Por decreto del 24 de enero de 1931 se creó el Patronato nacional de menores, una entidad que sobrevivió a sus creadores y cumplió una labor eficaz.
Otra iniciativa que también arraigó en el país fue la Academia argentina de letras, decretada el 13 de agosto de 1931; fue presidida por Carlos Ibarguren y tenía por objeto "completar la fisonomía espiritual que dan a la República sus instituciones culturales". Se lee en el decreto: "Es conveniente que el Estado contribuya a otorgar a los escritores la significación social que les corresponde, e infundir en el pueblo la noción de la importancia de la literatura". Se le encomendó a la nueva entidad "dar unidad y expresión al estudio de la lengua y de las producciones nacionales para conservar y acrecentar el tesoro del idioma, velar por su corrección y pureza y las formas vivientes de nuestra cultura". Fue integrada por escritores, historiadores, novelistas, críticos, ensayistas, poetas, profesores, oradores, investigadores científicos, autores teatrales, periodistas. Publicó obras de clásicos argentinos y desde 1933 editó un Boletín, revista trimestral.
La Escuela superior técnica del ejército fue otra de sus creaciones, centro de estudios de problemas técnicos vinculados con el desarrollo de la industria pesada y para promover las doctrinas nacionalistas en economía dentro del ejercito. El teniente coronel Manuel Savio fue su. primer director.