Hubo en los últimos decenios del siglo XVII algo así como un renacimiento en el campo de las ciencias y de las letras; aparecen en el firmamento cultural nombres como Descartes, Galileo, Pascal, Huyghens, Harvey y Servet, Leibriiz y Newton; en el transcurso del siglo XVIII surgen filósofos y escritores que señalaron como profetas nuevos y fecundos horizontes: Fenelón, Saint-Pierre, John Locke, Turgot, Reynal, Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Diderot, Condorcet, etc.
Todos ellos participaron en una vasta revolución en el campo de las ideas, y como al mismo tiempo se articulaba una transformación en la industria y el comercio, se multiplicaron las voces que clamaban por la libertad de comercio, y un Adam Smith, un Quesnay, un David Hume exponen doctrinas que se abren camino como por gravitación natural y fueron vanas todas las recomendaciones para impedir su difusión, pues la circulación de esas ideas que no se permitía a través de las aduanas oficiales, se hacía de modo clandestino, como se hacía el comercio de contrabando cuando el monopolio cerraba el paso legal a las transacciones y al intercambio.
El poderoso impulso de las nuevas ideas fue precursor de cambios en las estructuras políticas y económicas; se produce en ese clima de renovación la revolución francesa de 1789, que sacudió arraigadas rutinas mentales y destruyó monopolios heredados del saber y de la riqueza, y dejó el campo libre a nuevas energías y a una nueva visión.
La burguesía supo aprovechar esas corrientes de la época en su beneficio y quedó sellado el destino de la nobleza como única clase dominante; cayó la economía feudal como expresión de un sistema insostenible; apareció el capitalismo, que cimentó su prosperidad en los inventos mecánicos y en la producción en gran escala con ayuda de las máquinas. Los fisiócratas se declaran contrarios a todo intervencionismo estatal, a toda reglamentación en materia económica, en favor de la libertad de acción; para ellos la ley es una verdad natural, independiente del monarca y del poder político, y se impone a éstos.
Muchos dogmas se tambalean, muchas instituciones son puestas de manifiesto como nocivas, muchos lazos y vínculos consagrados y se rompen como por una fuerza espontánea arrolladora.
A mediados del siglo XVIII se desarrolló en Europa un movimiento ideológico y científico que cuestionó los principios tradicionales en materia política, social y económica. Estos nuevos aires mostraban un modo distinto de entender a la sociedad, el gobierno, la política y la vida entre los hombres. En Francia, este conjunto de nuevas ideas fue llamado Ilustración o Iluminismo, dos palabras que tienen ver con la luz y el brillo; este movimiento buscaba iluminar a la vieja sociedad con la "luz de la razón".