El 26 de enero de 1944, Ramírez presionado rompió relaciones con Alemania y Japón. La abrupta decisión se debió esencialmente a la ya insostenible presión de Estados Unidos. La decisión provocó una fractura entre los distintos sectores nacionalistas, llevando a la renuncia del Ministro Martínez Zuviría, representante del ala más derechista que manifestó públicamente su descontento.
Chile rompió las relaciones con el Eje totalitario el 20 de enero de 1944, en la región había circulado el rumor de que Cordell Hull a cargo del departamento de Estado de los Estados Unidos, proporcionaría armas y equipos a Brasil para facilitar el envío de una fuerza expedicionaria a ultramar, la fuerza era simbólica, pues la guerra estaba llegando a su fin y ya se daba por seguro la derrota de Alemania y de sus aliados.
Con esas armas y equipos se rompería el equilibrio de poder en América del Sur.
Además no estaba descartado que los Estados Unidos congelasen las reservas de oro de la Argentina y que se impusieran restricciones a las importaciones procedentes de aquel país, el único en condiciones de auxiliar eficazmente al mejoramiento económico argentino.
Pero cualquiera que fuese la simpatía de muchos militares influyentes hacia las potencias del Eje, la verdad es que a Gran Bretaña no le interesaba fomentar la ruptura que propiciaban los Estados Unidos. Todavía el 21 de agosto de 1943 el Reino Unido firmó un tratado con el gobierno de Ramírez por el cual compraba todo el excedente de carne hasta el 30 de septiembre de 1944. Churchill sostenía en un mensaje a Roosevelt: "El cese de los abastecimientos argentinos interrumpiría las operaciones militares en la escala planeada para este año"...
La Argentina había quedado aislada en su política internacional, pues todo el resto de las naciones americanas había roto las relaciones diplomáticas y comerciales con el Eje o le habían declarado la guerra. La opinión internacional consideraba a la Argentina como base de operaciones para el espionaje alemán y para su penetración en el continente y a sus gobiernos militares como inclinados al totalitarismo o en todo caso con fuertes simpatías hacia las potencias antidemocráticas.
La captura del emisario Hellmuth en Puerto Trinidad por las autoridades británicas, el conocimiento de la documentación de que era portador y la confesión de su identidad como agente alemán, creó una situación delicada para la Argentina; a ello se añadió el apoyo del nacionalismo argentino al derrocamiento del presidente Peñaranda en Bolivia.
Los integrantes del G.O.U. se reunieron el 25 de enero de 1944 en el Concejo deliberante para examinar la declaración del ministro de relaciones exteriores, Gilbert, de que el espionaje del eje había sido el motivo de la ruptura de relaciones; el coronel Urbano de la Vega, el teniente coronel Julio A. Lagos, Alfredo Bassi, el mayor Justo León Bengoa reclamaron la continuación de la política de neutralidad, mientras que los coroneles González, Avalos, Emilio Ramírez y Alfredo Argüero Fragueiro sostuvieron el criterio del ministro de relaciones exteriores que deseaba la ruptura. Perón anunció que había dado su palabra al ministro de relaciones exteriores y que se mantenía a su lado; el general Gilbert anunció a la asamblea de oficiales que con aprobación del G.O.U. o sin ella el decreto de ruptura de relaciones se daría esa misma noche. Efectivamente, el 26 de enero, con la firma del presidente Ramírez y del ministro Gilbert, fue decretada la ruptura de relaciones con Alemania y Japón, aduciendo como razón el descubrimiento de una red de espionaje de esas potencias que operaba en la Argentina.
El descontento por la ruptura de relaciones llevó a numerosos oficiales a una intensa agitación que culminó con la separación del ministro de relaciones exteriores Gilbert y del secretario de la presidencia, González.
Entre los coroneles dirigentes del G.O.U. se habían producido desinteligencias; por un lado, Emilio Ramírez y Perón; por otro, Avalos y Enrique P. González. El 23 de febrero de 1944 se resolvió la disolución de la logia GOU, "pensando que podría ser un obstáculo para la marcha del gobierno". Para los planes íntimos de Perón no era ya necesario ese instrumento de presión, pues disponía de un poder superior, su posición personal en el seno de altos mandos activos del ejército, y la secretaría de trabajo y previsión.
El 27 de enero de 1944 se hizo llegar al presidente Ramírez la siguiente nota:
"Excmo. Señor: En momentos en que el pueblo de la Nación estrecha filas en torno de V. E. ante la grave decisión que habéis debido adoptar en salvaguardia de la soberanía de la patria, ofreciéndonos la magnífica sensación de una indestructible unidad, como en las horas difíciles de nuestra historia, se ha dejado escuchar una nota discordante, que los oficiales superiores y jefes que suscriben y que tuvieron, como otros, el honor de compartir con V. E. la responsabilidad del movimiento del 4 de junio, no pueden silenciar.
"Se ha dado a publicidad un documento en el que se invoca la condición de jefe de la Revolución, y se afirma, a la vez, que fue postulado fundamental de la misma, la ruptura de las relaciones diplomáticas con uno de los beligerantes de la actual con¬tienda, cosas ambas que, por no responder a la verdad de los hechos, han llevado a V. E. a restablecerla, en forma pública y categórica.
"Bien sabemos, Excmo. Señor, que nada puede agregarse a la palabra autorizada y definitiva de V. E. y sólo mueve esta presentación —que tiene la emoción de la confidencia al jefe y camarada— el vivo deseo de expresaros, en esto como en todo, nuestra más absoluta y solidaria adhesión.
"Un arraigado principio de honor, de disciplina y bien entendido espíritu de cuerpo que nos viene de la ética profesional de nuestros mayores nos imponía disimular ciertas expresiones intrascendentes, que atribuíamos a una equivocada estimación de la realidad; pero la insistencia y difusión de esas expresiones, que desvirtúan la historia, nos obliga a quienes hemos sido actores de los acontecimientos, a apartarnos de aquella norma de conducta.
"Habría bastado a nuestro fervor revolucionario la inmensa satisfacción del éxito, conseguido ya, porque están en nuestras manos seguras y prudentes los destinos de la patria. Nadie, en momento alguno, ha abrigado la pretensión de reclamar para sí, como cosa propia, la gloria de la grande y patriótica empresa, amasada por todo el cuadro de jefes y oficiales, cada cual dentro de sus posibilidades y ya en los puestos de mayor responsabilidad o en la tarea silenciosa o anónima que se le encomendara. Nadie puede pretenderlo tampoco ahora, dando lugar a equívocos o desnaturalizando la incontrovertible realidad de los sucesos.
"Pero nuestro fervor revolucionario no puede ya callarlo, y hoy os decimos, para que a su hora lo recoja la historia:
"Excmo. Señor: Si es cierto, como lo habéis manifestado con claridad meridiana, que la revolución no ha tenido otros jefes que los del ejército y la armada, ni otro postulado que la recuperación nacional y el afianzamiento de la soberanía patria, también es verdad —y lo proclamamos bajo la fe de nuestra palabra de soldados y de argentinos— que fuisteis y sois vos el nervio y cerebro de ese histórico movimiento.
"Firmado: Juan D. Perón, coronel; Emilio Ramírez, coronel; Eduardo Avalos, coronel; Enrique P. González, coronel; Fernando P. Terrera, coronel; José V. Fernández, coronel; Tomás A. Ducó, teniente coronel; Arturo A. Saavedra, teniente coronel; Héctor J. Ladvocat, teniente coronel; Aristóbulo E. Mittellach, teniente coronel; Antonio G. Carosella, teniente coronel; Rodolfo Rosas y Belgrano, teniente coronel; Indalecio F. Sosa, teniente coronel; Francisco Filippi, mayor."