El 3 de agosto, Liniers ordenó embarcar las tropas en Colonia. Durante el cruce del río se divisaron corbetas inglesas y estaban dispuestos a enfrentarlas si la ocasión era favorable, pero sólo hubo un cruce de fuegos con la fragata enemiga Dolores al momento del desembarco. En la madrugada del 5 de agosto, las tropas y la artillería estuvieron rápidamente en tierra. Liniers y Gutiérrez de la Concha evaluaron que era conveniente enfrentar al enemigo en tierra y ordenaron que la tripulación de los navíos se incorporara a las fuerzas terrestres.
Las tropas llegaron hasta San Isidro donde acamparon y permanecieron en espera de que amainaran las lluvias y el viento desatados.
Las disposiciones del gobernador de Montevideo establecían que las acciones comandadas por Liniers debían ponerse en consonancia con los trabajos realizados en Buenos Aires por Sentenach y su gente. Por ello, Liniers recibió el pedido de este grupo, de acercarse a la ciudad recién cuando estuvieran terminados los túneles debajo de la Ranchería y el Fuerte.
Anoticiado de la sublevación, Beresford confiaba en que Pophan evitaría el cruce del río de los sublevados. Cuando se enteró de que la operación había fallado, pensó que lo mejor sería enfrentar a Liniers fuera de la ciudad para evitar daños en el vecindario. Sus compañeros expresaron que no sería conveniente debido al estado de los caminos y a la imposibilidad de transportar la artillería, razón por la cual la oficialidad se inclinó por fortalecer la defensa de puntos estratégicos de la ciudad.
Traslado de las tropas al mando de Juan Gutiérrez de la Concha provenientes de Colonia de Sacramento con Liniers y su tropa estaba compuesta de de seis zumacas y goletas, seis cañoneras del Rey, tres lanchas particulares y diez transportes, tripulados por 800 marinos y 100 soldados de la compañía y otros más hasta completar 1710 plazas con los milicianos.
Liniers no aceptó retrasar las acciones y marchó hacia la capital, acercándose el 10 de agosto primero a la Chacarita de los Colegiales y luego a los corrales de Miserere. Desde allí, envió a Hilarión Quintana a presentarse ante Beresford llevándole una intimación. Su texto decía:
“Exmo. Señor: La suerte de las armas es variable: hace poco más de un mes que V.E. entró en esta capital, arrojándose con un cortísimo número de Tropas a atacar una inmensa populación a quien seguramente le faltó más la dirección que el valor para oponerse a su intento: pero en el día, penetrada del más alto entusiasmo para sacudir una dominación que le es odiosa, se halla pronto a demostrarle que el valor que han mostrado los habitantes del Ferrol, de Canarias y de Puerto Rico, no es extraño a los de Buenos Aires. Vengo a la cabeza de tropas regladas muy superiores a las del mando de V.E. y que no le ceden en instrucción y disciplina; mis fuerzas de mar van a dominar las Balizas, y no le dejarán recurso para emprender una retirada. La justa estimación debida al valor de V.E., la generosidad de la Nación Española y el horror que inspira a la humanidad la destrucción de hombres, meros instrumentos de los que con justicia, o sin ella, emprenden la guerra, me estimulan a dirigir a V.E. este aviso, para que impuesto del peligro sin recurso en que se encuentra, me avise en el preciso término de 15 minutos, si se halla dispuesto al partido desesperado de librar sus Tropas a una total destrucción, o al de entregarse a la discreción de un enemigo generoso. Nuestro Señor guarde a V.E. muchos años. Ejército Español en las inmediaciones de Buenos Aires, 10 de agosto de 1806. Exmo. Santiago de Liniers”.
Plano del Puerto y Pueblo de Las Conchas trabajo probablemente realizado por don José María Manso entre los años 1806-1808 o 1817 donde desembarcó en la noche de 1806 Liniers y su tropa para la reconquista de Buenos Aires, , forma parte de un gran "Plano Catastral y parcelario de las Suertes de Tierra y pertenencias de Propietarios situadas en el Río de la Plata"
Quintana llegó a la Real Fortaleza en momentos en que Beresford estaba reunido con miembros de la curia, del Cabildo y de la Audiencia, tratando de evitar el enfrentamiento. Se lo atendió con bastante demora y el comandante inglés le hizo entrega de su respuesta en los siguientes términos:
“Buenos Aires, 10 de agosto de 1806. He recibido su Oficio, y convengo en que la fortuna de las armas es variable; no pongo en duda en que Ud. tiene la superioridad respecto al número; y que la comparación de la disciplina es inútil; tampoco he consentido jamás haber entrado en este Pueblo sin batir al enemigo dos veces, y al mismo tiempo que he deseado siempre el buen nombre de mi Patria, he tratado también de conservar la estimación y el buen concepto de las Tropas que se hallan bajo mis órdenes en esta inteligencia solamente le digo, que me defenderé hasta el caso que me indique la prudencia para evitar las calamidades que pueden recaer sobre este Pueblo, que nadie las sentirá más que yo, de las cuales estarán bien libres si todos sus habitantes proceden conforme a la buena fe. Besa las manos de Ud. Guillermo Carr Beresford, Mayor General Inglés”.
Proclama enviada a Beresford dese la Plaza Misere
La marcha de Liniers desde Plaza Miserere hacia Retiro se realizó durante la noche del 10 de agosto. La intensa lluvia complicó el desplazamiento de la infantería y de la artillería, que fue posible concretar gracias a la ayuda de la población que los proveyó de aquellos insumos que necesitaban –subsistencia para la tropa y los caballos, monturas–, colaboraron arrastrando cañones y otras piezas de artillería; incluso, algunos pidieron armas para incorporarse a la lucha.
Durante el día 11 se fueron incorporando a las fuerzas de Liniers las tropas urbanas de Sentenach, Esteve Llach y Fornaguera, cuyo armamento, municiones y guarniciones habían sido solventado por Martín de Alzaga.
Al llegar al Retiro, Liniers ordenó el emplazamiento de cañones y obuses en las entradas de la plaza, del lado de la ciudad. Beresford marchaba –por las actuales calles San Martín y Florida– con unos trescientos hombres y dos piezas de artillería; intentó una infructuosa recuperación del estratégico sitio donde se encontraban los Almacenes de Artillería pero debió retroceder.
Para las fuerzas de la resistencia era importante el sostenimiento de ese lugar que les permitía nutrirse de municiones, carretones, cureñas y otros pertrechos que necesitaban. Liniers consideró que si los ingleses se refugiaban en la Real Fortaleza, sería necesario contar con cañones que brindaran la posibilidad de batir al enemigo.
Acta de rendicon de Beresford a Liniers el 31 a de agosto de 1806
Poco era el apoyo naval que se podía brindar desde el río. Pophan trató de colaborar, aligeró una de sus embarcaciones, el Justine de 26 cañones para que pudiera acercarse a la costa y bombardear las calles desde el río. Así lo hizo hasta que una repentina bajamar, dejó a la embarcación en seco. Esta situación fue aprovechada por la caballería al mando de Juan Martín de Pueyrredón, en cuyas filas se encontraba Martín de Güemes. En una insólita maniobra, la caballería abordó y tomó la embarcación en su poder.
Primera Invasión Inglesa - Rendición de Beresford – 12 de Agosto de 1806
La noche del 11 de agosto, muchos soldados se filtraron, con el apoyo de sus habitantes, por las azoteas de las casas, tomaron el control de la Ranchería y llegaron a una o dos cuadras de la Plaza Mayor. Esa misma noche, el inglés White escribió a Pueyrredón solicitándole una entrevista para la mañana siguiente.Pueyrredón dio a conocer la nota a Liniers y le respondieron que habría reunión, fijaron la hora y el lugar.
Allí estuvo Pueyrredón pero a White le fue imposible llegar debido al control que desde las azoteas generaban soldados que no respondían al comando de Liniers. En virtud de la situación, le fue enviada una nueva nota a White, citándolo en otro sitio; la nota funcionaría como salvoconducto. No se conoce si el inglés recibió a tiempo la nota, lo cierto es que la reunión no pudo concretarse porque los combates se precipitaron. Se supone que en la reunión, y a pedido de Beresford, se propondría la devolución de Buenos Aires a cambio de la salida de las tropas británicas de la ciudad y que se trataría que el interlocutor fuera Pueyrredón porque la caballería que estaba a su mando, hubiera sido la única fuerza que podía impedirles la retirada. Otra posibilidad era que Beresford tratara de arreglar con los descontentos pobladores la independencia del virreinato, comprometiéndose a colaborar en la lucha que se desataría contra el virrey Sobremonte y sus fuerzas, ya en camino desde Córdoba.
Liniers pretendía dar tiempo a Pueyrredón a conferenciar con White y, de no llegar a un acuerdo con el comandante inglés, iniciar el ataque. El ejército marcharía en tres columnas; la primera al mando de Liniers por la actual calle Reconquista y la segunda a cargo del capitán Gutiérrez de la Concha por la calle San Martín, ambas atacarían la Plaza apoyadas por la tercera columna acaudillada por el coronel Pinedo, que avanzaría por la calle Florida y rodearía la Plaza, desplegándose por las calles Bolívar, Rivadavia y Defensa.
Liniers pautó las doce del mediodía como la hora del inicio del ataque, pero alrededor de las ocho de la mañana un hecho precipitó el comienzo de las operaciones: la columna de Miñones avanzó hasta la Iglesia de la Merced y allí se encontró con un piquete inglés, trenzándose en combate. Los atacantes se vieron obligados a solicitar refuerzos. Los hombres de Sentenach acudieron a socorrerlos, mientras Liniers envió a Hilarión de la Quintana con el fin de detenerlos, pero fue demasiado tarde. Los voluntarios se posicionaron en las azoteas y desde allí obligaron al enemigo a retroceder.
El jefe de las tropas de la resistencia se vio obligado a atacar, dejándole a Gutiérrez de la Concha la defensa del Retiro. La infantería avanzó haciendo fuego por las calles y desde las azoteas y las torres de las iglesias, Miñones, marineros y voluntarios, desalojaron a los ingleses del Cabildo, la Catedral y los alrededores de la Plaza. Beresford retiró al Regimiento 71 de las calles y lo concentró en la Recova. Cuando la tropa inglesa cruzaba hacia la Recova, Pueyrredón y su caballería se lanzaron contra ella y le arrebataron la banderola de su gaita. La tropa de Santa Elena ya se había retirado al Fuerte, mientras Gutiérrez de la Concha recibió órdenes de Liniers de avanzar hacia la Plaza.
Ya en el interior de la Real Fortaleza, se emplazaron dos cañones para la defensa y las fuerzas inglesas izaron la bandera de parlamento. Liniers destacó a Hilarión de la Quintana para conocer qué deseaba el comandante Beresford. La población se lanzó hacia el Fuerte al darse cuenta de que los ingleses habían dejado de hacer fuego. En el interior de la Fortaleza, la resistencia presionó hasta lograr la rendición, se estipularon verbalmente las condiciones, se hizo especial hincapié en que se respetara la seguridad de las personas y sus bienes y en permitir que embarcaran pronto hacia Europa. Se obligó a arriar la bandera blanca y se izó una bandera española. Beresford relató esos acontecimientos diciendo:
“Es cierto que yo ordené que la bandera española fuese izada antes de reunirme con el señor Liniers, pero no lo es menos que aquellos que alegaron esta circunstancia como prueba de una rendición previa del Fuerte saben al contrario que eso fue hecho a pedido y con acuerdo del ayudante de campo español, que en ese momento se hallaba conmigo en la muralla y ocasionado por una infracción abominable de las leyes de la guerra por las tropas españolas, que obraron con directa violación de las garantías de una bandera de parlamento, y esto a pesar de las advertencias y esfuerzos del ayudante de campo, de su comandante en jefe, quien de palabra y de acción hizo todo lo posible para contenerlos, y a causa de esta conducta, fue izada la bandera española, a su reiterado pedido, como la única forma de impedir la renovación de las hostilidades aún hallándose él conmigo, y por haber manifestado que eso nos daba las condiciones para tratar, y especificando que ello no sería considerado como afectando a los derechos británicos, ni nos colocaría en una posición diferente a la que bajo bandera de parlamento”.
Beresford salió del Fuerte al encuentro con Liniers. Estando frente a frente Liniers felicitó al inglés por su valerosa defensa, le devolvió su espada y se com- prometió a que los soldados ingleses salieran del Fuerte con todos los honores y fueran a depositar sus armas frente al Cabildo.
Menos de mil ingleses, precedidos por Beresford y los oficiales, salieron del Fuerte, cruzaron la Plaza Mayor flanqueados por filas de las irregulares fuerzas de la resistencia para llegar al Cabildo, depositar sus armas, ser rigurosamente requisa- dos para luego ingresar a la prisión del Cabildo. Beresford quedó prisionero y fue canjeado por el virrey del Perú, que se sospechaba en manos de los ingleses. Gran parte de la población se dedicó a participar de festejos callejeros por la Reconquista, mientras otros se dedicaban a recorrer las calles y la Plaza buscando a familiares que habían perecido o permanecían heridos en los lugares de combate.