Belgrano, desde mediados de diciembre, había solicitado su relevo del mando; sabía bien que la derrota exige siempre su tributo. Aceptó, entonces, sin vacilaciones, entregar el mando a San Martín, y permanecer con el grado de coronel; al frente de su querido regimiento Nº 1 San Martín, conocedor de hombres, que admira y estima a su reciente amigo, dilata, para no herirlo, el momento de la decisión. El gobierno, por intermedio de Rodríguez Peña, le insiste en que debe hacerse cargo del mando y separar a Belgrano.
El 29 de enero Belgrano comunicó al ejército la designación del nuevo jefe. Disciplinado y obediente, permaneció bajo las órdenes de San Martín hasta el 1° de marzo cuando, exigido éste desde Buenos Aires, lo relevó de toda actividad. Belgrano abandonó a Tucumán. Había solicitado su baja definitiva del ejército pero no se la concedieron, para someterlo a proceso, el cual nunca se substanció. Atacado nuevamente de paludismo, dolorido por la actitud intransigente del gobierno que hasta dificulta, con absurdos temores, su viaje a Buenos Aires, se refugia en la quinta de un pariente, en San Isidro.
Estos dos grandes hombres de nuestra historia se conocieron personalmente en la reunión que mantuvieron en la Posta de Yatasto, sin embargo existía entre ellos, una profusa comunicación epistolar previa, surgida a instancias de José Mila de la Roca, amigo de ambos y secretario de Belgrano en la expedición al Paraguay. Los dos próceres abrieron su corazón a través de la correspondencia. San Martín redactó para Belgrano unos cuadernillos de estrategia militar, extractando opiniones de diversos maestros de guerra. Estos cuadernillos se los envió en vísperas de la batalla de Vilcapugio y Belgrano le escribe dudando de sus propias cualidades, al reconocer que no es un militar de vocación. Tras la derrota de Ayohuma, San Martín le escribe para reconfortarlo y el creador de la bandera responde: "He sido completamente batido en las pampas de Ayohuma, cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes, y nada me arredrará para servir, aunque sea en clase de soldado por la libertad e independencia de la patria. Somos todos militares nuevos con los resabios de la fatuidad española, y todo se encuentra menos la aplicación y constancia para saberse desempeñar. Puede que estos golpes nos hagan abrir los ojos, y viendo los peligros más de cerca tratemos de hacer otros esfuerzos que son dados a hombres que pueden y deben llamarse tales". Cuando se enteró que el gobierno había nombrado a San Martín en su reemplazo, se alegró y le escribió: "Mi corazón toma aliento cada instante que pienso que Ud. se me acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con Ud. se salvará la patria, y podrá el ejército tomar un diferente aspecto. Empéñese Ud. en volar, si le es posible, con el auxilio, y en venir no sólo como amigo, sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, persuadido que le hablo con mi corazón, como lo comprobará la experiencia". Animados por estos generosos sentimientos, se dieron por primera vez en Yatasto el abrazo histórico. San Martín se presentó a Belgrano poniéndose a sus órdenes; éste lo recibió como su maestro y sucesor. Sin embargo, San Martín se dio cuenta rápidamente de las cualidades morales de Belgrano y se negó a reemplazarlo, pero debido a la presión del gobierno debió asumir la jefatura del ejército. Belgrano se puso a sus órdenes dando el ejemplo al ir a recibir humildemente las lecciones de tácticas y disciplina. A partir de ese momento, la simpatía nacida a través de cartas se transformó en mutua admiración. Belgrano murió convencido que San Martín era el genio tutelar de la América del Sur. Hasta sus últimos días, San Martín honró la memoria de su ilustre amigo como una de las glorias más puras del nuevo mundo.
“Santiago del Estero, 6 de abril de 1814
Mi amigo:
La guerra, allí, no solo la ha de hacer usted con las armas sino con la opinión, afianzándose siempre esta en las virtudes naturales, cristianas y religiosas; pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y solo por este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos la religión.
Posta de Yatasto
La posta de Yatasto es una finca o antigua posta del camino real, cerca de San José de Metán, provincia de Salta, Argentina. Es conocida por las históricas reuniones que en ella tuvieron lugar durante la guerra de la Independencia Argentina, como el encuentro entre los próceres generales Manuel Belgrano y José de San Martín. Encuentro que sin embargo del cuadro que lo recuerda en la posta de Yatasto, según las investigaciones de Alfredo Gargaro, por un lado, y de Julio Arturo Benencia, parece haber tenido lugar en la posta de Algarrobos, a 70 km al norte, el 17 de enero de 1814.
Encuentro de San Martín y Belgrano en la Posta de Yatasto (1814) óleo de 1875 Augusto Ballerini (1857-1897)
Carta original de Belgrano a San Martín.
En la carta le manifiesta sus opiniones respecto de las reglas del Ejército sobre duelos; le aconseja hacer la guerra teniendo en cuenta las costumbres e ideas de los habitantes y “no dejándose llevar de opiniones exóticas”, también le sugiere que conserve la bandera que le dejó y que la enarbole cuando todo el Ejército se forme; y que no deje de implorar a la Virgen de las Mercedes, nombrándola siempre “nuestra Generala”.