Una vez que se declaró la Independencia, Pueyrredón y el Congreso trataron de consolidarla enviando misiones diplomáticas a Europa y América del Norte para gestionar el reconocimiento del nuevo status político. Como en ocasiones anteriores, se ponía el énfasis en las ventajas económicas mutuas que surgirían del reconocimiento.
A principios de enero de 1817, el Director Supremo designó a Antonio José Valdéz como representante del gobierno ante los monarcas de Rusia, Austria y Prusia. Tenía por misión obtener la gracia de aquellas naciones ante la posibilidad de que Fernando VII envíe una expedición al Río de la Plata para reconquistarlo.
La misión fracasó porque el representante se dejó envolver en París por la intriga diplomática de los agentes del monarca español.