"Por la tarde llegó un oficial patriota, en dirección a Chile, teniente coronel Torres, un criollo sumamente inteligente y agradable, que hablaba bastante bien el francés y el inglés; había estado en los Estados Unidos del Norte América; con su conversación chispeante e inteligente nos alegró en aquella soledad... Decía que los "gauchos" de Buenos Aires y los "guasos" de Chile eran los mejores y más fuertes soldados del mundo;... ningún otro puede soportar la fatiga y... privaciones a los cuales ellos se han acostumbrado desde que nacen; son bravos y fácilmente disciplinables, y cuando están dirigidos por oficiales valientes y capaces, ningún europeo puede resistirlos. La gran dificultad para formar las tropas patriotas era encontrar oficiales competentes. Estos soldados son individuos que poco se preocupan del dinero, y no mucho por la calidad de los alimentos, cuya falta no se considera como una penuria, siempre que están provistos de té del Paraguay y unos pocos cigarros;...son resistentes por encima de toda comparación; los soldados de caballería utilizan siempre sus monturas por cama; pero los soldados de infantería que en campaña no la tienen, pueden dormir tranquilamente al aire libre, con un cuero de vacuno debajo y un poncho encima; jamás se preocupan por el pan, que rara vez prueban; un poco de carne de vaca, medio cruda, es suficiente para satisfacer las exigencias de su apetito..."
John Miers, "Viaje al Plata", cit, p. 143.