Descubierta su participación en la fuga de Beresford cuando iba a ser trasladado al interior, Saturnino Rodríguez Peña tuvo que ponerse a salvo y finalmente se refugió en Río de Janeiro, donde se había instalado la casa real portuguesa para no caer en manos de Napoleón.
Saturnino Rodríguez Peña se convirtió allí en entusiasta promotor de la independencia del Río de la Plata bajo el reinado de la infanta Carlota Joaquina. Cualquier cambio le parecía aceptable con tal de lograr la ruptura de los vínculos con España, como si la infanta Carlota, hija de Carlos IV, no fuese también Borbón, lo mismo que su hermano Fernando VII.
Portugal había estado siempre en rivalidad con España, desde la época del descubrimiento, por causa de las colonias sudamericanas.
Saturnino Rodríguez Peña tenía contacto habitual con Beresford, a quien llevaba su pensión y correspondencia. Peña le sugirió la entrega pacífica de Buenos Aires a cambio del reconocimiento de la independencia. Beresford aceptó presentar el plan al conquistador de Montevideo, Auchmuty, pero solicitó garantías de que el plan tenía respaldo suficiente entre los vecinos influyentes de la ciudad. Peña resolvió entonces tomar contacto con Martín de Álzaga mientras el comerciante americano Guillermo Pío White efectuaba sus propias gestiones. Peña y Manuel Aniceto Padilla iniciaron contactos con los restantes partidarios de la independencia, especialmente el partido de Álzaga. A esos efectos, contactaron a Juan de Dios Dozo, secretario y confidente de Álzaga, por cuyo mandato había entrado en la logia Southern Cross. Dozo pertenencia al Regimiento de la Unión al igual que Peña, y tenían amistad.El 6 de febrero Peña mantuvo una entrevista con Juan de Dios Dozo. Rodríguez Peña inicia el diálogo expresando que la situación de Buenos Aires era lamentable y que sería imposible derrotar a los ingleses, dueños ya de Montevideo, y que no podrían defenderse de los nuevos invasores. Agregó que lo conveniente era cambiar de medios y de partido para salvaguardar sus vidas, la de sus familias, y "preservar sus patrimonios". Que ya había mantenido charlas con el general Beresford en varias oportunidades y que esperaba que éste los ayudase a independizarse de España, para lo que pretendía obtener el apoyo del partido español en Buenos Aires, el de Álzaga. La noche del día 7 se efectuó una nueva reunión, esta vez entre Martín de Álzaga y Peña, pero Álzaga denunció la iniciativa obligando a Peña a huir.Descubierto el plan, Peña organizó la fuga de Beresford, con la condición de que este continuara sus gestiones en Montevideo. Tras la fuga, en Buenos Aires se inició un proceso a los supuestos partícipes, al que Liniers dio término el 4 de octubre de 1808.
El Cabildo de Buenos Aires y el propio virrey Liniers se alarmaron, previendo que en caso de conflicto era muy probable la ocupación de la Banda Oriental por los portugueses, aliados con los ingleses. Por eso el Cabildo tomó la iniciativa de investigar la cuestión y envió a Río a un emisario, Pedro Miguel Anzuátegui, con el fin de obtener informes precisos. Se pudo comprobar que el rumor de una tercera invasión inglesa no tenía ningún fundamento.
Pero no podía descartarse una eventual acción portuguesa. El ministro Souza Coutinho hizo llegar al Cabildo de Buenos Aires un pliego conminatorio en marzo de 1809, ofreciendo al Cabildo, al pueblo y a todo el virreinato la protección del príncipe regente de Portugal, con la promesa de no gravarlo con nuevos impuestos y de garantizar la entera libertad de comercio; de lo contrario, si no se aceptaban esas proposiciones, se consideraría Su Alteza real en la necesidad de hacer causa común con su poderoso aliado, Inglaterra. El pliego llegó a manos de Álzaga por intermedio de su emisario en Río de Janeiro, Antonio López, y se consagró desde entonces a contrarrestar esa amenaza; reunió a los regidores y les comunicó la novedad. acordando responder con altivez al ministro y comunicar a Liniers la amenaza. Se propuso al virrey el envío preventivo de dos mil hombres a Río Grande, idea aprobada por Liniers, que se ofreció para el comando de esa fuerza.
Puede interesar el conocimiento de la conducta ulterior de Souza Coutinho al advertir la utilidad que podía ofrecerle como intermediario el hermano de Liniers, que se encontraba de paso por Río de Janeiro.
El conde de Liniers se prestó a la mediación y el virrey despachó al Brasil; en calidad de emisario suyo, a Lázaro de Rivera, para iniciar las negociaciones con vistas a un tratado. El Cabildo protestó contra esa determinación del virrey y éste, a su vez, llamó a los regidores a. la reflexión. Se sucedían esas contingencias cuando en junio de 1808 el brigadier Curado apareció en Rio Grande do Sul al frente de 6.000 hombres y pidió permiso para cruzar la frontera uruguaya con el pretexto de contener manifestaciones revolucionarias de Buenos Aires.
Liniers, prescindiendo del repudio de la opinión pública, autorizó el paso de las tropas portuguesas a la Banda Oriental y el 15 de junio se apoderaron de Montevideo.
Antes de tener conocimiento del pliego conminatorio de Souza Coutinho, Liniers había dispuesto recibir con toda pompa al emisario de Río de Janeiro, Joaquín Xavier Jurado; pero una vez conocida esa conminación, dio orden a Xavier de Elio para que no lo dejase pasar de Montevideo; el enviado de la corte portuguesa era portador de la pretensión de que se aceptase la protección de Portugal para la Banda Oriental a fin de que no se posesionas en de ella los franceses o los ingleses. En esos acontecimientos ha tenido algo que ver el espía Carlos José Guezzi, que oficiaba en Río de Janeiro y estaba en correspondencia con Liniers, con Álzaga y otros. Guezzi asegura que Antonio López, el delegado de Álzaga, había hecho creer en Río de Janeiro que las provincias del Río de la Plata deseaban unir sus destinos a Portugal, y que Álzaga entraría en esa disposición.