La victoria de San Martín en Maipú consolidó la lucha por la emancipación sudamericana, pero con excepción de Chile y el Río de la Plata, el resto de las colonias españolas en América seguían dominadas. El 7 de agosto de 1819, Bolívar triunfó en el Virreinato de Nueva Granada (Colombia), en la batalla de Boyacá y la lucha continuaría en la Capitanía General de Venezuela donde el jefe realista Morillo sería derrotado recién en Carabobo en el año 1821. El Perú que el Libertador se encontraría tenía una población aproximada de un millón setecientos mil habitantes y se encontraba divido en ocho intendencias; Lima era la más importante. El virrey Pezuela tenía su fuerza (cerca de 23.500 hombres) distribuidos en una amplia extensión de casi 3.000 kilómetros. Esto significaba que en caso de necesidad de auxilio mutuo, le sería muy difícil reunir a sus hombres. Casi la mitad de sus hombres defendía a Lima, el resto estaba disgregado en Guayaquil, la Sierra y el Alto Perú. Conocedor de esta circunstancia, San Martín concibió el siguiente plan:
Desembarcar en la Bahía de Paracas, próxima a Pisco.
Enviar una agrupación a la sierra para lograr recursos y reclutar voluntarios, al mando del general Arenales.
Reembarcar la masa de sus fuerzas y trasladarla al norte de Lima, donde seguiría por tierra buscando la unión de ambas agrupaciones.
Realizar operaciones complementarias, para mantener la dispersión de las agrupaciones enemigas.
Obtener la cooperación de las fuerzas colombianas de Bolívar, para una vez logradas las condiciones favorables, operar ofensivamente y sellar en forma definitiva la Independencia Americana.
Este plan tenía una serie de ventajas. Una era el empleo de operaciones militares conjuntas, por tierra y mar (era la primera vez que se utilizaba este método). Con el uso de este sistema se evitaba el desgaste que presentaba el traslado terrestre. Asimismo, permitía amenazar simultáneamente varios frentes, desconcertando a los españoles sobre el objetivo central de San Martín. El uso de la fuerza naval permitía bloquear los puertos dificultando el aprovisionamiento de los realistas. También les aseguraba una vía rápida de escape, para el caso en que la contienda resultara adversa; y por última, mantenía neutralizada la poderosa fortaleza del Callao.