El capitán británico Onslow desconoció la soberanía argentina sobre las islas
Apenas comenzaba este año cuando el capitán Onslow dio un ultimátum a las autoridades de Malvinas: "Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña, os pido que tengáis a bien arriar el vuestro y retirar vuestras fuerzas con todos los objetos pertenecientes a vuestro gobierno". Con este acto de fuerza de los ingleses se desconoció nuestra soberanía sobre las islas.
No es éste un hecho menor, y la sociedad rioplatense debería preocuparse seriamente sobre las consecuencias presentes y futuras de este verdadero atropello a nuestra soberanía territorial. Quizá los lectores sientan que se trata de unas lejanas islas cuyos problemas no les conciernen, y que bastante tienen ya con las difíciles circunstancias que se viven en Buenos Aires mientras el Restaurador de las Leyes se encuentra ausente en su intento de avanzar hacia el río Negro y consolidar la soberanía de la provincia sobre los territorios indígenas.
Pero debe pensarse que los ingleses tendrán, a partir de este momento, un centro de operaciones en las rutas de navegación que unen los océanos Atlántico y Pacifico a través del estrecho de Magallanes, a la vez que aumentarán sus posibilidades de aprovechar los ricos recursos de los mares del sur.
El 2 de enero de 1833 se presentó en las islas. El comandante argentino José María Pinedo, al mando de la goleta de 9 cañones Sarandí envió a dos de sus oficiales a la Clio para conocer sus intenciones. El comandante John James Onslow por toda respuesta acompañó personalmente a los oficiales argentinos a su buque, donde transmitió a Pinedo sus instrucciones, esto es, tomar el control de las islas, y le dio veinticuatro horas para arriar la bandera argentina y proceder a la evacuación. Pinedo protestó a lo que Onslow simplemente respondió que le enviaría sus instrucciones por escrito.
No se sabe quién ni cuándo descubrió las Malvinas, ya sea que se tratase de Américo Vespucio, cuando en 1501 partió de Lisboa hacia los mares del sur y avistó unas costas escarpadas en las que no pudo desembarcar; o del piloto Esteban Gomes, que al desertar de la expedición de Magallanes en 1520 divisó unas tierras desconocidas, lo cierto es que los españoles tenían noticias de su existencia desde comienzos del siglo XVI. Por entonces, las naves corsarias y los galeones de distintas banderas navegaban los mares del sur buscando nuevas rutas y puntos de apoyo al tráfico comercial, con el interés específico de controlar las reservas de fauna marina de las costas patagónias.
Fue así como, en 1764, un grupo de franceses al mando de Bougainville se estableció por primera vez en las islas Malouines —Malvinas—, llamadas así por el puerto de Saint Malo del que había partido la expedición, tomando posesión de las mismas en nombre del rey Luis XV. Este primer asentamiento llevó el nombre de Fort Royal o Fort de Saint Luis, instalándose allí más de 150 pobladores. De inmediato se produjo el reclamo de la corona española, puesto que las islas habían sido incluidas en la jurisdicción de la gobernación de Buenos Aires por Real Cédula del 4 de octubre de 1766, motivando el retiro de los colonos.
España comenzó entonces a interesarse seriamente por reivindicar su soberanía sobre las islas y fundó Puerto Soledad en el mismo sitio en que se había instalado la colonia francesa. En 1765 se produjo un nuevo intento de ocupación, esta vez por parte de los ingleses al mando de John Byron, que fundaron Puerto Egmont.
Esto produjo la reacción del gobernador de Buenos Aires, Bucarelli, que ordenó su desalojo, la gravedad de la situación se zanjó con un acuerdo firmado en 1771 por el cual la corona británica reconocía la soberanía de España sobre el archipiélago. Los ingleses abandonaron la instalación y las islas fueron desde entonces de propiedad indiscutida de la corona española.
Se creó en aquel momento la Gobernación de Malvinas, dependiente primero de Buenos Aires y luego del Virreinato del Río de la Plata en 1776. Pero las guerras de independencia complicaron la situación. Los españoles, consolidados en Montevideo luego de la revolución de 1810, retiraron las fuerzas de Malvinas para resguardar su posición y las islas quedaron por un tiempo desprotegidas hasta que, en 1820, el coronel David Jewett, corsario norteamericano al servicio del gobierno de Buenos Aires, las incorporó definitivamente a la soberanía de las Provincias Unidas.
Uno de los primeros concesionarios de tierras, Luis Vernet, de origen alemán, fue designado en 1829 jefe de la Comandancia Política y Militar de Malvinas. De inmediato comenzó la colonización de las islas con población de distintos orígenes que, pese a las dificultades iniciales, sostuvo el crecimiento de la colonia. Por esa misma época, Inglaterra iniciaba una importante campaña de reconocimiento de las costas patagónicas y decidía hacerse de una base estratégica en el Atlántico Sur, favorable a sus intereses políticos y económicos. En las islas, entretanto, los incidentes eran frecuentes. En 1831 Vernet tomó acciones contra tres barcos pesqueros norteamericanos que habían violado las aguas territoriales y en respuesta, el gobierno estadounidense envió la fragata Lexington de su marina de guerra, anclada en Río de Janeiro, que apresó a los funcionarios de la colonia y destruyó buena parte de sus instalaciones, lo que provocó la ruptura de relaciones diplomáticas con EE.UU.
A este acto de agresión se sumó un levantamiento de los detenidos en la cárcel de Puerto Soledad que ocasionó la muerte del comandante interino. En el medio de esa difícil situación se produjo el arribo de la corbeta inglesa Clío, que ocupó las islas por la fuerza, ordenando la evacuación de Puerto Soledad. La guarnición argentina, sin suficientes fuerzas, debió rendirse y retirarse del lugar. Los rioplatenses perdimos así un trozo de nuestro territorio. No dejemos que los problemas de la política facciosa y localista de la porteña Buenos Aires nos permitan perder de vista la importancia de este hecho.