De forma imprevista, a la edad de 43 años, dejó este mundo doña Encarnación Ezcurra. Su fallecimiento se produjo el 20 de octubre y el equipo de médicos que la asistió no pudo ponerse de acuerdo sobre la causa de su muerte.
Su funeral fue de una espectacularidad extraordinaria. El cadáver fue conducido en fastuosa procesión durante la noche del 21 a la iglesia de San Francisco; las fuerzas de la guarnición formaron línea a la izquierda del trayecto y la de la derecha fue constituida por ciudadanos que se turnaban para llevar el ataúd, precedido por el obispo Medrano, por el obispo Escalada, el senado, el clero y los padres franciscanos y dominicos; seguían el ataúd los ministros Arana e Insiarte, los diplomáticos acreditados, el estado mayor del ejército, y una inmensa columna de gentes del pueblo cuya cifra se hizo ascender a 25.000 personas. Se tributaron a Encarnación Ezcurra honores de capitán general; los ministros extranjeros izaron su bandera a media asta. En casi todas las provincias se hicieron demostraciones de duelo semejantes. Un cintillo federal fue agregado por los militares a la divisa corriente, que se generalizó entre los civiles. El luto duró dos años y se hizo aparecer a Rosas postrado por la pérdida sufrida.
La mujer que encabezó en 1833 y 1834 la lucha contra los unitarios y los lomos negros o federales doctrinarios, mientras Rosas se hallaba lejos de Buenos Aires en la expedición contra los indios, y la que preparó el camino para la vuelta del esposo al gobierno, murió el 20 de octubre de 1838.