Atendiendo a los méritos y servicios de Don José de San Martín, y a sus relevantes conocimientos militares, ha venido en conferirle el empleo efectivo de Teniente Coronel de caballería, con el sueldo de tal, desde esta fecha, y Comandante del Escuadrón de Granaderos a caballo que ha de organizarse, concediéndole las gracias, exenciones y prerrogativas que por este título le corresponden, etc. etc.—
Dado en Buenos Aires a 16 de marzo de 1812 —Feliciano Antonio Chiclana— Manuel De Sarratea— Bernardino Rivadavia— Nicolás De Herrera, Secretario.
Desde sus inicios, se estipuló que el regimiento debía estar conformado por cuatro escuadrones de tres compañías cada uno; y fue así que bajo la estricta tutela de su jefe y fundador al realizar la selección de sus integrantes, en el mes de mayo de 1812, quedó conformado el primero de sus escuadrones y sus tres compañías respectivas.
Uniforme de Granadero a Caballo de 1815
El primer cuerpo del futuro regimiento contaría con noventa hombres, comandados por cuatro oficiales. Pero, ¿habría disponibilidad de "jóvenes argentinos" para integrarlo? Era difícil porque el núcleo porteño más comprometido con la causa ya se había alejado de Buenos Aires integrando campañas militares, algunos hacia el norte, otros a la Banda Oriental. El 7 de abril, tres semanas luego de haber nacido, el Escuadrón de Granaderos a Caballo contaba con ocho hombres: el teniente coronel San Martín, el capitán Zapiola y el sargento mayor Alvear, más otro sargento, dos cabos, un trompa y apenas un soldado. Muchos caciques para un solo indio, ¿no?; o dos, si contamos al encargado de tocar la trompeta.
Esa falta de recursos humanos obligó a echar mano entre lo que había disponible. Y lo disponible eran algunos hombres que por motivos de salud o temas personales no habían partido con sus respectivos ejércitos. San Martín los incorporó a su flamante fuerza. Lo mismo ocurrió con algunos marinos desertores y catorce integrantes del Regimiento de Patricios que estaban encarcelados desde el Motín de las Trenzas, cumpliendo una condena de diez años de prisión en la isla Martín García: Pedro Antonio Vera, Cosme Cruz, Manuel Pereyra, José María Olmedo y Vicente Sueldo, entre otros. Se les conmutó la pena a cambio de que se sumaran a las huestes que preparaba San Martín.
Un puñado de desertores, otro de castigados y otro de demorados no alcanzaba para completar el cuerpo. A su vez, el gobierno solicitaba a las provincias reclutas "de talla y robustez". En el pedido de indios a las misiones guaraníes que tramitó Rivadavia, aclaraba que el jefe del escuadrón para el cual se solicitaban hombres, era "oriundo de aquella tierra".
Organización y reclutamiento
El nuevo regimiento buscaba funcionar como ejemplo de profesionalismo y perfeccionamiento para el resto de las fuerzas. Tal aspiración se correspondería con la visión que San Martín tenía sobre el futuro mediato de las fuerzas militares modernas: confiaba en una rigurosa disciplina, evocada no solamente en las maniobras y el entrenamiento, sino también en la esfera social del militar, que debía funcionar como figura ejemplarizadora no únicamente para sus camaradas de armas, sino también para el resto de la sociedad. Así, quedarían delineados desde el nacimiento del Ejército Argentino los valores y fundamentos primarios que San Martín esperaba se convirtieran en los basamentos del accionar del Ejército Argentino: la estricta disciplina y la conducta ejemplar.
San Martín dispuso el reclutamiento de los hombres más aptos y estipuló un estricto código de disciplina, que hasta el día de la fecha, bajo la denominación de Código de honor sanmartiniano, rige el accionar diario de los Granaderos a Caballo. Su valor personal, las prácticas de ataque y defensa que él mismo enseñaba y sus grandes condiciones de mando, le granjearon rápidamente la simpatía y el respeto de sus subordinados, quienes sentían verdadera admiración por su jefe.