El Congreso de la Nación había atravesado muchas vicisitudes a lo largo de su existencia; una vez había sido clausurado por un piquete de bomberos armados por disposición del presidente Figueroa Alcorta, pero solamente había sido disuelto una vez en 68 años y fue por efecto del golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930.
El general Uriburu dijo en una proclama al país que "la indispensable disolución del actual parlamento obedece a razones demasiado notorias para que sea necesario explicarlas. La acción de una mayoría sumisa y servil ha esterilizado la labor del Congreso y ha rebajado la dignidad de esa elevada representación pública. Las voces de la oposición que se han alzado en defensa de los principios de orden y de altivez, en una y otra cámara han sido impotentes para levantar a la mayoría de su postración moral y para devolver al cuerpo de que formaba parte del decoro y el respeto definitivamente perdidos ante la opinión".
En respaldo de esa calificación fue dictado el mismo día el decreto que declaró disuelto el Congreso.
Se inauguró así el régimen de la legislación por el poder ejecutivo mediante los "decretos-leyes", con lo que caducó el viejo principio de la división de poderes y funciones.
Uriburu lee su mensaje ante sus ministros, oficiales del ejército y periodistas en septiembre de 1930 foto del Archivo General de la Nación.
Uno de los jóvenes que colaboraron activamente en el movimiento del 6 de septiembre, Ernesto Palacio, escribió años después en su Historia argentina: "El pobre general desconfiaba de su capacidad política y creía en los hombres consagrados, por lo cual se rodeó desde el co-rnienzo de todos los 'notables' en disponibilidad que distraían sus ocios en el Círculo de Armas; ex ministros de Figueroa Alcorta y Sáenz Peña, ex senadores y diputados de Ugarte, que habían sido desplazados por el sufragio popular. En vez del grupo jóven y ágil que habría exigido la realización de un programa revolucionario, Uri-buru exhumó un elenco de valetudinarios que parecían haber sido conservados en naftalina durante los tres lustros del auge radical"...
Después del decreto de disolución del Congreso, emitió el presidente del gobierno provisional y con la firma del teniente coronel Emilio Kinkelín, ún bando de término severos.
Manuel Gálvez escribió en relación con ese gabinete (El mundo de los seres ficticios, 1961) : "El ministerio, intelectual y socialmente, no pudo ser mejor; pero llama la atención que tres de los ocho ministros estén vinculados a las compañías extranjeras de petróleo y todos, salvo dos o tres, a diversas empresas capitalistas europeas y yanquis. Los primeros actos del gobierno de Uriburu no dejan duda de que la revolución, será, si no lo es ya, una restauración del régimen"
El 8 de septiembre Uriburu prestó juramento como presidente provisional desde los balcones de la Casa Rosada, en el marco imponente de una densa muchedumbre reunida en la plaza de Mayo.
Dijo en esa oportunidad: "Juro por Dios y por la patria desempeñar el cargo de presidente del Gobierno provisional que he asumido por vuestra voluntad. Juro mantenerme solidario con el pueblo, con el ejército y con. la armada, y bregar por el restablecimiento de las instituciones, por el imperio de la Constitución y por la concordia y unión de todos los argentinos. Si así no hiciere, Dios y la patria me lo demanden".
Bando de la revolución del 6 de septiembre de 1930