El 20 de febrero de 1932 se realizó la ceremonia de la entrega del mando a los elegidos en los comicios, Agustín P. Justo y Julio A. Roca.
El gobierno de facto de Uriburu había durado en año y cinco meses, y al retirarse del poder dirigió un manifiesto al país, reiterando su pensamiento:
"Todo movimiento que pretenda renovar ideas necesita un período, a veces largo, de gestación para formar una conciencia colectiva. La revolución de septiembre careció del tiempo suficiente para irradiar su pensamiento y formar esa conciencia pública . Por la paz y el orden social he sacrificado arraigadas convicciones que pude imponer por la fuerza, tributando así el mayor homenaje de respeto a mi pueblo. Insinué en líneas generales, en el manifiesto del 1° de octubre de 1930, el pensamiento de la revolución, cuando no llevábamos aun un mes de gobierno. El anuncio del proyecto de reformas constitucionales, no obstante los reparos que le opusieron los que anteponían el interés político al bienestar general, encontró ambiente favorable. No sucedió lo mismo con la posible reforma del sistema electoral vigente. Estimamos indispensable para la defensa efectiva de los intereses reales del pueblo, la organización de las profesiones y de los gremios y la modificación de la estructura actual de los partidos políticos para que los intereses sociales tengan una representación auténtica y directa. Consideraríamos equivocada la copia de cualquier ley extranjera de corporaciones, porque nuestro sistema debe ser ante todo argentino, es decir debe consultar nuestras propias modalidades" . . .
Se había persuadido de la trascendencia de su intento. Dijo a J. M. Espigares Moreno en vísperas de su retiro: "No me interesa en absoluto el juicio de mis contemporáneos. Ellos no pueden juzgarme ahora. Además, yo no he hecho la revolución para recoger opiniones de unos y otros. Hay quienes saben que el propósito es otro bien distinto. . . Después de la obra que yo he hecho con la revolución y con el gobierno, aunque mis enemigos me quemaran en la plaza de Mayo, nada ni nadie podrían detener el juicio de la posteridad, la única que puede juzgar mi obra y mi patriotismo".
Al hacer entrega del mando, puso en manos de su sucesor, Agustín P. Justo, un pliego que contenía el proyecto de reformas constitucionales para que las considerase el Congreso, confiando en que continuaría de ese modo el programa que se había trazado la revolución de septiembre. Justo, dependiente de los partidos de la concordancia, no tuvo en cuenta ese pedido.
Uriburu padecía una úlcera maligna de estómago que le causaba dolores insoportables. Fue operado en París y falleció el 29 de abril de 1932.
Uriburu escucha a Agustín P. Justo durante la transmisión del mando en el Salón blanco, 20 de febrero de 1932, foto del Archivo General de la Nación.