Marcó del Pont disponía de las fuerzas enviadas desde el Perú en 1814 y de algunos núcleos que la revolución de la independencia había forzado a refugiarse en el sur, donde la población simpatizaba con el régimen español.
En abril de 1815, Mariano Osorio tuvo que desprenderse de una división de 1.400 hombres destinada a reforzar el ejército del Alto Perú. Por consiguiente, Marcó tuvo que recurrir al reclutamiento de nuevos contingentes; su instrucción y su equipo eran deficientes y San Martín
estaba informado de la situación real; sabía que no era difícil que la escisión entre criollos y españoles repercutiese en la disciplina y que el descontento de los nativos se hiciese sentir en forma de deserciones constantes.
Al iniciarse las operaciones del ejército de los Andes, los efectivos realistas ascendían a 5.020 hombres con 33 piezas de artillería; las milicias provinciales significaban poco desde el punto de vista militar, porque su fidelidad no era segura. Esas fuerzas se hallaban distribuidas así:
Para las exigencias de la defensa, el jefe español dividió el territorio en tres zonas: la primera se extendía entre los ríos Aconcagua y Cachapoal; la segunda debía comprender este último río hasta el Maule, y la tercera desde el Maule hasta Valdivia.
En el cerro de Santa Lucía, que domina la capital, hizo construir dos fuertes, pues había previsto que la población se sublevaría al solo anuncio de la invasión y crearía una situación difícil a las tropas realistas.
El general Camba, en sus Memorias para la historia de las armas españolas (t. I, pág. 267), hace la siguiente recapitulación:
"En efecto, la fácil pérdida del interesante reino de Chile fue un suceso de inmensa trascendencia, fatal para las armas españolas. Sabíase que hacía tiempo organizaba el general San Martín un ejército con este objeto en Mendoza a la banda oriental de la cordillera de los Andes. Las tropas realistas componían entonces una fuerza de 7.000 hombres; pero el astuto general enemigo supo distraer de tal modo la atención del general Marcó del Pont, que le hizo incidir en el gravísimo error de pretender cubrir una línea de muchas leguas de extensión, quedando, por consiguiente, débil en todos sus puntos".
En una proclama realista a los soldados, el 10 de febrero de 1817, se les presentaba esta exhortación en nombre del vecindario leal:
"ocho pesos os ofrecen por cada muerto, doce por cada prisionero, y a justa tasación el valor de las armas que presentéis por despojo; yo respondo de esta oferta"...