Elecciones presidenciales

Las elecciones presidenciales de Argentina de 1931 se celebraron el 8 de noviembre. Fueron adelantadas casi tres años, y se realizaron en el marco de la dictadura militar de José Félix Uriburu, impuesto mediante un golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional democrático de Hipólito Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930. Las elecciones, celebradas con la Unión Cívica Radical proscrita, marcaron el retorno de los conservadores al poder por medio del fraude electoral (llamado fraude patriótico por la dictadura)​ y fueron un acontecimiento histórico importante para el período conocido como Década Infame que finalizaría, también, con un golpe de estado el 4 de junio de 1943. El resultado de estas elecciones fue una victoria para el candidato de la coalición del gobierno, conocida como Concordancia, que llevó a la presidencia a Agustín P. Justo.

Finalmente, para el 8 de noviembre de 1931 fueron convocadas elecciones nacionales para la elección de presidente y vice de la República, hacia esa solución habían venido presionando los partidos de la concordancia, conservadores, antipersonalistas, encabezados por Leopoldo Melo, y socialistas independientes, como Antonio De Tomaso y Federico Pinedo.

Los conservadores no constituyeron jamás un partido orgánico y han tenido las expresiones más variadas y a veces divergentes; se decían conservadores, caudillos como Alberto Barceló, en Avellaneda, y Manuel A. Fresco, en la provincia de Buenos Aires, que hizo el primer experimento de un gobierno fascista criollo, y se llamaban conservadores también los de Córdoba, liberales progresistas, desde Juárez Celman a Ramón J. Cárcano y a José Aguirre Cámara; había conservadores de tipo gubernista, representantes de los intereses ganaderos, y progresistas. Para las elecciones de 1931 se constituyó la Federación democrática nacional, con los autonomistas de Corrientes, la Concentración popular de Entre Ríos, el partido demócrata de Córdoba, el liberal de San Luis, el de Mendoza, el de San Juan, Tucumán y Corrientes, el provincial de Jujuy y la Unión provincial de Salta. Era una alianza, no un partido, una cohesión temporal y para un fin limitado: la conquista del poder frente a una masa política hostil como era la del radicalismo. Esa Federación nacional democrática contó con el apoyo de los socialistas independientes, los antipersonalistas, los bloquistas de San Juan y otros.

Los nombres de los candidatos radicales, Marcelo T. de Alvear y Adolfo Güemes, habían sido vetados, pero no obstante el partido los mantuvo y resolvió abstenerse de concurrir a los comicios. "La Unión cívica radical —decía en una declaración— declara ante la Nación y ante el mundo que un gobierno de hecho le ha cerrado el acceso al comicio. Comprueba el caso y procede de acuerdo con él. . . No se trata de una abstención deliberada y voluntaria sino de una coacción. La posibilidad de este acto de fuerza recaerá sobre sus autores".

El episcopado argentino, un mes antes de los comicios, estableció las bases que habrían de servir de guía a los católicos para acudir a las urnas: no votar por los partidos que propiciaran la separación de la iglesia y el Estado, el laicismo en las escuelas y el divorcio legal.

La candidatura oficial, militar y concordancista, fue encabezada por Agustín P. Justo y Julio A. Roca.

Uriburu respondió a un periodista que le transmitía el rumor de la calle sobre su intervención en el proceso electoral: "Puedo asegurarle que pudiéndolo haber hecho, yo no he amasado candidaturas. Es verdad que veté la candidatura de Alvear porque ¿reí y sigo creyendo que no estaba en condiciones constitucionales, pero el gobierno no ha hecho sino respetar las restantes. Puedo decir, eso sí, que de estas restantes, la candidatura más seria, en mi concepto, fue la del general Justo. Un hombre desvinculado de la política, sano y bien intencionado. Mi gobierno y yo no lo hemos estorbado en sus campañas electorales: pero tampoco le hemos ayudado. No le hemos puesto, como vulgarmente se dice, piedras en el camino".

Los demócratas progresistas y los socialistas formalizaron una alianza y proclamaron candidatos para la fórmula presidencial a Lisandro de la Torre y a Nicolás Repetto.

Un partido, como el socialista, que, a pesar de su carácter nacional, gravitada casi exclusivamente en la capital federal y zonas circundantes y en algunas ciudades del interior, como Mar del Plata, se vinculó para la campaña electoral con el partido demócrata progresista, que tenía su base casi exclusivamente en la provincia de Santa Fe; era indudable que en el área nacional esa alianza no podía tener perspectivas más que si los radicales volcaban en ella los votos de la abstención; pero ni los socialistas ni el partido de Lisandro de la Torre se hallaban en condiciones de entablar una negociación con los adversarios históricos para enfrentar una situación de tanta envergadura para el porvenir.

Nicolás Repetto evocó la situación del momento algún tiempo antes de la proclamación de la fórmula presidencial de la alianza socialista-demócrata progresista, dijo el doctor Lisandro de la Torre:

“Debo vencer un escrúpulo para aceptar una candidatura en momentos en que tan difícil situación se ha creado al partido radical excluyéndolo de los comicios. Yo me apresuré a contestarle que participaba también de esos escrúpulos, pero que cuanto más pronto se restableciera la normalidad tanto más pronto podrían los radicales reorganizarse y actuar al amparo de una libertad que se les negaba en esos momentos".

Candidatos elecciones 1931

La Alianza Civil, también llamada Alianza Democrática Socialista​ fue una coalición política argentina creada en 1931 por el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista para sostener la candidatura de Lisandro de la Torre en las elecciones presidenciales convocadas durante la dictadura militar de José Félix Uriburu, durante el régimen fraudulento de la Década Infame. Oficialmente, la fórmula De la Torre-Repetto obtuvo el 31% de los votos y 122 electores. En las elecciones legislativas, la Alianza Civil obtuvo 57 diputados y 4 senadores.

En el acto de la proclamación de las candidaturas de los demócratas progresistas y de los socialistas, en el teatro Coliseo, el 13 de septiembre de 1931, Lisandro de la Torre aclaró la posición de su partido:

"Nos toca actuar en un momento grave y para mí es penoso definir mi oposición enfrente del gobierno provisional. Nadie ignora mi amistad con el general Uriburu. En 1930, revolucionario por segunda vez, buscaba colaboradores, t el primer civil a quien se dirigió para ofrecerle una cartera fui yo, ofrecimiento que jamás me había sido hecho por ningún gobernante. ¡Qué desconsuelo sentí, al encontrarme en abierta y necesaria disidencia de criterio con el general Uriburu! El general desconfía de la capacidad del pueblo para gobernarse, no cree en la elevación moral de los hombres politicos y atribuye a las instituciones libres vicios orgánicos que conducen a la demagogia . Me permití anunciarle desde el principio que la revolución, tomando ese camino, se malograría, y no lo creyó, de buena fe . . . El gobierno provisional desvirtúa así el significado de la revolución. Su contenido ideológico no es el que se le atribuye, es el que irradiaba del alma popular en las jornadas del 6 y del 8 de septiembre, cuando un grito unánime hendía el aire: renovación, libertad, cumplimiento honrado de la Constitución.Nosotros venimos, en verdad, a salvar la revolución, porque somos los intérpretes de su espíritu popular. Venimos a encauzarla arrancando en las urnas un veredicto consagratorio de la voluntad de renovación que latió en los corazones argentinos el 6 de septiembre. ¡Hasta en el corazón de los vencidos, no todos insensibles al espantoso caos en que yacía la nación! Venimos a recoger una bandera abandonada por error por el gobierno de la revolución, hecha suya por el pueblo, y a su sombra a restablecer la concordia y la fraternidad desaparecidas de la vida nacional. Queremos realizar la obra que el pueblo esperó el 6 de septiembre. ¿Quién, que no fuera un insensato, pretendería restaurar el régimen despuesto?"

Lisandro de la Torre no se engañó con ninguna ilusión al aceptar su candidatura, según lo confiesa en su carta del 22 de octubre de 1933 a Elvira Aldao Díaz: "Se me ofrecía en realidad una candidatura de derrota. Uriburu no era hombre de retroceder ante ningún exceso, y si alguien lo sabía bien, era yo, que tanto y tan íntimamente lo conocía. Por eso acepté; porque prestaba un servicio a la opinión civil y democrática, con entero desinterés, y porque complacía a mis viejos amigos de Santa Fe, que veían acrecentadas sus fuerzas electorales al vincularse a un movimiento nacional. Además, yo entendía contraer un compromiso transitorio y volver a mi retiro al término de la campaña que no iba a durar más que dos meses".

Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto, integrantes de la fórmula de la alianza demócrata - socialista, con Ricardo Lavalle, José Luis Acosta y José A. Linares, antes de partir para Rosario a efectuar la proclamación, 1931. (Archivo General de la Na

Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto, integrantes de la fórmula de la alianza demócrata - socialista, con Ricardo Lavalle, José Luis Acosta y José A. Linares, antes de partir para Rosario a efectuar la proclamación, 1931. (Archivo General de la Nación.)


Uriburu confirmó la amistad que le había unido con Lisandro de la Torre, "puede decirse que de toda la vida" y respondió a un interrogatorio periodístico: "Uno de mis discutidores favoritos en las prolongadas tertulias era Lisandro de la Torre. ¡Si habremos discutido! Pero usted sabe que él es un hombre profundamente apasionado. Es implacable en cuanto a su punto de vista personal. No se le puede convencer. Discutíamos y discutíamos, y al final, yo me quedaba con mis razones y él con las suyas. Nunca pude sacarlo de su encasillamiento. Algunas veces la discusión se ponía agria, pero todo era inútil; él no cedía ni un palmo. Ni yo tampoco. Nunca estuvimos de acuerdo en nuestras ideas, pero en cambio siempre pudimos estar de acuerdo con nuestra amistad. Es verdad también que yo lo invité a formar parte de la revolución., pero no quiso aceptar. No creyó, además, en la posibilidad del triunfo".
En el término de un año, desde el 30 de agosto de 1930 hasta agosto del año siguiente, tuvieron Uriburu y de la Torre ocho entrevistas, unas por iniciativa del primero y otras por la del segundo, sin llegar a ningún compromiso de colaboración ni a una coincidencia que la hiciera posible.  En las aclaraciones de Lisandro de la Torre, la aspiración de Uriburu era un régimen fascista, corporativo, dictatorial, apoyado por 70.000 legionarios; una de las entrevistas tenía por objeto la liberación, que no obtuvo, de un profesor de Córdoba.
La posición crudamente antiyrigoyenista de las dos fórmulas presidenciales, unida a la abstención cumplida del radicalismo, no dejó margen para un trasvase de sufragios hacia el sector no concordancista, con lo cual habrían podido beneficiarse la democracia progresista y el partido socialista.
Las elecciones del 8 de noviembre dieron a Justo-Roca 606.526 sufragios; a de la Torre-Repetto 487.955. En consecuencia la concordancia obtuvo 234 electores para el Colegio electoral, contra 124 correspondientes a la alianza socialista-demócrata progresista. Los demócratas progresistas triunfaron por la mayoría en Santa Fe y llevaron 14 diputados al Congreso nacional; los socialistas llevaron 43 diputados a la Cámara baja y dos a la Cámara alta, Alfredo Palacios y Mario Bravo.
Nicolás Repetto juzgó así los comicios del 8 de noviembre en su libro Mi paso por la política: "Impedidos los radicales de presentarse a los comicios con candidatos propios, las elecciones de presidente y vice del año 1931 fueron las más fraudulentas de cuantas se habían relízado en el país y sirvieron para dar una apariencia de legalidad a la usurpación del poder que se hacía en beneficio del candidato oficial. En estas elecciones, decididas por un general para favorecer a otro general, el oficialismo acentuó al máximo el régimen del fraude sistemático y la restricción de los derechos y libertad de los ciudadanos sufrió una seria agravación".
El propio Federico Pinedo se preguntó años después (en 1945) si los hechos de septiembre de 1930 fueron un acierto:

"Dando por sentado que el yrigoyenismo tenía que ser eliminado, ¿podría sensatamente pensarse en recurrir a las fuerzas armadas para lograrlo? Muchos lo dudaban, pensando en lo que había costado desterrar la práctica de los pronunciamientos militares libertadores, tan difundida en nuestro mundo latinoamericano, de la que Yrigoyen fue un cultor sin éxito durante 30 años. ¿Podemos creer que la revolución fue un acierto? Cuando después de 70 años de sucesión ininterrumpida de gobiernos ( 1860-1930 ) hemos asistido en el último cuarto de siglo a una serie de pronunciamientos, hay motivos para dudarlo, si es que lo que ha pasado puede presentarse como una consecuencia de la operación de 1930".

Organización y campaña

Ante el fracaso del proyecto corporativista, Uriburu decidió establecer un sistema fraudulento que perpetuara a los conservadores al poder. De ese modo anunció una pronta salida electoral. La UCR eligió a Marcelo Torcuato de Alvear para liderar el partido antes de las elecciones de noviembre de 1931. Hijo de una de las familias tradicionales argentinas y presidente de 1922 a 1928, la alianza de Alvear con Yrigoyen se agrió al desafiar el culto a la personalidad de este último (de ahí su creación de la Unión Cívica Radical Antipersonalista). El experimentado Alvear, sin embargo, tuvo cuidado de hablar mal del todavía popular Yrigoyen al nombrar al ex gobernador de la provincia de Salta Adolfo Güemes (un fiel partidario de Yrigoyen) como su compañero de fórmula.

Frente a una UCR recuperada y casi unificada, el presidente Uriburu prescindió de su compromiso anterior de restaurar el orden constitucional y anular las elecciones en la provincia de Buenos Aires. También promovió la creación de la Legión Cívica Argentina, una organización armada de ideario fascista, encargada de intimidar a la oposición.

El establecimiento de la llamada Junta Renovadora por parte de Alvear el 20 de julio le sirvieron a Uriburu como excusa para proscribirlo de participar en la elección y deportarlo del país. Privados de su candidato, la UCR boicoteó la elección, aunque los comités del partido en varias provincias participaron de modo extraoficial.

Por otro lado, el apoyo del Senador de la UCR Leopoldo Melo (el líder de la facción anti-Yrigoyen del partido) y de Uriburu por el general retirado Agustín P. Justo como candidato dio lugar a la Concordancia. Esta nueva alianza conservadora atendió el sabio consejo de Uriburu durante su convención de nominación, esquivando a los terratenientes imponentes en favor de Justo, que había sido el Ministro de Guerra del Presidente Alvear en la década de 1920. Ellos eligieron al ex gobernador de Córdoba, Julio Argentino Pascual Roca, como su compañero de fórmula. Roca, hijo del difunto líder del PAN, Julio Argentino Roca, había dirigido también el Partido Demócrata de Córdoba.

El Partido Demócrata Progresista (PDP), conocido por su plataforma anticorrupción, nombró al senador Lisandro de la Torre, quien también obtuvo el respaldo del Partido Socialista, un partido en busca de liderazgo tras el fallecimiento de Juan B. Justo, en 1928. Sin embargo, la alianza alienó a los conservadores del PDP, quien en su lugar apoyó al envejecido Francisco A. Barroetaveña, un ex senador que corrió en una limitada candidatura de la UCR en su Provincia de Entre Ríos. Barroetaveña, que ayudó a fundar la UCR en 1892, rompió con Yrigoyen durante la década de 1920 y esperaba reunir a los partidarios exiliados de Alvear detrás de él.

Resultados

En última instancia, la intimidación de los votantes y las irregularidades generalizadas ayudaron a dar a la Concordancia una victoria considerable en la noche de la elección. El colegio electoral, que contó separadamente a la Lista Única de los conservadores, estaba mucho más dividido: 135 para Justo, 124 para de la Torre y 117 para los numerosos boletos UCR que desafiaron el boicot de Alvear-Barroetaveña). Como la mayoría de estos boletos de la UCR fueron liderados por figuras conservadoras opuestas al senador de la Torre, la mayoría de sus 117 electores le entregaron a Justo la Presidencia.