Política Exterior

Durante la gobernación de Martín Rodríguez hubo una política exterior de diferente índole por un lado al Rio de la Plata llego una comisión desde España enviada por Fernando VII para negociar el restablecimiento del orden y volver a la situación anterior, otra de las misiones fue la de reconocimiento por Gran Bretaña de la independencia argentina 

Comisión española al Río de la Plata

Después de la rebelión de Riego en Cabezas de San Juan, que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, resolvió España enviar comisionados a América para negociar con las antiguas colonias el restablecimiento del orden y la vuelta a la lealtad. Los comisionados fueron el coronel Manuel Herrera, Tomás Comyn y el capitán de fragata Manuel Martín Mateo. 

Desde Río de Janeiro debían comunicar al virrey del Perú la suspensión de las hostilidades y tratar de que en Buenos Aires se reconociera la Constitución o se enviasen delegados a la península y se conviniera en el cese de las operaciones bélicas. En Río de Janeiro el rey de Portugal no quiso recibirlos y en Montevideo se prohibió la entrada del bergantín en que viajaban. A comienzos de diciembre de 1820 llegaron los comisionados al puerto de Buenos Aires y pidieron salvoconductos para desembarcar como emisarios del rey constitucional de las Españas. La Junta respondió que accedería con gusto si las facultades de que eran portadores se hacían extensivas al reconocimiento de la independencia que habían establecido las provincias. Ante esa exigencia, los comisionados volvieron a partir sin dar explicaciones.

Hubo luego un intercambio de notas desde Montevideo y Río de Janeiro, pero los emisarios volvieron a la península con las manos vacías.

Se hizo en enero de 1822 una nueva tentativa para hallar una solución al problema colonial; se envió desde la península a América una nueva comisión conciliadora, compuesta por Antonio Luis Pereira y el teniente coronel Luis de la Robla. 

Desembarcaron en Buenos Aires el 23 de mayo de 1822 y comprendieron que toda negociación debía partir del previo reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas. La Junta de representantes puso como condición que no se celebrarían tratados de neutralidad, de paz ni de comercio con España sin la cesación de la guerra en todos los nuevos Estados del continente americano y sin el reconocimiento de su independencia. Los comisionados acabaron por suscribir una convención preliminar, según la cual a los sesenta días de ratificada cesarían las hostilidades. Llevado el asunto a la Sala de representantes, declaró Rivadavia como ministro de gobierno y relaciones exteriores que Buenos Aires no quería nada que no fuese común a toda la América. Pero por 25 votos contra 7 se autorizó al gobierno a firmar la convención preliminar y se le autorizó a que, una vez celebrado el tratado de paz definitivo, reuniese con los otros Estados de América, 20 millones de Pesos con destino al sostenimiento de la independencia de España. En ese sentido se ofició a los gobiernos de Chile, Perú y Colombia sobre lo resuelto.

Joaquín Baldomero Fernández Espartero

El 9 de octubre de 1823, el victorioso comandante fue ascendido a brigadier otorgándosele el mando del Estado Mayor del Ejército del Alto Perú. Tras finalizar labores de control de los restos de insurgentes, La Serna lo envió a la conferencia de Salta como representante plenipotenciario del virrey para la firma de un armisticio que permitiese la extensión de los acuerdos con los insurrectos de Buenos Aires al Perú. En Salta se reunió Espartero con el general José Santos de la Hera, que actuaba en nombre de los comisarios regios. Acreditado, Espartero comunicó a Las Heras que el acuerdo no era posible, pues las fuerzas enemigas carecían de toda capacidad operativa y no se sentía el virrey obligado a otorgar más que la generosidad con la que habían sido tratados. La actitud hostil de La Serna y el propio Espartero hacia los delegados en nombre del rey Fernando se ha interpretado como una afrenta a la Corona para algunos, o como una medida de contención de las aspiraciones independentistas para otros

Misión de Félix de Alzaga

En relación con la convención preliminar firmada en Buenos Aires con los comisionados peninsulares, fue enviado Félix de Alzaga como delegado a Chile, Perú y Colombia a fin de informarles del contenido de la misma y para tratar de reunir los 20 millones de pesos en apoyo del sistema representativo español, una vez reconocida la independencia de las naciones americanas.

No tuvo resultados positivos en Chile y acabó por desesperar de las dilaciones permanentes; en Perú tampoco logró adhesión franca, aunque Bolívar ponderó Ja convención preliminar de Buenos Aires. La sublevación del batallón del Río de la Plata en el Callao hizo que el gobierno peruano respondiese a Álzaga que no había que pensar en la paz, sino en prepararse para la guerra. Bolívar tampoco ratificó la convención y el emisario regresó a Buenos Aires.

Las Heras y Espartero.

El general Juan Gregorio Las Heras, en compañía de José Severo Malabia, fue comisionado el 23 de julio de 1823 para obtener la adhesión de los pueblos del interior y para promover ante las autoridades españolas del Perú el cumplimiento de la convención preliminar firmada en Buenos Aires. Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Salta pusieron condiciones, pero en general se adhirieron a lo resuelto en Buenos Aires.

La Serna nombró al brigadier Baldomero Espartero para que tratase con Las Heras. La entrevista se realizó en Humahuaca, sin haber llegado a ningún arreglo práctico. Pero de todas maneras, cualquier arreglo habría sido frustrado porque entretanto la intervención francesa había puesto fin al régimen constitucional en España y restableció el absolutismo, por acuerdo del congreso de Verona. Según Bartolomé Mitre, la negociación fue una hábil maniobra política de Rivadavia, que probablemente obró así para atraer la atención de Inglaterra.


Woodbine Parish sirvió como Diplomático Británico en Buenos Aires de 1825 a 1832. Firmó el Tratado de Amistad, Comercio, y Navegación con Argentina el 2 de febrero de 1825, también acompañando el reconocimiento oficial de parte de Gran Bretaña de la Independencia Argentina.

Los Estados Unidos y la doctrina de Monroe

Mientras en Europa se vacilaba en asumir una actitud definida con respecto a los nuevos Estados americanos, los Estados Unidos reconocieron su independencia el 28 de marzo de 1822. Canning temió que al abrigo de la situación española y de la intervención francesa en favor de Fernando VII, el país rival intentase quedarse con una parte del imperio colonial español y declaró que Inglaterra comerciaría con las colonias españolas de América, libremente, y que nci admitiría trabas de guardacostas españoles y enviaría fuerzas navales para hacer respetar esos derechos. Hizo público Canning, además, que Inglaterra no permitiría que Francia ayudase a España a recuperar por la fuerza sus colonias.

Por su parte, los Estados Unidos, en sus relaciones con Inglaterra, hicieron saber que considerarían injusta e impropia cualquier tentativa de parte de las potencias europeas contra la independencia de las colonias españolas, si ellas mismas no solicitaban tal intervención, y que un congreso que se reuniese para tratar esos asuntos sería juzgado como una amenaza para la tranquilidad del mundo.

Fue por entonces cuando el presidente Monroe dio un paso más y declaró que una intervención de parte de los gobiernos europeos y especialmente un ataque de su parte a las colonias, sería visto como un ataque a los Estados Unidos. En su mensaje al Congreso el 2 de diciembre de 1823, expresó:

"Los continentes americanos, por libre e independiente condición que han asumido y mantienen, no son considerados en lo sucesivo como sujetos para la colonización de ninguna potencia europea."
"Corresponde a nuestra franqueza y a las relaciones amistosas entre los Estados Unidos y aquellas potencias declarar que consideramos como peligrosa para nuestra paz y seguridad cualquier tentativa de su parte para extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio. No hemos intervenido ni intervendremos en las colonias o dependencias de cualquier potencia europea que existen actualmente. Pero con respecto a los gobiernos que han declarado su independencia y la han sostenido y cuya independencia hemos reconocido después de gran consideración y basándonos en justos principios, no podemos contemplar ninguna intervención de cualquier potencia europea con el propósito de oprimirla o contralorear de otra manera su destino bajo otra luz que como manifestación de una disposición poco amistosa hacia los Estados Unidos".

También se aludía en el mensaje a la incapacidad de España para recuperar las colonias y agregaba que la política de los Estados Unidos continuaba siendo la de dejar a las partes en litigio entregadas a sí mismas, en espera de que las demás potencias seguirían el mismo ejemplo.

La declaración de Monroe repercutió mucho en Europa; en Buenos Aires se conoció algunas semanas después de haber sido acreditado César A. Rodney ministro plenipotenciario de los Estados Unidos, del cual se habla en el mensaje del gobierno a la legislatura el 3 de mayo de 1824.

George Canning

George Canning firmó en Buenos Aires el "Tratado de Amistad, Comercio y Navegación" entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Gran Bretaña, siendo el primer tratado que firmara la futura República Argentina con un país europeo, al que contribuyó con especial interés Canning. El tratado fue ratificado el 19 de febrero por el gobierno de Buenos Aires y el 10 de mayo por el de Londres. A los pocos días Canning depositó el documento en la Cámara de los Comunes, recibido con asentimiento general. Fue el primer recononocimiento de independencia a un país de Sudamérica por parte británica mediante un tratado.


Reconocimiento de la Independencia por Gran Bretaña

Canning, el ministro inglés, nombró misiones diplomáticas y consulares para Buenos Aires, Bogotá, México y Lima. Los franceses se alarmaron y pidieron la reunión de una conferencia de potencias europeas para tratar sobre las colonias españolas, pero Canning rehusó reconocerla y asistir a ella. En una última tentativa propuso a España garantizarle con su poder marítimo la isla de Cuba a cambio de la admisión de una separación pacífica de aquellas colonias en las cuales no dominaba ya. La proposición fue rechazada y entonces Canning hizo advertir al gobierno de Madrid que Gran Bretaña se reservaba el derecho a tomar, a su debido tiempo, las medidas que creyese conveniente sobre los diversos Estados de la América española, sin comunicarse previamente con el gobierno español.

El alto comercio inglés pidió al gobierno el reconocimiento de los nuevos Estados independientes, especialmente Colombia, Buenos Aires y Chile, y el primer ministro recibió así un apoyo importante en su política, que tropezaba con la oposición del rey y de algunos miembros del ministerio, entre ellos Wellington.

Por fin, el 15 de diciembre de 1823 Canning y Liverpool presentaron al gabinete una minuta recomendando el reconocimiento de la independencia de Buenos Aires, México y Colombia; reconocimiento que al fin fue admitido: España protestó y dijo que no reconocería jamás a los nuevos Estados.

Misión Alvear

El gobierno de Martín Rodríguez quiso ponerse en contacto con el gobierno británico para conocer mejor sus miras sobre las regiones del Plata y envió en misión a Carlos de Alvear, a fin de que antes de partir para su destino en Washington fuese a Inglaterra; acompañaba al enviado argentino el teniente coronel Tomás de Iriarte.

Alvear se entrevistó con Canning el 22 de julio de 1824 y trató de interesarle en la solución del conflicto de la Banda Oriental, cuya dominación por el Brasil no sería reconocida y llevaría a la guerra. Alvear salió a comienzos de agosto para los Estados Unidos en cumplimiento de la misión que se le había encomendado allí como plenipotenciario. Canning no se había comprometido a intervenir en el asunto de la Banda Oriental, pero le aseguró que Inglaterra obraría oportunamente de acuerdo con los grandes intereses que rige y protege.

En las conversaciones de Alvear con el presidente Monroe, éste manifestó que los Estados de América podían sacar de los Estados Unidos todos los auxilios que necesitasen para continuar la guerra: armas, municiones y buques, como lo habían hecho Colombia y otros; que sobre esto había recibido reclamaciones de España, pero que había hallado medios honestos y decentes para evadirlas.

Con respecto a la actitud de los Estados Unidos ante el conflicto con el Brasil, inevitable si no se avenía a devolver la Banda Oriental, John Quincy Adams, futuro presidente, advirtió a Alvear que su país no tendría inconveniente en oficiar de mediador entre Río de Janeiro y Buenos Aires para encontrar una solución feliz en el asunto en debate.

El cónsul Woodbine Parish

El 21 de marzo de 1824, en vísperas de la elección de Las Heras como gobernador de la provincia de Buenos Aires, llegó al Plata el cónsul Woodbine Parish. Canning le recomendaba en sus instrucciones que no se mezclase en las disensiones políticas y que recordase que su misión era puramente comercial y de carácter conciliatorio. Fue reconocido por Rivadavia como cónsul general de Gran Bretaña en el Estado de Buenos Aires y en compensación, U. Juan Hullet fue nombrado cónsul general de las Provincias Unidas en Gran Bretaña, y tuvo, además, la misión de interesar al gobierno de Londres en el asunto de Montevideo.

Manuel José García sucedió a Rivadavia como ministro de relaciones exteriores en el gobierno del general Las Heras.

El 2 de febrero de 1825 se firmó el tratado de amistad, comercio y navegación entre Gran Bretaña y el gobierno de Buenos Aires, en el cual se declaraba perpetua amistad entre el Reino Unido y las Provincias del Río de la Plata, recíproca libertad de comercio y navegación, libertad de cultos y cooperación en la abolición total del comercio de esclavos.


Rivadavia y Canning

El 27 de agosto de 1824 Rivadavia fue nombrado ministro plenipotenciario y enviado extraordinario ante las cortes de Inglaterra y Francia. Presentó al gobierno de Londres la ratificación del tratado de comercio y en sus instrucciones figuraba la liberación de la provincia de Montevideo.
Canning le manifestó que no podía ser recibido por el rey por no ser representante exclusivo para Inglaterra, y fue aplaudido en la Cámara de los Comunes cuando leyó la copia del tratado firmado con Buenos Aires. Respecto a Montevideo, Rivadavia sacó la conclusión, después de su conversación con Canning, que no había mucho que esperar y que no cabía más que el recurso de las armas. Volvió a Buenos Aires con alguna decepción en ese punto; el 21 de octubre estaba ya de regreso.
Pero de vicios modos, una de las grandes potencias eu­ropeas, Gran Bretaña, reconocía ya la independencia argentina y ése era un paso importante