El proyecto de Constitución fue aprobado y firmado el 10 de mayo de 1853.
El presidente Zuviría, después de recordar que se había opuesto a la sanción, y que no estaba conforme con algunos de sus artículos, estaba dispuesto a "obedecerla, respetarla y acatarla hasta en sus últimos ápices, en el acto mismo que reciba la última sanción la ley".
El 3 de mayo se discutió la ley especial de capitalización de Buenos Aires, lo cual dio origen a un debate. Se sostuvo el derecho del Congreso a fijar cuál debía ser la capital de la República, evitando así a Urquiza la tarea de resolver como árbitro. Seguí propuso que la capital de la República fuese Santa Fe.
Un preámbulo a la ley declarando capital a la ciudad de Buenos Aires, decía:
"La Constitución obligará a todas las provincias que están bajo la ley del acuerdo de San Nicolás, desde su promulgación. Pero no ligará a Buenos Aires antes de que por aquella provincia sea examinada y aceptada. El Congreso declara que no se la impone: no quiere darse cuenta si tendría el derecho de mandar en este caso. Se ha levantado delante de su vista la augusta imagen de la patria atormentada, y en su presencia no vacila en despojarse de su autoridad y del prestigio del poder, para pedir a Buenos Aires la aceptación del pacto fundamental, para suplicarle que se salve al amparo del orden constitucional, salvando así al país de males ciertos y de un porvenir espantoso".
Fue designada una comisión para llevar la Constitución sancionada a la provincia de Buenos Aires y para presentarla al general Urquiza a los efectos de su promulgación. Fue integrada por Salvador María del Carril, José Benjamín Gorostiaga y Martín Zapata.
En una minuta del Congreso al director provisional se le decía:
"La Constitución, señor, de la Confederación Argentina, ha legitimado vuestra revolución. El Congreso os difiere la gloria de Wáshington. No podéis aspirar a otra".
Se le decía igualmente:
"Desde luego, empezará por agradeceros, señor, la completa independencia en que habéis dejado al Congreso constituyente, para meditar, combinar y sancionar la Constitución, que su ardiente patriotismo, su conciencia y su leal saber y entender le han inspirado. Vuestra es, señor, la obra de la Constitución, porque la habéis dejado formar sin vuestra influencia ni concurso".