La batalla de Cancha Rayada, también conocida como sorpresa o desastre de Cancha Rayada que ocurrió el 19 de marzo de 1818 fue una batalla de la Independencia de Chile, en donde fueron derrotadas las fuerzas patriotas comandadas por José de San Martín en el encuentro sostenido con las fuerzas realistas en la ciudad de Talca.
Cerca de la ciudad de Talca, al norte, se extiende una llanura de tres kilómetros cuadrados llamada Cancha Rayada. San Martín llevó sus fuerzas en dos líneas al pie de los cerrillos de Baeza, donde desemboca el camino de los Tres Montes; la primera línea, división de la derecha, a las órdenes de Hilarión de la Quintana; la segunda, la de la izquierda, a las de O'Higgins. Sobre el flanco izquierdo, algo a retaguardia, la artillería de los Andes y el regimiento de granaderos a caballo; el flanco derecho cubierto por los cazadores a caballo de Chile y de los Andes; más atrás, el batallón de artillería de Chile, y reservas detrás de los cerrillos de Baeza. El cuartel general se instaló en el extremo oeste de los Cerrillos, y, un poco más al norte, el hospital.
Era una noche muy obscura y amenazaba ser tormentosa. Un espía enviado por San Martín a Talca trajo la noticia de la junta de guerra de Osorio, y de la resolución de atacar por sorpresa esa misma noche. Para burlar a Osorio, San Martín ordenó un cambio de posiciones. El cambio consistía en llevar el eje del ejército patriota al oeste de los cerrillos de Baeza, en tres líneas; de ese modo, cuando Ordóñez llegase al lugar en que suponía el campamento, podría ser tomado por el norte y por su flanco. Pero el cambio de dispositivo no se hizo a tiempo; únicamente el ala derecha modificó su posición.
Mariano Osorio y sus tropas desembarcaron nuevamente en Talcahuano. Al igual que en 1814 avanzaron hacia el norte y sorprendieron a las fuerzas independentistas, conformadas por la unión del Ejército de los Andes y los cuerpos milicianos chilenos recién formados, en la Batalla de Cancha Rayada el 19 de marzo de 1818. El ejército de San Martín fue perseguido por las fuerzas de Osorio. No obstante, los rebeldes independentistas lograron organizarse en los llanos de Maipú, donde vencieron definitivamente a los leales a la Corona Española en la Batalla de Maipú. Mariano Osorio logró escapar con algunos colaboradores hacia Lima, donde es juzgado por las posibles responsabilidades que le pudieran caber en la derrota realista. Fue absuelto y emprendió viaje de regreso a su tierra natal, pero terminó sus días en La Habana, víctima de la fiebre palúdica, en 1819.
El ataque nocturno y sorpresivo fue dirigido por el general Ordóñez, que formó tres columnas, una a las órdenes de Primo de Rivera, otra a las suyas y la tercera a las del comandante Bernardo de la Torre. Los primeros encuentros se produjeron a un par de kilómetros de Talca; la maniobra de San Martín fracasó por no haber podido llevar a cabo el cambio ordenado; el Ejército Unido fue sorprendido en la maniobra.
Las Heras, por propia iniciativa, abrió fuego contra la primera columna izquierda española y a la primera descarga le causó 300 bajas; dicha columna vaciló al comienzo, pero se rehizo y avanzó destrozando el batallón Nº 3 de Chile; en la confusión, las columnas de Ordóñez y de Primo de Rivera se precipitaron sobre las tropas de Bernardo de la Torre, hasta que pudieron reconocerse.
La división al mando de O'Higgins fue sorprendida mientras sus batallones cambiaban de emplazamiento, y sufrió un contraste, aumentado por los fugitivos del batallón N° 3. O'Higgins reunió la mayor parte de sus fuerzas y luchó con denuedo, hasta que fue herido en un brazo. En la lucha desigual, retrocedió el batallón Nº 8, y Rudecindo Alvarado, comprendiendo lo difícil de su posición, se replegó hacia la división argentina que había terminado su maniobra, incorporándose a las fuerzas de Las Heras.
La columna izquierda realista continuó hasta el pie de los cerros donde se hallaba el cuartel general y se apoderó del parque, los hospitales y la mayor parte de la artillería.
San Martín creyó que estaba perdido todo y se negó a abandonar el campo. Los realistas instalaron su artillería al pie de los cerrillos de Baeza y abrieron fuego en todas direcciones sin ver el blanco a causa de la obscuridad; a los pies de San Martín cayó muerto su ayudante Larrain.
La confusión y el pánico fueron enormes; la reserva patriota no había sido comprometida y San Martín ordenó que se retirase. O'Higgins, que había perdido el contacto con San Martín, se retiró también con los restos de sus tropas, mientras al oeste continuaba el fuego con todo vigor.
Prosiguió Ordóñez la lucha dentro del mayor desorden y su izquierda sufrió los efectos del fuego de flanco de Las Heras.
A las once de la noche la división argentina no sabía qué hacer; carecía de noticias de las tropas de O'Higgins y del cuartel general. Las Heras preparó la retirada; las doce piezas de artillería al mando de Blanco Encalada habían agotado las municiones; la caballería había sido dispersada huyendo con los batallones 2 y 3. Sin protección, Las Heras puso sus cañones a la cabeza de la columna para evitar que cayesen en poder del enemigo y el batallón de Alvarado a retaguardia; aprovechando la confusión reinante inició la retirada hacia el norte en silencio, pasando por entre cuerpos realistas que no advirtieron su marcha. Al cruzar el río Lircay tuvo que vencer la oposición de un escuadrón enemigo. Salvado el río, Las Heras pasó revista a sus tropas y encontró que había salvado del desastre 3.500 hombres. Despachó un oficial en busca de San Martín para informarle y pedirle órdenes.
El general Osorio, que había permanecido en Talca, se incorporó a sus tropas y persiguió a los fugitivos hasta el Lircay, pero no quiso continuar más allá; tan sólo al día siguiente organizó un destacamento para hostigar a los vencidos de Cancharrayada. El grueso del ejército realista volvió a Talca.