El proyecto de Alsina de defender el desierto conquistado por una larga y costosa zanja era una concepción de tipo faraónico, pero no era insalvable.
Decía Alsina: "En este punto el gobierno está resuelto a no omitir gastos; ha de hacer el foso que dejo indicado, inviértase en el el tiempo que se invierta, debiendo tener 4 varas de ancho por 3 de profundidad y cayendo toda la tierra que se extraiga sobre la parte inferior".
La dirección de las obras fue confiada al ingeniero Alfredo Ebelot. Entre Guaminí y Trenque Lauquen trabajaron dos regimientos de guardias nacionales y una cuadrilla de 60 a 80 peones; hacia el norte, hasta ítaló (Wita-lo) se contrató a una empresa privada que empleaba 300 personas.
El foso-zanja tenía 2 metros de profundidad, 3 de anchura y un parapeto de 1 metro de alto por 4,50 de ancho.
El fondo era de sólo 60 cm y variaba cuando el terreno era duro y rocoso.
En julio de 1877 ya se habían ejecutado 374 km de foso, esta nueva línea de la frontera estaba a cargo de seis comandancias con sus fuertes respectivos: Bahía Blanca, 89 Km; Puán, 80 Km; Carhué, 52 Km ; Guaminí, 98 Km; Trenque Lauquen, 152 Km; ítaló, 13 Km Se levantaron sobre esa línea 109 fortines a una distancia de una legua, más o menos, uno de otro; en algunos casos la distancia era de hasta 4 leguas. Cada fortín se formaba en un terraplén circular rodeado de un foso, una pequeña habitación y un mangrullo para la observación, todo ello a cargo de un oficial y de ocho o diez soldados que debían realizar descubiertas diariamente a lo largo de la línea.
No obstante todos los inconvenientes y la inseguridad que dejaba la costosa zanja, las operaciones de Alsina dieron un incremento de 56.000 km a la explotación ganadera; acortó 186 km la frontera bonaerense que medía 610 km; empujó a los indios más lejos en el desierto se instalaron al amparo de la conquista lograda cinco pueblos nuevos; se extendió la red telegráfica a las comandancias militares de los pueblos de Guaminí, Carhué y Puán recién fundados y se abrieron nuevos caminos.
Soldado cavando la zanja de Alsina , si bien la zanja no impidió por completo el paso de la indiada, fue un obstáculo tremendo para sus retiradas. Tratando de recruzarla, con la impedimenta de sus saqueos, los malones eran alcanzados por las fuerzas militares y allí perdían sus arreos de ganados robados. Los malones se volvieron infructuosos porque la clave de su éxito era la sorpresa en el ataque y la velocidad en la fuga. Lo cierto es que finalmente, la zanja debilitó las posibilidades de resistencia de los indios, los desalentó y fue, además, base y punto de partida seguro para el avance sobre el desierto.
Alsina murió el 29 de diciembre de 1877; había enfermado en su campamento de Carhué en una inspección y tuvo que ser transportado en estado grave a su domicilio en Buenos Aire. Mucho del plan previsto se había cumplido; la frontera se había acortado y se ganaron muchos millares de kilómetros de tierras, se fundaron pueblos y se extendieron las estancias y los cultivos. El coronel Levalle fundó el pueblo Adolfo Alsina al margen del arroyo Pigüé. Pero persistía la amenaza de las tribus de Namuncurá, Catriel y Pincén y sus aliados del otro lado de los Andes, pues, aunque habían sido siempre batidos y sus fuerzas y peligrosidad habían decrecido, no habían renunciado a sus invasiones.
La zanja no estaba finalizada a la muerte de Alsina, su sucesor, Roca, concibió, no un sistema defensivo, sino una ofensiva de gran alcance, una especie de malón invertido de las tropas nacionales contra las tolderías indígenas.
La muerte de Adolfo Alsina , óleo de Ventura Lynch