Alejandro María de Aguado nació en Sevilla el 29 de junio de
1784. Hijo del segundo conde de Montelirios1 y de Mariana Remírez de Estenoz y
Herrera, de ilustre y rica familia sevillana noble, originaria de cristianos
viejos de La Rioja. Inició sus estudios en Sevilla, donde recibió una buena
formación matemática.
En 1799 ingresó como cadete en el regimiento de infantería
Jaén, de donde pasó en junio de 1808 al batallón de Voluntarios de Sevilla nº
4, participando en las batallas de Tudela y Uclés contra las tropas
napoleónicas. Ocupada Sevilla por los franceses se alistó en las filas del
ejército de José I Bonaparte, siendo incorporado como edecán del Estado Mayor
del mariscal Jean de Dieu Soult. Como coronel del regimiento de Lanceros Españoles
combatió en Albufera y fue nombrado comandante militar del Condado de Niebla.
Cuando los franceses fueron derrotados por las fuerzas coaligadas mandadas por
Wellington, se exilió a Francia, rechazó el nombramiento de gobernador de
Martinica y abandonó la carrera militar.
Su actividad comercial se inició como proveedor del ejército
francés en Andalucía, con la probable ayuda del mariscal Soult. En 1813 salió
hacia Francia. Casado con Carmen Victoria Moreno tuvo tres hijos, todos ellos
nacidos en este país. Con el apoyo de sus contactos familiares establecidos en
Cuba, México y Cádiz, creó en París varias empresas de importación y venta de
vinos, aceite y frutas y de fabricación y venta de perfumes, procedentes de
América y Andalucía. En 1821 inició sus primeras operaciones en la Bolsa y se
vinculó a los banqueros Fould y Pereire. En 1824 se hizo cargo de la gestión en
París del Empréstito Real, en momentos en que ningún banquero europeo quería
asumir riesgos con España, sumida en una catastrófica crisis económica. En 1828
y 1830 suscribió dos nuevos empréstitos con el rey Fernando VII y refinanció
las deudas que España tenía con el Reino Unido, Francia y Holanda. En
agradecimiento el monarca le otorgó el título de marqués de las Marismas del
Guadalquivir. Para entonces se había convertido en uno de los grandes banqueros
de París y era considerado “el hombre más rico de Francia”. Avencindado en
Ivry-sur-Seine durante varios años, fue alcalde del municipio; embelleciendo la
localidad y encargando la construcción de un puente colgante sobre el Sena, que
recibió su nombre.
En 1831 Aguado cedió su Banco a la casa Ferrere, Lafitte,
quedando como socio comanditario de la misma, y se dedicó a promocionar
importantes actividades culturales: durante once años - el resto de su vida -
financió la Ópera de París y el Teatro de los Italianos, creó revistas - como
la Revue de Paris - y diarios - como Le Constitutionnel -, presidió el Ateneo
de París, y formó la más importante de las colecciones privadas de arte
existentes en Francia. Su palacio de París y el palacio Petit Bourg, ubicado en
Évry a 25 kilómetros de la capital, se convirtieron en centro de reunión de
artistas líricos y del ballet, compositores como Rossini y escritores como
Balzac y Nerval. Su vocación de mecenas y coleccionista de arte (reunió 360
cuadros, principalmente de pintores españoles como Velázquez, Murillo, Ribera,
Zurbarán, y también de las escuelas italianas, como Leonardo da Vinci y Rafael
y holandesa-flamenca, como Rubens y Rembrandt) no le impidió continuar sus
actividades financieras y comerciales: empréstitos a Grecia, al Piamonte y a
los Estados Unidos, construcción del canal de Castilla, desecación de las
marismas del Guadalquivir, explotación de las bodegas Château Margot y de minas
de carbón en Asturias. En un viaje que realizó a Asturias para visitar sus
minas e inaugurar una ruta de peaje, murió de un fulminante ataque de apoplejía
en 1842. Tiene calle dedicada en Gijón. En el exilio permaneció al margen de
las alternativas y bandos políticos de su patria (absolutistas y liberales,
carlistas y progresistas) y con gran generosidad ayudó a cuantos españoles
habían tenido que refugiarse en Francia. Fundó escuelas y hospitales en Évry y
otras localidades donde tenía grandes posesiones y en todo momento se sintió y
proclamó español. Fue sepultado en el cementerio del Père-Lachaise.
Aguado había nombrado en la década de 1830 a su amigo el general argentino José de San Martín, -compañero de armas en el ejército español, previamente a su pase al ejército napoleónico- su albacea testamentario y tutor de sus hijos, haciéndolo además heredero de todas sus alhajas y condecoraciones personales. El artífice de la independencia de Argentina, Chile y Perú, retirado de la vida política de las naciones americanas, y autoexiliado en Europa, se encargó de la compleja misión de ejecutar el testamento y repartir la inmensa fortuna, que se estimaba en más de sesenta millones de francos, vendiendo las minas y posesiones y la colección de obras de arte que eran la admiración de toda Europa, y que hoy se exponen en importantes museos del mundo.
En septiembre de 1842 José de San Martín le escribió al general Guillermo Miller:
Mi suerte se halla mejorada, y esta mejora es debida al
amigo que acabo de perder, al señor Aguado, el que, aun después de su muerte,
ha querido demostrarme los sentimientos de la sincera amistad que me profesaba,
poniéndome a cubierto de la indigencia