En ese momento de asumir el mando Avellaneda tenía 37 años, pero podía mirar a un pasado de experiencia gubernativa y por su manera de ser, era hombre de equilibrio, de templanza y también de energía.
El 12 de octubre se realizó la ceremonia de la transmisión del mando en momentos en que se vivía en el clima inquieto debido a la insurrección encabezada por el vencedor de Pavón.
Sarmiento, irritado contra la insurrección mitrista que había sacudido al país, exaltó las aptitudes del nuevo presidente: "Sois el primer presidente que no sabe disparar la pistola", y lo comparó con los grandes estadistas Lincoln y Thiers. También Alsina, presidente del Senado, tuvo palabras duras de condenación para el movimiento mitrista. La paz debía ser asegurada a cualquier costo y la justicia debía imponerse sin titubeos, e instó al nuevo mandatario a hallar en la Constitución los recursos más expeditivos para poner término a la subversión.
Avellaneda respondió en esas circunstancias:
"Había pensado hablaros en esta ocasión sobre diversos asuntos, pero interesarían hoy poco a la atención pública. Un presidente de la República Argentina puede, felizmente, formular sus propósitos en breves palabras. Su verdadero programa es su juramento, manifestando que lo ha pronunciado con sinceridad religiosa y que lo ejecutará con lealtad, con paciencia constante y con patriotismo" y agregó: "Reputo única y legítima la tradición de los partidos liberales que lucharon contra Rosas, derrocaron su tiranía, suprimieron la arbitrariedad en el gobierno y fundaron el régimen constitucional, reconstruyendo la unidad nacional".